Friday, 26 de April de 2024


En el 2015 el PRI de Peña Nieto conocerá su realidad




Escrito por  José Zenteno
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Con el 2015 llegó el primer desafío político electoral para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Se elegirán diputados en 300 distritos electorales federales, nueve gobernadores, 998 ayuntamientos y diputados en 387 distritos locales.

Esta será la primera ocasión en que se renueve una parte importante del poder público en México desde que comenzó la actual administración federal. En los años previos sólo se eligió gobernador en Baja California y hubo elecciones intermedias en algunos estados, entre ellos Puebla, donde se renovaron ayuntamientos y congresos locales, pero en ninguna de esas elecciones el entorno nacional fue más determinante que el local.

 

 

En 2015 todas las elecciones dependerán en buena medida del entorno nacional, de los resultados que los electores perciban del presidente Enrique Peña Nieto y de la capacidad del gobierno federal y de su partido, el PRI, de persuadir, organizar y movilizar a una base electoral suficientemente grande para salir triunfadores.

 

 

En los estudios que hicimos a finales de 2014 y comienzos del 2015 en diferentes partes del país, no sólo en Puebla, el ánimo social es el peor que nosotros tengamos memoria. La mayoría de los encuestados considera que su situación económica seguirá igual de mal o empeorará y hacen responsable del mal funcionamiento económico del país al gobierno federal. De igual manera, la mayoría percibe que la inseguridad y la corrupción han aumentado en el último año, lo que configura un estado de ánimo pesimista que alejará los electores de las urnas.

 

 

Muchos reconocen en el PRI al partido con la base más grande de voto duro y con la mayor capacidad de organizar y llevar a votar a esa base de electores. Incluso se piensa que con su regreso al gobierno federal se multiplica la capacidad de esa maquinaria electoral, pues los programas sociales producen clientelas de fieles votantes, motivados por el conjunto de beneficios que reciben de las instituciones de asistencia y desarrollo social. Estas fortalezas pesan aún más en un escenario de baja participación, como se anticipa que serán estas elecciones intermedias, pues lleva ventaja el partido cuya clientela está mejor organizada y más motivada de ir a votar. Hay que decir que los votantes independientes (en su mayoría anti priistas) no están interesados en votar sólo por diputados. Ya lo hemos mencionado en esta columna, las elecciones intermedias se caracterizan por presentar elevados niveles de abstencionismo.

 

 

En 2015 la ecuación tiene una complicación fundamental: el PRI es el partido en el poder y por lo tanto tiene que refrendar el mandato conferido por los ciudadanos al presidente de la República. De aquí se desprenden tres cuestionamientos:

 

 

1.      ¿Podrá el PRI revertir la tendencia de las últimas tres elecciones federales intermedias? En todas esas elecciones el partido en el poder ha perdido un significativo número de asientos en la Cámara de Diputados.

 

 

2.      ¿El PRI es todavía el partido con la base más grande y sólida de voto duro? La historia dice que sí lo es, pero quizá sean esos mismos ciudadanos los más agraviados por el entorno económico y de inseguridad que priva en el país, y por esa razón su priismo ya no sea tan duro como se piensa.

 

 

3.      ¿Tener el control de las instituciones federales constituye una ventaja electoral? Cuando se tiene operadores con capacidad y compromiso, claro que es una enorme ventaja. Sin embargo, todo indica que en esta administración la gran pirámide burocrática está dedicada a los negocios privados, más que a servir a un propósito político y de gobierno.

 

 

Son tiempos difíciles para los políticos pero aún más para los priistas. Tienen ante sí el reto de cargar con un gobierno que no funciona, marcado por escándalos de corrupción al más alto nivel y por ríos de sangre que no se detienen en muchos estados del país. Hay una suerte de incapacidad para administrar la economía, controlar a la delincuencia organizada, enfrentar las crisis de opinión pública, y quizá, para ganar elecciones. Lo único que este gobierno ha logrado operar son las reformas en el Poder Legislativo, pero todo indica que fueron los priistas de viejo cuño los que hicieron posible esas reformas, gente como Manlio F. Beltrones o Gamboa Patrón.

 

 

Por otra parte, la oposición ya comenzó a jugar su papel en este año electoral. Los tiempos del Pacto por México ya pasaron, ahora el desafío es frontal en los spots publicitarios tanto del PAN como del PRD, donde le recuerdan a los electores que no hay resultados en la economía, la seguridad o la corrupción. Sin embargo, una cosa es que la oposición sea crítica apoyada en la triste realidad y otra que los ciudadanos la consideren como opción a la hora de votar.

 

 

En Puebla el escenario es todavía más complicado para el PRI. Ni los candidatos que se han anunciado (salvo honrosas excepciones), ni los dirigentes, ni los grupos políticos tradicionales tienen la capacidad de enfrentar al morenovallismo. Yo no los veo ni los oigo con ganas de competir realmente. Y para colmo, el presidente y los secretarios del gabinete federal parecen cómplices del gobernador poblano antes que legítimos adversarios.

 

 

Estos tiempos del nuevo PRI nos tienen sumamente desconcertados a los ciudadanos. Ya nada opera con la lógica del poder que regía a la política tradicional. Ahora hasta podemos ver de candidata tricolor a Ana Teresa Aranda, para oprobio de su persona y del propio partido que la postula, su enemigo histórico. A pesar de la contradicción de su candidatura, esperaría que los priistas supieran (y los dejaran) aprovechar a la señora Aranda, porque tiene un gran potencial desestabilizador si se le utiliza bien.

 

 

Me atrevo a anticipar que el 2015 no será una típica elección intermedia. El PRI va a perder gubernaturas, presidencias municipales y diputaciones, pero aún así conservará la primera minoría en la Cámara de Diputados federal. Este año el PRI encontrará su realidad; gobierna muy mal un país (por eso perderá espacios) pero la mayoría de sus ciudadanos no creen en la vía democrática para lograr el cambio que necesitan y por eso conservará una mayoría exigua en el legislativo.

 

 

 

 

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