Friday, 29 de March de 2024


Terminar el Estado de Excepción en la BUAP, principal logro de Esparza




Escrito por  Arturo Rueda
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En su primer año de gestión, lo mejor que hizo Alfonso Esparza fue romper con esa unanimidad ficticia que desangraba las arcas universitarias y desmontó el Estado de Excepción construido en ocho años, con todos los riesgos que eso implica. En pocas palabras, devolvió a la BUAP a la senda institucional, de transparencia en la aplicación de recursos, y sobre todo, a la vida democrática en su libre expresión

Durante los casi nueve años de rectorado de Enrique Agüera, la BUAP vivió un Estado de Excepción permanente tanto en su legalidad como en su vida democrática. La alteración diaria de la vida institucional se dio en todos los flancos. De facto, suprimió las sesiones ordinarias del Consejo Universitario, y solamente permitió que se reuniera dos veces al año: una para aprobar el presupuesto y otra para validar las cuentas. La supresión despojó a los universitarios de la posibilidad de opinar sobre el rumbo de su institución, pues el máximo órgano de toma de decisiones de convirtió en un membrete. También eliminó las licitaciones, y toda la obra pública de sus dos periodos se entregó por adjudicación directa a sus constructores favoritos, los López Chargoy.

 

 

Sin Consejo Universitario, sin transparencia y sin licitaciones para asignar obra, los universitarios aguantaron en paz, sin críticas, el Estado de Excepción Agüerista. ¿Por qué? Porque corrían ríos de dinero, a todos los niveles, para “tranquilizar conciencias”. Muchos estudiantes, por ejemplo, todavía extrañan las bienvenidas de curso, en las que había actuaciones de artistas, funciones de lucha libre, alcohol, diversión y todo tipo de químicos catalizadores de la euforia juvenil. Los avances en infraestructura dejaron boquiabiertos a todos, así como el enriquecimiento súbito de muchísimos personajes. Alrededor de Agüera se construyó una unanimidad sobre el dinero despilfarrado.

 

 

En su primer año de gestión, lo mejor que hizo Alfonso Esparza fue romper con esa unanimidad ficticia que desangraba las arcas universitarias y desmontó el Estado de Excepción construido en ocho años, con todos los riesgos que eso implica. En pocas palabras, devolvió a la BUAP a la senda institucional, de transparencia en la aplicación de recursos, y sobre todo, a la vida democrática en su libre expresión.

 

 

Con algunos sobresaltos, el viraje institucional no ha salido mal a Esparza Ortiz. Ahora, como lo establece la Ley Orgánica, el Consejo Universitario volvió a sus sesiones ordinarias mensuales. No más escamoteo a la libre participación. Los miembros del Consejo, con toda libertad, hablan y votan. No hay condicionantes. Ya hay, incluso, los que se atreven a quedarse en abstención sin miedo a recibir reprimendas. El control, sin embargo, sigue jugando a favor de Esparza al apostar por la transparencia.

 

 

La ruta de la institucionalización no podía retomarse sin regresar a los principios mínimos de racionalidad en la aplicación de los recursos, especialmente en una universidad que se pretende grande, ya no sólo a nivel nacional sino internacional. Hasta el momento, no hay una obra de envergadura que no haya sido sometida a licitación pública en los canales ex profeso como Compranet. No hay ganadores de antemano ni favoritismos: todos los constructores de Puebla tienen igual oportunidad de participar y ganar de acuerdo con las ofertas que presenten. Los recursos públicos se racionalizan y ahora, el dinero que antes se desviaba para acallar irregularidades, se aplica en el fortalecimiento de la vida institucional.

 

 

También los lidercillos estudiantiles y no pocos profesores se han tenido que acostumbrar a una vida universitaria sin dispendios que antes compraban conciencias. Algunos todavía no lo digieren: todavía a principios de año pululaban en Facebook páginas que pedían a gritos el regreso de las prácticas agüeristas porque, a diferencia de los últimos ocho años, las bienvenidas estudiantiles fueron “desangeladas”. Es decir, no hubo artistas, lucha libre, alcohol o fiestas privadas. Los personajes que no entendieron que la era de los excesos se había acabado, como Jorge David Cortés, fueron lanzados de la universidad.

 

 

Esa austeridad ha provocado que los descontentos ejerzan presión para que les regresen sus prebendas como ocurrió en la prepa Benito Juárez. El grupo perdedor de la dirección académica alebrestó a los estudiantes para que se manifestaran con pancartas y le metieran miedo a Esparza Ortiz de una “rebelión estudiantil”. No lo lograron: quien ganó las elecciones, las ganó, y el rector no metió mano para desestabilizar una unidad académica. El conflicto, sin embargo, se hizo presente, aunque fue controlado.

 

 

Sin triquiñuelas, mecanismos de corrupción y respeto a la vida institucional, Esparza Ortiz ya tiene firmemente colocada a la BUAP entre las 10 mejores universidades del país. A nivel internacional, avanzó siete posiciones en el ranking QS de las mejores universidades de América Latina para colocarse en la posición 70. A nivel mundial, ya está en las mejores 700 universidades del mundo. Quedan siete años para seguir avanzando. Parece poco, pero salir del Estado de Excepción y abandonar las prácticas mafiosas, es el gran triunfo de Alfonso Esparza en su año 1.

 

 

 

 

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