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Lázaro y Néstor son viejos socios, cómplices y amigos. Se conocieron en una lejana juventud cuando ninguno tenía fortuna. Con los años, Néstor comenzó a ascender en la vida política de su país hasta llegar a lo más alto, gobernando más de una década, primero por sí y luego a través de su esposa. El ascenso político significó el crecimiento patrimonial disparado de su amigo Lázaro, quien se convirtió en el constructor más importante, y quien ideó un complejo entramado financiero para devolverle sus comisiones a Néstor. A través de múltiples subsidiarias, se encargó de mantener al 100 por ciento la ocupación de los cinco hoteles que tenía en propiedad su amigo Néstor. Día a día, noche a noche, durante más de una década, pagó esas habitaciones sin que fueran ocupadas, un caso claro de lavado de dinero, y de colusión entre políticos y empresarios.
Palabras más, palabras menos, este es el hilo argumental de la investigación periodística que duró más de cinco años que hizo ganar a Hugo Alconada y al diario argentino La Nación el primer lugar del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación otorgado por la Ipys durante la Cumbre Internacional de Periodismo organizada por el CIDE. En medio de la ovación de sus colegas latinoamericanos, Alconada explicó detalladamente la metodología para poder revelar estas complejas tramas financieras que construyen políticos y empresarios para lavar el dinero que saquean del erario y que luego limpian.
¿Y qué pinta para Puebla la investigación periodista del diario argentino La Razón y Hugo Alconada?
Pues que en los últimos años números políticos locales han seguido estrategias semejantes para lavar el dinero ilícito. Veamos: el entramado financiero generado por el constructor Lázaro Báez y Néstor Kirchner se basaba en el retorno de las “comisiones” o el “moche” a través de la adquisición de servicios que no pueden ser verificados por entidades fiscales. Esto es, la ocupación extraordinariamente productiva de sus hoteles. En temporada baja o alta, todos los cuartos estaban ocupados, y por supuesto, pagados. ¿Quién se iba a poner a verificar si, en verdad, los huéspedes llegaban, ocupaban y se iban de la habitación?
Sobre ese principio, la venta de servicios incuantificables, empresarios y políticos han levantado exitosas cafeterías, restaurantes e incluso han comprado equipos de futbol para ese fin. Si una cafetería vende, digamos, 10 mil cafés americanos al día, ¿a poco el SAT va a ir verificar que en efecto se vendieron esos 10 mil cafés? Lo mismo ocurre, por ejemplo, con un restaurante. ¿Si el establecimiento reporta que todas sus mesas estuvieron llenas, y los comensales bebieron y comieron hasta hartarse, ¿cómo puede demostrarse que se trata de consumos ficticios?
A la argentina, los constructores del sexenio marinista idearon estos mecanismos para devolverles sus comisiones a los políticos. No en balde la explosión de establecimientos de servicios que no se corresponden al aparato productivo, pero que al analizar sus declaraciones fiscales son extraordinariamente rentables. Lo primero que se les ocurrió, en efecto, fueron franquicias de cafeterías y restaurantes. ¿Cuántos pueden verse prácticamente vacíos, y sin embargo, continúan funcionando años y años? La respuesta es lavado de dinero.
Luego, pasaron a la construcción de plazas comerciales. En plena sofisticación, adquirieron el Puebla FC para un nuevo modelo de lavado de dinero: los reportes de asistencia a los partidos como local en el estadio Cuauhtémoc. Entre 2008 y 2011, increíblemente, en Femexfut se colocaron con una asistencia promedio de 40 mil aficionados con boleto pagado, pese a que en los partidos se veía a medio llenar. ¿Pero quién iba a ponerse a verificar si los aficionados ocuparon su lugar? Para efectos del entramado, bastaba reportar que los boletos habían sido pagados.
Ya con un poco más de maña, pusieron hoteles, universidades y restaurantes lejos de Puebla, en una expansión empresarial que tocó territorios como Cancún o Chiapas. Todos siempre bajo la misma lógica: universidades al tope de estudiantes, hoteles con cupo lleno todo el año y restaurantes con consumos exagerados. Todo siempre para blanquear el dinero que les llegó de la obra pública que se hizo en esos años.
Pero en estos años las cosas han variado poco. Los viejos empresarios se asociaron con nuevos políticos para venderles el mismo esquema de retorno. Algunos aceptaron, otros prefirieron servirse del esquema con sus propios empresarios. ¿No se ha notado la súbita expansión, nuevamente, de franquicias de cafés y restaurantes? ¿Alguien ha revisado los reportes de taquilla del estadio Cuauhtémoc? ¿Será cierto que el boom turístico de Puebla ha provocado la apertura de hoteles y más hoteles? ¿Alguien se ha puesto a contar cuántos moles poblanos se sirven en una tarde?
Sin embargo, la metodología generada por Hugo Alconada de La Nación es eficiente para descubrir esos casos de lavado de dinero. Más pronto de lo que se imagina, una investigación de este tipo podría sacudir Puebla.