Friday, 29 de March de 2024


El mexicano es el lobo del mexicano: el estado de naturaleza en México




Escrito por  Arturo Rueda
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No veo cómo los grandes ejecutivos de Chevron, Exxon Mobil, van a venir a México seducidos por la reforma energética de Peña Nieto. Si todos sus analistas, financieros, técnicos y empleados pueden terminar asesinados por policías, secuestrados por criminales y enterrados en una de los cientos o miles de fosas comunes que hay por todo el país. Si ninguna autoridad va a poder encontrarlos, y si nadie va a resultar culpable. Tendrían que estar locos para venir a jugarse la vida.

Me imagino leyendo a los ejecutivos de alto nivel de las grandes petroleras del mundo como Chevron, Exxon Mobil o BP, leer en el Wall Street Journal,Financial Times,The Economist,New York Times y casi toda la prensa mundial sobre el infierno que vive México desde la noche del 26 de septiembre. Imagino su cara de sorpresa cuando se enteran que fueron policías los que, asociados a criminales, persiguieron a estudiantes de una normal rural, mataron a seis y desaparecieron a 43 de ellos. Los veo comentado sus análisis de riesgos, el hecho de que 23 días después no han podido ser encontrados por las autoridades federales o estatales, pero lo que sí se ha hallado son docenas de fosas comunes en los alrededores de Iguala con un número indeterminado de cuerpos, que, por cierto, no son los 43 desaparecidos, sino de quién sabe quién.

 

 

Pero lo que más llamará la atención de estos grandes ejecutivos es que, 23 días después, no hay nadie en la cárcel, ni ningún político ha asumido su responsabilidad en el holocausto guerrerense que ya es el holocausto de México. El alcalde de Iguala se fugó, así como el responsable directo de la matanza, el director de Seguridad Pública. El gobernador del estado, Ángel Aguirre Rivero, se sostiene en el cargo pese al repudio que genera entre millones de mexicanos la cúpula del gobierno federal y los partidos políticos, incluso el que lo postuló a la gubernatura. Para que se vaya, el Senado tendría que decidirse a votar la desaparición de poderes.

 

 

Policías asesinos. Fosas comunes llenas de cadáveres. Aparato de seguridad incapaz de hallar a los desaparecidos, y estructura de seguridad incapaz de hacer que a los políticos involucrados se les finquen responsabilidades. Ya luego, las repercusiones. Los normalistas agraviados quemaron el palacio de gobierno de Guerrero. Varias universidades nacionales y regionales entran en paro en solidaridad. Y después de la odisea de un país incendiado, los 43 normalistas siguen sin aparecer, mientras que más y más cadáveres salen de las fosas comunes.

 

 

En esas condiciones, no veo cómo los grandes ejecutivos de Chevron, Exxon Mobil, van a venir a México seducidos por la reforma energética de Peña Nieto. Si todos sus analistas, financieros, técnicos y empleados pueden terminar asesinados por policías, secuestrados por criminales y enterrados en una de los cientos o miles de fosas comunes que hay por todo el país. Si ninguna autoridad va a poder encontrarlos, y si nadie va a resultar culpable. Tendrían que estar locos para venir a jugarse la vida. Nosotros porque ya estamos aquí, pero ellos, seguramente, le van a dar portazo a los priistas.

 

 

El sueño de prosperidad que Peña Nieto vendió en la primera quincena de septiembre se derrumbó con estrépito. Es nuestro destino, no tenemos forma de administrar la riqueza que prometió López Portillo, la modernización que ofreció Salinas de Gortari, y ahora la prosperidad de Peña Nieto. Mucho cosmético altera momentáneamente la percepción de la realidad, pero no afecta a esta.

 

 

El presidente se estrelló porque quiso vender a la prensa internacional y los inversionistas una casa recién pintada pero que tiene los cimientos roídos. Al final, parece que Felipe Calderón tenía razón: que los narcos se habían adueñado de las instituciones, y que sin depurar policías estatales y municipales, no íbamos hacia ningún lado.

 

 

Pero también los críticos acérrimos de Felipe Calderón tuvieron razón: la guerra al narco que terminó con los grandes capos provocó la multiplicación de los cárteles por todo el país, así como la expansión de las fosas comunes. Al final, ya no hay que temer al “Chapo”, los Beltrán Leyva o Los Zetas, sino a los cientos de capos regionales, como ese que manda en Iguala a los Guerreros Unidos y que nadie sabe quién es. Son ellos los que excavan las fosas comunes. Los más de 70 mil desaparecidos están ahí, y México se convirtió en una fosa común gigantesca que Peña Nieto no quiso voltear a ver. Pero ahora los cadáveres son expulsados de la tierra, salen por todos lados, como en una mala película de zombis.

 

 

Una vez más, la retórica no puede con la realidad. Los discursos optimistas, llenos de promesas de prosperidad, son palabrería hueca para una sociedad fragmentada por su pobreza e inclemente en sus estrategias para sobrevivir a costa del daño a los demás. Los ayotzinapos lo hacían boteando, secuestrando camiones y asaltando camiones repartidores. Los policías de Iguala lo hacían recibiendo dinero del crimen organizado, y el alcalde de Iguala repartiendo dinero a la dirigencia nacional del PRD. Cada quien ve cómo chingarse al otro. Lo único importante es la supervivencia propia. La teoría de la escalera se convierte en una degradación permanente, sin fin. El hombre es el lobo del hombre, y el mexicano es el lobo del mexicano. Es nuestra única realidad. 

 

 

 

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