Tuesday, 16 de April de 2024


Miles de jóvenes en las calles: Peña Nieto repite la coyuntura de 1968




Escrito por  Arturo Rueda
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Conforme pasan los días sin que los 43 normalistas aparezcan, el movimiento universitario se robustece sumando más y más escuelas que hace décadas no aparecían en el panorama político. Una de ellas, por ejemplo, es la BUAP: desde que culminó el periodo de inestabilidad de finales de los ochenta, la máxima casa de estudios ha permanecido amodorrada políticamente, y aunque sus últimos tres rectores terminaron en las filas del PRI, a los jóvenes los entretuvieron con el cuento de alcanzar la calidad académica como un paso previo a su ingreso al mercado laboral

La tumultuosa marcha por Ayotzinapa del miércoles pasado, seguro, fue la primera experiencia política para la mayoría de los miles de jóvenes que participaron en ella. Un debut para quienes han pasado la mayor parte de su vida fuera del trayecto vital de los asuntos públicos y la política. Ha ocurrido así, en parte, porque viven anestesiados y en parte porque en esa posición los han colocado los gobiernos. Ha sido la forma de tranquilizar a una fuerza productiva que no produce, que es parte de un mercado laboral que no les da opciones y un sistema político que no refleja su voz. La crisis producida por la desaparición de los 43 normalistas les ha quitado la modorra y las redes sociales se convirtieron en su canal de información y educación política. Peña Nieto y el PRI, pues, tienen miles de jóvenes deseosos de participación política en las calles, un fenómeno que no ocurre en México desde 1968. ¿Cómo los van a meter de regreso a sus escuelas y evitar un trauma nacional, precisamente, como el de Tlatelolco?

 

 

Ya se sabe que los jóvenes siempre son un fuerza política altamente manipulable y que siempre se han convertido en carne de cañón para aquellos que sí saben darle dirección a un movimiento. Pero estos universitarios parecen diferentes: los del IPN, por ejemplo, han sabido conducir su movimiento poniendo contra las cuerdas a la Sebog y la SEP. La violencia en las tres marchas #AcciónGlobalporAyotzinapa ha sido la excepción, mientras que la regla ha sido una participación modélica, sean estudiantes de universidades públicas o privadas.

 

 

Conforme pasan los días sin que los 43 normalistas aparezcan, el movimiento universitario se robustece sumando más y más escuelas que hace décadas no aparecían en el panorama político. Una de ellas, por ejemplo, es la BUAP: desde que culminó el periodo de inestabilidad de finales de los ochenta, la máxima casa de estudios ha permanecido amodorrada políticamente y aunque sus últimos tres rectores terminaron en las filas del PRI, a los jóvenes los entretuvieron con el cuento de alcanzar la calidad académica como un paso previo a su ingreso al mercado laboral.

 

 

Pero los jóvenes de la BUAP ya se desataron: la mayor parte de los 5 mil universitarios —algunos contaron hasta 8 mil— que marcharon la noche del miércoles en dos contingentes que se reunieron en el zócalo, pertenecían a la máxima casa de estudios. Y sí, estaban ahí por Ayotzinapa, pero a la mera hora y ya encarrerados también sumaron a su pliego los hechos que han sacudido a Puebla en los últimos meses: el gasoducto Morelos, Chalchihuapan, Tehualtie, Cholula, las detenciones de activistas y opositores. No formaba parte del guión y tampoco nadie lo esperaba.

 

 

¿Cuántos de estos jóvenes desamodorrados, entusiastas de momento, claman “fue el Estado” sin que puedan ofrecer una definición mínima, pasarán a formar parte de la política formal? Todo dependerá, por supuesto, del desenlace de la crisis. Si Peña Nieto responde de forma autoritaria como lo hizo el PRI en 1968, los jóvenes pueden asumir los cauces de la violencia en forma de guerrillas urbanas o rurales. Sin salidas autoritarias, podrán incorporarse al sistema política, pero nadie sabe con qué velocidad.

 

 

Sirve para ejemplificar lo que ocurre ahora en España: durante más de tres décadas el sistema ha sido totalmente bipartidista, repartiéndose el poder entre PP y PSOE. Pero la hegemonía de ambos partidos hoy se ve en riesgo por la irrupción de una organización inédita, Podemos, emanada directamente de la experiencia de los indignados 15M que surgió en 2011. Este colectivo, que acampó durante semanas en Plaza del Sol, “se definía como un estado de politización o repolitización de la ciudadanía, un momento en el que la gente despierta de alguna manera y empieza a sentirse junta y a poder hablar de ciertos temas que nos estaban preocupando a todos. Es un espacio de encuentro provocado por el hartazgo de los partidos políticos”.

 

 

Pues bien, el colectivo Podemos que lideran jóvenes profesores de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense y que aglutina a los sindicatos, ecologistas, universitarios, Okupas, se ha convertido en la tercera fuerza electoral de España y en 2015 aspira a convertirse en una opción real de poder. ¿Algo así podría ocurrir en México?

 

 

Lo peor de Iguala, pues, no ha pasado. La participación política de los jóvenes es impredecible y seguro lo que menos quería Peña Nieto, Osorio Chong y compañía es que en las calles se les juntaran la UNAM, IPN, normalistas, centros de investigación, universidades privadas, todos juntos poniendo en jaque al sistema político. Ni siquiera el anuncio de que los 43 normalistas fueron hallados muertos apagará la ebullición. Y así como ocurrió con los de la BUAP, salen por Ayotzinapa, pero acaban hablando de Tehuatlie. El sistema político afronta una asignatura que en 1968 ya reprobó. 

 

 

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