Thursday, 28 de March de 2024


El morenovallismo toma todo: la euforia del poder absoluto




Escrito por  Arturo Rueda
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Los morenovallistas la tienen fácil para elaborar su discurso de campaña, pues se trata de seguir el escenario inercial de la crisis económica, la caída de los precios petroleros, la devaluación del peso frente al dólar, la incapacidad del gobierno para encontrar a los 43 normalistas de Ayotzinapa, las casas de Peña Nieto y Luis Videgaray, el conflicto de interés con grupo Higa, los nulos resultados de la privatización energética y un largo etcétera. Sobran temas para contrastar y evidenciar el fatídico regreso del PRI a la Presidencia

Los morenovallistas andan eufóricos. Con encuestas en mano, festejan que la estrategia de sembrar por adelantado a los candidatos a diputados federales rindió excelente dividendos. Antes de entrar al periodo de campaña, aventajan en 14 de los 16 distritos electorales de la entidad, y solamente en dos puede hablarse de un empate técnico. El PRI camina rumbo a un desastre electoral, pues en algunas demarcaciones la ventaja panista es de 20 puntos porcentuales, por lo que los triunfos se dan por descontado. En otros distritos, el morenovallismo tiene un buen colchón de entre 5 y 10 puntos para aguantar cualquier contingencia. Solamente en los distritos de Tepeaca y Ajalpan hay algo parecido a lo que podría llamarse competencia o empate técnico.

 

 

La euforia no sólo proviene de las encuestas, sino de las condiciones políticas. De entrada, al barrer a la facción de Eduardo Rivera de la disputa por las candidaturas, el grupo hegemónico de Acción Nacional evita el desgaste de las contiendas internas. Como el que pega primero pega dos veces, al adueñarse de la comisión para el registro se pudo eliminar a cualquier aspirante incómodo a los intereses del gobernador. De cualquier forma, solamente Leonor Popócatl se atrevió a desafiar, pero ni siquiera fue registrada. El morenovallismo toma todo, y sus candidatos van solos sin que nadie les estorbe o los cuestione. Ni siquiera pedirán licencia a sus cargos, por lo que continuarán en el uso y disfrute del erario hasta el límite constitucional de los 90 días.

 

 

Cualquier rasgo de disidencia interna en el PAN ha sido borrado. Eduardo Rivera Pérez se tomó muy en serio las amenazas de que si se atrevía a inscribirse, sería denunciado por peculado, y valorando que sus cuentas públicas viven en el limbo, prefirió mantenerse en el exilio y evitar “jalarle los tompiates al tigre”. En corto, le declaró a sus escasos fieles que “no pretender ser un mártir”, con lo cual cerró cualquier posibilidad de tener un futuro por lo menos hasta 2018. El lalismo se extingue porque sus miedos son del tamaño del exilio.

 

 

Si en el flanco interno todo va viento en popa, la desgracia política del PRI no podría ser más festejada. El despeñadero del tricolor tras la tormenta política y financiera del último trimestre del año tuvo un efecto doble. Por una parte, al régimen morenovallista le permitió superar el escándalo de Chalchihuapan y la muerte del niño Tehuatlie, y por la otra, terminó de hundir el posicionamiento del presidente Peña Nieto. Ambos efectos, vasos comunicantes, produjeron una circunstancia inesperada: la recuperación electoral de Acción Nacional que es casi una resurrección rumbo al 2018.

 

 

Ese efecto doble, la superación del escándalo propio y el hundimiento de los rivales priistas por el escándalo ajeno, ha provocado un escenario electoral de desastre para el PRI. A nivel nacional la caída fue de por lo menos 10 por ciento de la intención de voto tras Ayotzinapa y Tlatlaya. Sumado al descrédito de Peña Nieto, que en promedio sólo es aprobado por cuatro de cada 10 mexicanos, la crisis política y económica se transformó en crisis electoral. Peña Nieto necesita que el PRI obtenga, por lo menos, el mismo número de diputaciones que ganaron en 2012 para mantener el cuasi control de San Lázaro.

 

 

El tricolor, cuando menos en Puebla, necesita ganar los mismos 12 distritos que obtuvieron hace tres años. Pero simple y sencillamente no hay condiciones. Es más, ni siquiera hay candidatos todavía, ya que pese a que los tapados han sido destapados, los perdedores ejercen su derecho al pataleo y amenazan con rupturas. Los grupos, además, todavía ejercen fuertes presiones para desbancar y colocar a sus gallos. Los más hiperactivos son la senadora Blanca Alcalá, así como Juan Carlos Lastiri.

 

 

Mientras que los 16 candidatos morenovallistas han sido sembrados con todo y suplentes, e incluso ya se dieron el lujo de definir a los plurinominales para privilegiar a Eukid, Moya, Cabalán, el PRI todavía no amarra y está lejos de que las aguas se tranquilicen. ¿En qué condiciones puede el tricolor revertir su despeñado escenario?

 

 

Sin candidatos, el PRI ni siquiera se puede permitir elaborar una estrategia de campaña que pasa por hacer de la elección federal unos comicios con argumentos locales. ¿Qué significa? Que los candidatos del PRI-PVEM, ante la imposibilidad de presumir logros de Peña Nieto o del gobierno federal, deberán focalizar su discurso en criticar la administración morenovallista. Sin discurso crítico contra el gobierno local, pocos argumentos les quedarán para ganar votos.

 

 

Por el contrario, los morenovallistas la tienen fácil para elaborar su discurso de campaña, pues se trata de seguir el escenario inercial de la crisis económica, la caída de los precios petroleros, la devaluación del peso frente al dólar, la incapacidad del gobierno para encontrar a los 43 normalistas de Ayotzinapa, las casas de Peña Nieto y Luis Videgaray, el conflicto de interés con grupo Higa, los nulos resultados de la privatización energética y un largo etcétera. Sobran temas para contrastar y evidenciar el fatídico regreso del PRI a la Presidencia.

 

 

El escenario de ensueño se cierra con la designación ayer de Eukid Castañón como primero en la lista plurinominal de la cuarta circunscripción. Carambola que provoca la implosión de Margarita Zavala y por ende, del calderonismo, que ve todos los caminos cerrados rumbo al 2018. Moreno Valle terminó imponiendo su fortaleza, y como nunca, continúa la construcción de su proyecto nacional. A la presencia de Eukid se sumará la de Roberto Moya como brazos operadores político y económico del grupo.

 

 

El barco morenovallista avanza a todo vapor. ¿Quién podrá detenerlo?

 

 

 

 

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