Friday, 26 de April de 2024


La extrema debilidad de Peña Nieto lo lleva a abdicar frente a los gobernadores




Escrito por  Arturo Rueda
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Las cuentas no le salen a Peña Nieto: de cinco de los seis destapes para gobernador, los candidatos regionales se impusieron a los que eran bien vistos desde Los Pinos. Eso sí, el presidente ha tenido las formas de su lado, ya que el destape lo ha realizado personalmente mediante el dedo divino para dar la impresión de que la prerrogativa reside en él, aunque los hechos señalan que no. Sus promotores destacarán el pragmatismo del mexiquense, capaz de elegir una candidatura ganadora en vez de sus afectos personales

Más que un pantano —como lo califica The Economist— Peña Nieto y su gabinete están metidos en arenas movedizas: se mueven poco y lo poco que se mueven, provoca que se hundan más. La crisis del gobierno federal ya suma cuatro meses en los que todo les sale mal. El breve intervalo de las vacaciones navideñas fueron un respiro en Los Pinos, una apuesta por la desmemoria que falló: la sociedad mexicana ni olvida ni perdona la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ni los conflictos de interés con grupos empresariales cristalizados en la adquisición sospechosa de viviendas. El descrédito político contagia al Ejército mexicano, sometido a presiones extraordinarias no vistas desde 1968. En cualquier caso, el mexiquense perdió la iniciativa y es preso de coyunturas que no controla, incapaz de identificar los “intereses” que rechazan sus reformas. Pelea contra molinos de viento y lo peor, solo, porque su partido está concentrado en defender sus trincheras antes que el proyecto de La Restauración.

 

 

La extrema debilidad política de Peña Nieto ha tenido el impacto que los propios gobernadores del tricolor buscaban: imponer a sus propios candidatos, antes de aquellos enviados por el centro. De los nueve estados donde habrá elección el próximo año, el PRI ya destapó a seis: Nuevo León, San Luis Potosí, Michoacán, Baja California Sur, Campeche y Sonora. Y por lo menos en cinco de ellos, los intereses regionales se impusieron a los del centro.

 

 

En Nuevo León, Peña Nieto cedió la cabeza de Ildefonso Guajardo y se apostó por “la gallina” del gobernador Rodrigo Medina, la senadora Ivonne Álvarez, quien contará con todo el apoyo del aparato estatal para mantener al tricolor en el gobierno.

 

 

El mismo esquema se repitió en San Luis Potosí, donde se impuso con claridad el actual mandatario Fernando Toranzo Álvarez, pues el CEN tricolor dobló las manos y nombró candidato a su delfín y quien ocupó la SEP de ese estado hasta el momento de su designación, Juan Manuel Carreras.

 

 

Ayer mismo, Bucareli cedió la plaza a Sonora a la aspirante impulsada por el ex gobernador de esa entidad, Manlio Fabio Beltrones, y otra senadora, Claudia Pavlovich, se prepara a derrotar a Guillermo Padrés y su candidato ancianito. Don Beltrones mandó.

 

 

En Michoacán el destape de “Chon” Orihuela evidenció a un candidato plenamente regional, cuyo objetivo es hacer competitivo al PRI en un estado manejado desastrosamente, incluido el caso del Virrey Castillo. Pese a que no tiene el perfil que hubiera deseado el presidente u Osorio Chong.

 

 

Lo mismo ocurren en Baja California Sur: el senador Isaías Noriega era el que mejores respaldos traía de la Federación, pero fue derrotado por Ricardo Barroso Agramont, quien perdió hace seis años pero se mantiene como el aspirante mejor posicionado. Otra vez, regionalismo mató centralismo.

 

 

El único caso advertido hasta ahora, de una transacción consensada entre Los Pinos y el gobernador, es la ocurrida en Campeche: la poderosa red de intereses construidos por Alejandro Moreno Cárdenas lo mismo lo hace compadre del actual mandatario, Fernando Ortega, que “gallo” del titular de Bucareli. Iba amarrado por los dos lados.

 

 

Las cuentas no le salen a Peña Nieto: de cinco de los seis destapes para gobernador, los candidatos regionales se impusieron a los que eran bien vistos desde Los Pinos. Eso sí, el presidente ha tenido las formas de su lado, ya que el destape lo ha realizado personalmente mediante el dedo divino para dar la impresión de que la prerrogativa reside en él, aunque los hechos señalan que no. Sus promotores destacarán el pragmatismo del mexiquense, capaz de elegir una candidatura ganadora en vez de sus afectos personales. Pero el presidente tampoco podría suicidarse políticamente: mejor ganar con los delfines de los gobernadores, que perder con los suyos. En este momento de debilidad, elegir el otro escenario sería un absurdo de grandes dimensiones.

 

 

El esquema que hemos visto en el caso de las sucesiones se repite más o menos en el caso de las designaciones a candidatos a diputados federales en los 21 estados gobernados por el PRI: los que llevan mano en las designaciones son los gobernadores, y como excepción, uno que otro personaje enviado desde el centro. De esa forma, se responsabilizan de la elección y mantendrán el control remoto en San Lázaro.

 

 

La poca fuerza que le queda a Peña Nieto se reduce, hasta el momento, a evitar las rupturas con los aspirantes derrotados. La nota han sido los cónclaves de unidad para la fotografía, mientras que hasta el momento nadie ha optado por romper, como sí ocurrió en los noventas y la primera década del nuevo siglo. La única buena noticia es que la disciplina impera. Aunque nadie sabe por cuánto tiempo. 

 

 

 

 

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