Friday, 19 de April de 2024


La Presidencia se resquebrajó gracias a los medios críticos y las redes sociales




Escrito por  Arturo Rueda
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Peña Nieto no es solamente el presidente peor calificado, sino que además es el que menor grado de credibilidad tiene según varias encuestas. Los mexicanos, simple y sencillamente, no le creemos. La diferencia fundamental es que ahora tiene un vehículo directo para expresarse, las redes sociales, frente al monopolio de los medios de comunicación que tradicionalmente se pliegan a la estructura de poder de la que forman parte

No va a funcionar, ni van a caer culpables, pero la Presidencia se resquebrajó bajo la presión de los medios críticos de comunicación y de las redes sociales, nuevamente triunfantes en un lance contra el poder político de México. En cuatro meses, Peña Nieto pasó del “no hubo nada ilegal” a una petición de investigación formal sobre los conflictos de interés que incurrió él, su esposa Angélica Rivera, así como su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, al adquirir sus casas. Por supuesto que es una burla la petición de investigación que proviene de un superior jerárquico a un funcionario recién designado y elevado a la calidad de miembro del gabinete. Y claro, no hay forma posible que dictamine la culpabilidad del hombre que lo encumbró. Pero el solo “investígame” es la prueba de que el proyecto Autoritario de Restauración no resistió la presión de las fuerzas democratizadoras que sí hay en México. Pocas, pero efectivas.

 

 

En efecto: tras la publicación del reportaje que abrió la herida, la “Casa Blanca” de Peña Nieto, en Aristegui Noticias, Proceso, Sin Embargo y Animal Político, la reacción inicial fue negar cualquier tipo de conflicto de interés. El sistema de medios formales cerró filas inmediatamente con Presidencia, y prácticamente nadie repercutió la información. Ni siquiera la oposición política formal como los partidos que en teoría compiten por el poder, como PAN o PRD: nadie pidió una investigación, nadie pidió la formación de una comisión bicameral o un fiscal independiente. Ni siquiera la fallida puesta en escena de Angélica Rivera los hizo cambiar.

 

 

A falta de una oposición formal, los medios de comunicación independientes y las redes sociales asumieron ese rol, alimentado también por la prensa extranjera. The Wall Street Journal volvió a descargar, ahora contra Videgaray por la adquisición, también a Higa y Armando Hinojosa, de una casa en Malinalco. Después, ese mismo diario, reveló el entramado de la casa en Ixtapan de la Sal, recién terminado el periodo vacacional, calculado para que los mexicanos olvidaran la escandalera.

 

 

Pero la sociedad mexicana, genuinamente cansada de la corrupción y los privilegios injustos de la clase política, no olvida ni perdona. Peña Nieto no es solamente el presidente peor calificado, sino que además es el que menor grado de credibilidad tiene según varias encuestas. Los mexicanos, simple y sencillamente, no le creemos. La diferencia fundamental es que ahora tiene un vehículo directo para expresarse, las redes sociales, frente al monopolio de los medios de comunicación que tradicionalmente se pliegan a la estructura de poder de la que forman parte.

 

 

La pirámide de la credibilidad se invierte, así como la influencia que surge de los nuevos espacios. Ayer Forbes México presentó su ranking de los periodistas más influyentes, que no son necesariamente los que tienen más followers o aparecen en espacios de radio y televisión.

 

 

Veamos algunos ejemplos: los star system de la televisión mexicana salen muy mal parados. Javier Alatorre, el anchormen de TV Azteca aparece hasta el sitio 19. Paola Rojas en el 22. Joaquín López Dóriga en el 26. Y Carlos Loret de Mola ni siquiera aparece. Adela Micha es la única que salva la cara, y lo hace en el sitio nueve.

 

 

Vamos ahora con la radio. La mejor ubicada es Yuriria Sierra en la posición 8 del ranking, seguida por Óscar Mario Beteta en la 10. Fernanda Familiar sale por ahí del 24; Pepe Cárdenas en el 27 y Eduardo Ruiz Healy en la 45. Martha Debayle es la excepción en el lugar 4 del ranking.

 

 

La lista de los periodistas más influyentes en Twitter está dominada fundamentalmente por analistas, columnistas y editorialistas de medios digitales o impresos, con participación tangencial en medios electrónicos. León Krauze en el 2, Julio Hernández en el 3, Genaro Lozano en el 5 y Jenaro Villamil en el 6. Inexplicablemente Pascal Beltrán del Río en el 10, Jairo Calixto Albarrán en el 11, Denise Maerker en el 12, Mario Campos en el 13, Federico Arreola en el 14 y Macario Schettino en el 15. Aquí puede leer el listado completo.

 

 

Investíguenme, pide Peña Nieto para restaurar la credibilidad perdida hace casi cuatro meses. No se lo pide a una comisión de ciudadanos con prestigio, capaz de dilucidar entre lo legalmente correcto y lo éticamente reprobable. No se lo pide a un grupo plural de legisladores, emanado de varios partidos, ni a un fiscal independiente. Investígame, le pide a un oscuro burócrata de prestigio poco relumbrante, recién rescatado de un carguito y elevado a secretario de Estado por designio mismo de quien pide la investigación, y al mismo tiempo se convierte en superior jerárquico e investigado. Comedia digna de los regímenes autoritarios más rancios, representación poco exitosa para lograr los efectos deseados, y sobre todo, destrozada por los joviales tuiteros que con cualquier frase o expresión son capaces de destrozar el más lúcido plan de comunicación política. #YaSéQueNoAplauden mató las buenas intenciones, a Virgilio y a toda la estrategia para darle un giro a los conflictos de interés.

 

 

La lección es clara: la gestión del poder, y de la comunicación política, pasa hoy por otros canales diferentes a los de los medios tradicionales. Quien no lo entienda, pasará de tumbo en tumbo hasta entender, como Peña Nieto, que en el mundo de la transparencia absoluta no hay forma de escapar al juicio despiadado de las redes sociales, el único sitio donde se regula la opinión pública. Para bien o para mal.

 

 

 

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