Thursday, 25 de April de 2024


Más vale agarrar la de 2016, porque quién sabe si llegue la de 2018




Escrito por  Arturo Rueda
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La debilidad coyuntural de Gali se agrava porque es un “gallo” destapado: todo mundo sabe que va, y eso que falta un largo año para la candidatura. Sus enemigos, porque claro que los tiene, ya saben a dónde tirar. Se trata de una sucesión in pectore, en la terminología de Jorge G. Castañeda. No hay varios entre quienes repartir los golpes. Jorge Aguilar Chedraui viene creciendo y el edil juega con inventar a otro prospecto que le permita jalar la marca

Es probable que el Primer Informe de Gobierno de Antonio Gali Fayad sea el único informe que rinda ante el cabildo angelopolitano. Si las cuentas salen como se esperan, el 15 de febrero de 2016 habrá un edil sustituto en funciones, mientras que Gali será candidato a la gubernatura por una coalición de partidos del que seguramente participarán PAN, PRD y Compromiso por Puebla. Su posición en las encuestas lo hacen el aspirante más competitivo que tiene, por el momento, el morenovallismo: ya superó la barrera del 50 por ciento de conocimiento estatal y tiene una carrera parejera con Blanca Alcalá en intención de voto. Falta tiempo y las variables de la opinión pública se mueven con dificultad.

 

 

Aunque el plan original era reservar a Antonio Gali para 2018, las lógicas del grupo se terminaron imponiendo, aunque el propio edil está de acuerdo en adelantar su destino. Las oportunidades se presentan una vez en la vida y hay trenes que no es conveniente dejar pasar por más seductor que parezca el siguiente. O como dice el refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando. Traducido: más vale agarrar la de 2016, porque quién sabe si llegue la de 2018. Hoy la gubernatura está al alcance de la mano, aunque sólo sea por 18 meses. Claro que suena más apetitoso despacharse seis años, pero uno nunca sabe.

 

 

Y uno nunca sabe porque gobernar una ciudad como Puebla es sumamente desgastante y los accidentes políticos están a la orden del día. Nadie sabe cuándo a Gali le va tocar su Waterloo, llámese Chalchihuapan, Ayotzinapa o “Casa Blanca”. Hasta ahora, no ha enfrentado una crisis de gravedad. Pero de que va a llegar, va a llegar. Un arbolicidio, un acto de corrupción, una obra mal ejecutada, una filtración dolorosa. Shit happens. Mejor tomar lo que hay ahora.

 

 

La debilidad coyuntural de Gali se agrava porque es un “gallo” destapado: todo mundo sabe que va y eso que falta un largo año para la candidatura. Sus enemigos, porque claro que los tiene, ya saben a dónde tirar. Se trata de una sucesión in pectore, en la terminología de Jorge G. Castañeda. No hay varios entre quienes repartir los golpes. Jorge Aguilar Chedraui viene creciendo y el edil juega con inventar a otro prospecto que le permita jalar la marca. Pero no hay material. Cabalán nunca maduró y a Mario Rincón lo bajaron al otro día de que lo subieron.

 

 

Aunque apenas lleva un año de gobierno, el presidente de la Angelópolis ya acumula un desgaste importante que las encuestas mostraron desde sus 100 días. La calificación que recibe, de acuerdos con varias investigaciones, es apenitas arriba del 5. No está tan mal como Peña Nieto, pero ve lejos a Moreno Valle. El alcalde Gali no salió tan bueno como el candidato Gali.

 

 

Al desgaste acumulado como edil, además, deberá sumarle el costo ante la ciudadanía de abandonar el gobierno de la capital antes de su Segundo Informe de Gobierno. Aunque se trata de una variable desestimada por los asesores, basta ver el ejemplo de Margarita Arellanes en su aspiración por gobernar Nuevo León: como presidente municipal lideraba las encuestas, pero tras su solicitud de licencia, se fue al tercer lugar, superada por la candidata priista y el independiente Fernando Elizondo. Algo así le puede ocurrir.

 

 

Otro problema es la sucesión: ¿quién se va a quedar en lugar de Gali cuando pida licencia? Si fuera una ausencia definitiva, el cargo correspondería a Gerardo Maldonado Balvanera, medio Yunque desde que fue cooptado con una chamba por el morenovallismo. Y si es temporal, le correspondería al regidor de Gobernación, Oswaldo Jiménez, en quien Gali no confía pese a ser su sobrino. Los regidores afines a Lalo Rivera, por si fuera poco, controlan la mitad de la mayoría morenovallista del cabildo. No parece una situación sencilla.

 

 

El cúmulo del desgaste y complejidades hacen que el alcalde haya tomado una decisión desde hace tiempo: hay que agarrar el 2016 porque a lo mejor el 2018 no llega. Más vale 1.8 en Casa Puebla, que 6 años volando. Por la clase de mensaje, y por el simple hecho de tratarse del Único Informe que va a rendir ante el cabildo, no hay que perderse el mensaje que pueda lanzar el candidato-alcalde Gali. 

 

 

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