Saturday, 27 de April de 2024


El doble reto de los maderistas: vencer y convencer




Escrito por  Arturo Rueda
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Gustavo Madero vive una peligrosa paradoja de acuerdo con las encuestas: aunque la estructura de apoyo es suficiente para ganar, no es el contendiente más conocido, ni el mejor calificado. El senador Ernesto Cordero lo supera en ambas facetas, por lo que tiene una mayor intención de voto según reveló ARCOP la semana pasada. De acuerdo con ella, el ex secretario de Hacienda tendría 59 por ciento de intención de voto.

Con números en la mano, los partidarios de Gustavo Madero afirman que tienen todo para arrasar la reelección en la contienda interna del próximo 18 de mayo. Pero con números en la mano, también, los operadores de Ernesto Cordero-Juan Manuel Oliva están convencidos de que frustrarán la reelección y le darán un nuevo giro al PAN. No se trata de que un bando mienta y el otro diga la verdad: desde cierto punto de vista, ambos tienen la razón. Ocurre que cada bando tiene números diferentes: los maderistas hablan de su capacidad para movilizar al padrón de militantes, mientras que los corderistas hablan de las encuestas que les dan mejor posicionamiento e intención de voto entre el universo posible de votantes.

 

 

En otras palabras, la estrategia de cada bando está totalmente perfilada: los maderistas se van a apostar por la movilización de una amplia estructura cooptada por los gobernadores que lo apoyan —Moreno Valle, Kiko Vega y Guillermo Padrés—, así como por la de 22 comités estatales que habrían comprometido su respaldo. A su vez, los CorderOliva tiene el objetivo de sacar a votar a los militantes libres del PAN, aquellos que en las encuestas manifiestan no estar de acuerdo con la conducción actual de Gustavo Madero, así como su acercamiento e interlocución con Enrique Peña Nieto y el gobierno federal.

 

 

De hecho, Gustavo Madero vive una peligrosa paradoja de acuerdo con las encuestas: aunque la estructura de apoyo es suficiente para ganar, no es el contendiente más conocido, ni el mejor calificado. El senador Ernesto Cordero lo supera en ambas facetas, por lo que tiene una mayor intención de voto según reveló ARCOP la semana pasada. De acuerdo con ella, el ex secretario de Hacienda tendría 59 por ciento de intención de voto, mientras que Madero apenas tendría 40 por ciento.

 

 

Tal cifra vendría a confirmar estudios previos de empresas como el Gabinete de Comunicación Estratégica. Hace dos meses, cuando todavía decidía su participación en la contienda, Josefina Vázquez Mota sin duda era la más conocida y mejor posicionada. Detrás de ella estaba Cordero, luego el ex gobernador de Guanajuato, y al fondo de la tabla, Gustavo Madero, muy castigado en su balance de positivos y negativos.

 

 

De esas encuestas, el dúo Cordero-Oliva concluye que la militancia no desea la reelección de Gustavo Madero, aunque sí la quiere una facción con dinero para movilizar la estructura.

 

 

¿Cómo puede producirse esta paradoja en un escenario cerrado de 220 mil militantes que podrán votar el próximo 18 de mayo? ¿Puede tener Cordero un mejor posicionamiento que Madero, quien presume de 96 mil firmas de apoyo para su registro, alrededor del 45 por ciento del padrón total en disputa?

 

 

A reserva de conocer otras encuestas, parece que Madero tiene una tarea doble: vencer, pero también convencer. En otras palabras: ganar su reelección en la movilización de la militancia, pero respaldado también por la opinión de los panistas convencidos de que es la mejor opción. Y su problema que en las encuestas de militancia abierta no luce como la mejor opción.

 

 

¿Basta ganar entonces únicamente con cañonazos de dinero y movilización de la estructura?

 

 

De ocurrir tal escenario, lo único que se provocará en el PAN es continuar el proceso de resquebrajamiento entre las visiones de lo que debe ser el partido albiazul. Tal conflicto no es nuevo: en 1976 ocurrió algo semejante, cuando la disputa de facciones impidió que presentaran un candidato en las elecciones presidenciales. José López Portillo no tuvo rival ni siquiera en la boleta.

 

 

En los años 90 también pasó cuando los neopanistas desplazaron a los tradicionales. Los bárbaros del norte, como se les llegó a conocer a Maquío y sus huestes, se apoderaron de la interlocución con Carlos Salinas de Gortari, lo legitimaron, pero también obtuvieron importantes ganancias que se consolidaron con la victoria en la elección presidencial.

 

 

¿Puede Gustavo Madero y sus aliados convencer, además de vencer?

 

 

Parece difícil, porque su naturaleza pragmática sólo tiene un argumento: ganar para seguir ganando. En estricto sentido de la teoría política, tienen razón. Los partidos son maquinarias electorales para ganar posiciones de poder. No en balde su lema de campaña es “el camino ganador”. Pragmatismo puro.

 

 

Pero Cordero-Oliva dicen que además, el PAN debe ser otra cosa: un partido más cercano a los viejos ideales que a los nuevos. No se trata de ganar por ganar, sino ganar para qué, con qué objetivo. En ese sentido, enarbolan un discurso de cambio, aunque no a todos les queda claro si en verdad lo encarnan.

 

 

Y he ahí el verdadero eje de la batalla: Madero es la continuidad de sí mismo y de esa facción pragmática. Carga con negativos y el desgaste de su gestión. Pero tampoco hay muchos panistas que dudan de que Ernesto Cordero y Oliva cristalicen ese deseo de cambio. Si no lo logran asumir la personalidad del cambio, los van a arrasar.

 

 

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