Saturday, 27 de April de 2024


Los RafaNiños Cantores se volvieron a equivocar (versión libre)




Escrito por  Arturo Rueda
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Con el derrumbe de todos sus pronósticos, así como la exhibida nacional por prestarse al juego de la propaganda, ahora andan en otro jueguito: la conspiración de opereta. Ahora ya no es importante quién mató al niño José Luis Tehuatlie, las inconsistencias del procurador y su investigación CSI región 4, mucho menos si la mala madre Elia Tamayo cometió el error de llevar a una manifestación a su hijo. Ahora lo importante es descubrir la mano que meció la cuna para desestabilizar al gobierno estatal

Los RafaNiños Cantores de la prensa poblana, y uno que otro de la prensa nacional, apostaron que el escándalo Chalchihuapan no llegaba ni a escandalito. Una y otra vez, lo menospreciaron.

 

 

Que al ingresar la búsqueda en Google, apenas aparecía en dos o tres medios aldeanos. Que ni Reforma, ni la influyente Carmen Aristegui, ni la edición impresa de Proceso habían volteado a ver al niño José Luis Tehuatlie.

 

 

Que Televisa jamás de los jamases iba a tocar el tema, mucho menos el teacher López Doriga.

 

 

También nos quisieron vender que un exhorto en términos violentísimos, lanzado por los 54 senadores del tricolor, en realidad había sido un zafín zafado, un accidente de un burócrata trabajador que ni idea tenía de los grandes acuerdos entre Moreno Valle y el gobierno federal.

 

 

Nos dijeron que el “brillante” abogado Juan Pablo Piña había resuelto el misterio de qué mató al menor utilizando modernas técnicas con cabezas de marranos.

 

 

Y que siete, sí, siete, no seis, ni cinco, ni cuatro, sino siete peritajes de la Policía Científica habían demostrado que un cohetón, no una onda expansiva, era la causa de la herida mortal.

 

 

También nos vendieron la historia de unos probrecitos policías que habían sido rebasados por unos malvados campesinos provistos de “piedras de gran calibre”, tubos y cohetones, con los que pudieron rebasar a una fuerza entrada, con cascos, escudos y armas lanza gases.

 

 

Se equivocaron fatalmente en todos sus pronósticos y afirmaciones.

 

 

Tampoco podían decir otra cosa, porque mantenerla barriga llena cuesta defender lo indefendible.

 

 

No podía ser de otra manera.

 

 

Lo que no era nada, ni escandalito, cumple 21 días de intensivo bombardeo mediático. Se trasladó a la arena política y luego a la institucional.

 

 

Sí, apareció en Reforma. También en el espacio radiofónico de la influyentísima Carmen Aristegui, donde Aurelio Fernández, director de La Jornada de Oriente, habló fuerte y duro. En el número que circula de Proceso se lee el reportaje firmado por el talentoso Álvaro Delgado.

 

 

Tanto creció el escandalito que ayer, nada más y nada menos, fue la nota principal en el portal de El País, que ya antes había incorporado un durísimo artículo de opinión del respetado Jorge Zepeda Patterson en el que Moreno Valle es comparado con el primer israelí Benjamín Netanyahu.

 

 

En estos 21 días, los principales articulistas y columnistas de México tocaron el tema. A excepción de Pascal Beltrán del Río, Carlos Marín y Sergio Sarmiento, toda la opinión publicada condenó al gobierno poblano.

 

 

Una lista distinguida en la que figuran Raymundo Riva Palacio, Francisco Garfias, Carlos Loret de Mola, Carlos Ramírez, José Cárdenas, Ricardo Alemán, Álvaro Delgado, Jenaro Villamil, Francisco Martín Moreno, Katia D´Artigues, Ricardo Raphael de la Madrid, Salvador Camarena, Alejandro Páez Varela, Federico Arreola, Ciro Gómez Leyva, Carlos Puig, Maite Azuela, Julio Hernández y Alberto Aguirre. Y nadie, ninguno de ellos se creyó la versión oficial.

 

 

Los siete peritajes de la Policía Científica, no seis, ni cinco, ni cuatro, sino siete, nunca aparecieron. La PGR no ha rescatado al prestigio de Moreno Valle. Todavía.

 

 

Uno de los probrecitos policías agredidos resultó delincuente. En 2011 fue detenido por trata de personas, y quién sabe cómo, regresó a la corporación. Vaya héroe.

 

 

Y la versión oficial del cohetón se derrumbó porque, de entrevista a entrevista, Carrancá reconoció que no se encontraron rastros de pólvora en la herida mortal del niño Tehuatlie. Y pequeño detalle: que no fue cohetón, sino onda expansiva.

 

 

Con el derrumbe de todos sus pronósticos, así como la exhibida nacional por prestarse al juego de la propaganda, ahora andan en otro jueguito: la conspiración de opereta.

 

 

Ahora ya no es importante quién mató al niño José Luis Tehuatlie, las inconsistencias del procurador y su investigación CSI región 4, mucho menos si la mala madre Elia Tamayo cometió el error de llevar a una manifestación a su hijo.

 

 

Ahora lo importante es descubrir la mano que meció la cuna para desestabilizar al gobierno estatal. Los conspiradores que pusieron rifles lanza gas en manos de policías sin capacitación, con cartuchos caducados y sin la mínima noción de cómo disolver una turba sin lesionados ni muertos.

 

 

En la conspiración de opereta se vuelven a equivocar, así como en su indignada indignación por las exageraciones febriles y esquizofrénicas como los “interinatos”, los “derrocamientos”, los “juicios políticos”, la “desaparición de poderes”, el pandemónium y el apocalipsis.

 

 

Ya lo dijo el filósofo poblano del existencialismo: qué güeva.

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