Todo comenzó a principios del siglo XX, donde surgió esta festividad, y se dice que fue creada en su tiempo para silenciar la ola de feminismo que nacía en ese tiempo en México. No lo dudo. 

En aquella época la mujer se dedicada a su casa, entregada al 100 por ciento a las tareas del hogar era “bien vista”, su vida se sujetaba a la crianza, la cocina y el marido.

Nuestras abuelas son testigos de aquella época, crecieron sin ideales pero con muchas costumbres. Sin educación, pero con hartos quehaceres. Sin derechos, pero con bastantes obligaciones.

El día de la madre en México es sagrado, pocos se atreven a faltarle el respeto, aún en tiempos de cuarentena.

Sin embargo, la celebración no ha podido trascender como muchas mujeres (madres) quisieran, pues en miles de hogares las madres limitan sus esperanzas al hogar, olvidando cualquier sueño.

Si tan sólo pudiéramos capitalizar todo ese gran amor y enojo (cuando insultan a nuestra madre) en apoyo a sus derechos, este país comenzaría a erradicar este machismo que por momentos parece ceder, pero que en el fondo del hogar existe en toda su expresión.

Las madres tienen derecho a la educación. Las madres tienen derecho a desarrollarse profesionalmente. Las mamás pueden criar y trascender. Las madres también pueden aportar la misma cantidad de dinero al hogar, ¡entendámoslo, por piedad!

Si queremos darle un verdadero regalo a nuestras mamás, tenemos que regresarles su libertad. Hoy México necesita más que un día para celebrarlas, sino una vida para respetarlas. Tenemos que erradicar cualquier acción de machismo en contra de ellas y entender que la cocina podemos ocuparla todos.

Nos leemos pronto.