Domingo, 28 de Abril del 2024
Jueves, 12 Noviembre 2020 01:08

La trampa de Soros

La trampa de Soros Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Entretenidos con el último libro de Gibrán Ramírez, hace tiempo que no desempolvamos El capital, de Karl Marx, la obra indispensable para comprender cómo funciona el mundo a fin de transformarlo. Con ánimo más que nostálgico, reflexivo, releo:


 

“El capitalista es tímido por naturaleza pero conforme aumenta la ganancia, se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá adonde sea; con un 20 por 100, se sentirá animado; con un 50 por 100, aventurero; al 100 por 100 se brincará todas las leyes humanas”.

 

George Soros es ese capitalista temerario que “por una ganancia de 300 por 100 no hay crimen al que no se arriesgue”. Ajonjolí de todas las teorías conspiratorias, Soros ha dedicado su vida a sabotear naciones. El modus operandi del magiar es siempre el mismo: so pretexto de promover la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos, además de la libertad de expresión y la transparencia y la rendición de cuentas, invierte en organizaciones no gubernamentales de países del extrarradio capitalista tanto dinero como sea necesario para desestabilizarlos a fin de forzar cambios de régimen que favorezcan a sus intereses económicos.

 

Cualquier inspector Clouseau más o menos atinado observará que la larga mano de Soros –sigamos llamándole Soros por abreviar, por no decir Gates, Sutherland o Slim, u otros renombrados filantrocapitalistas que gustan de imponer agendas públicas a golpe de dólares– mece la cuna de muchos movimientos sociales que desde hace tiempo han venido mezclándose con la izquierda al grado de haberse convertido en su vanguardia. Reconozcámosle su éxito donde otros hemos fallado: el magnate ha logrado impulsar con la misma energía causas tan distintas, a veces contradictorias, como la migración, el feminismo, la autodeterminación de los pueblos, etc.

 

Pero ¿qué tienen que ver los migrantes sirios que se ahogan en las costas de Grecia con las caravanas que habitualmente cruzan México desde Centroamérica para estrellarse en la frontera con Estados Unidos? ¿Qué, las Brujas del mar con Black Lives Matter; el procés catalán con Euromaidán? De un modo u otro, todos estos movimientos tienden a socavar la autoridad de los gobiernos inhibiendo su capacidad de imponer el orden, anulando su uso legítimo de la fuerza, enfrentándolos con la opinión pública; en fin, generando caos.

 

Popperiano avanzado, Soros suscribe el rechazo de su maestro al historicismo y vomita, en consecuencia, todo lo grandioso, sean hombres, naciones o destinos; oculto tras el hipócrita velo filantrópico, no busca otra cosa que debilitar al Estado-nación a fin de materializar la penúltima utopía planetaria, la de un mundo sin razas, sin fronteras, en el que todos hablemos esperanto, y gobernado por la burguesía mundial: “La soberanía de los Estados debe estar subordinada a las instituciones financieras globales”, plantea el autor de The crisis of global capitalism, (Brown & Company, 1998). “El principal opositor a esta idea es Estados Unidos”, añade. (Nada que no se resuelva desterrando al muy soberanista Trump, ¿no?)

 

El ímpetu de los movimientos sociales podría, pues, conducirnos ingenuamente a una trampa, al debilitamiento del Estado mediante la desestabilización, lo cual es incompatible con la naturaleza de los gobernantes, los cuales tienden a concentrar tanto poder como les sea posible desde mucho antes de que Maquiavelo dedicara El príncipe al duque de Valentinois.

 

Inmersa en un proceso revolucionario vertiginoso, la izquierda mexicana no parece percibir la contradicción entre el #TodoMorena y el #6de6, u otros estribillos electorales similares y el #FueElEstado: nuestro gran reto es esquivar el cepo, dar cabida, voz a las minorías que nos acompañan sin debilitar el poder presidencial, fuerza vital para llevar a cabo la transformación nacional.

 

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