Domingo, 28 de Abril del 2024
Martes, 15 Diciembre 2020 01:11

El monstruo de Frankenstein no asusta ni a mi sobrina

El monstruo de Frankenstein no asusta ni a mi sobrina Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Mis vecinos de la acera de enfrente han adornado sus fachadas con banderitas de papel rojas, azules y amarillas; están de fiesta, echan cuetes y vociferan consignas, cada una más fragorosa que la anterior (“No son horas”, pienso. “Que alguien llame a la patrulla”): “¡Abajo el dictador!” “¡Salvemos a México!” “¡Al ángel, al ángel!”.


 

Al griterío lo acompaña el insistente rataplán, rataplán de tambores partos, los cuales, ya lo decía Plutarco, no sirven más que para intimidar, “para confundir el alma”.

 

Construido con restos de los cadáveres regados en el matadero electoral de 2018, a simple oída, el ruidoso monstruo de Frankenstein de la alianza PRI-PAN-PRD parece aterrador, pero al mirar en sus órbitas aguanosas, vacías, descubrimos que es casi inofensivo:

 

La monstruosidad encarna a una oposición débil, desdibujada, derrotada; una de abajofirmantes a quienes no une otra coincidencia que el desprecio rayano en odio al rival en común. Indignos, no se declaran PRIlovers, PANlovers o PRDlovers sino anti-AMLO, anti-MORENA, antichairos; en fin, antitodo. Huérfana de padre y madre, hija de las circunstancias del triunfo apabullante de Andrés Manuel López Obrador, no tiene --ni merece-- nombre. A falta de la chulería mercadológica de rigor (¿Sí por México?), los innombrables que la componen la han denominado TUMOR (Todos unidos contra MORENA), poniéndose de pechito para ser definitivamente extirpados.

 

La abominación es, en lo general, resultado del vacío ideológico de los partidos políticos, una cuita que estos vienen arrastrando desde el final de la Guerra Fría, y en lo particular, producto del pragmatismo más frío, gélido de una oposición desesperada. PRI, PAN y PRD vienen de sufrir un descalabro histórico: el tricolor perdió la presidencia de peor manera que en 2000, no ganando su candidato ni en su propia casilla; el blanquiazul retrocedió décadas hasta su estado pretransicional, hasta los numeritos que tenía en el 97 y el cetrino partido del sol azteca pasó de acariciar el poder en 2006 y en 2012 a rozar la desaparición.

 

Pitágoras no miente: compitiendo por separado, respetando sus sacrosantos idearios, los partidos que dominaron la vida política del país durante tres décadas no tendrían otra aspiración que evitar repetir el papelón de hace un par de años; en cambio, juntos, al menos tienen la oportunidad de intentar romper algunas quinielas, de complicarle algunos cálculos al otro.

 

Llama la atención que su hora crítica, la caballada de la pragmática oposición sea famélica, que no haya entre sus filas estadistas que miren más allá de la próxima elección. En los albores de la poshistoria, releyendo al parcialmente atinado Fukuyama, arrean con un puñado de dirigentes promiscuos que se encontraron en una esquina después de una mala noche y despechados, no se les ocurrió una mejor idea que montarse la orgía más descarada. (¿Les perdonará la militancia su desprecio?, me pregunto).

 

Que los orgiásticos dirigentes no tengan un proyecto de nación serio, otra propuesta que no sea cobrar revancha y mandar a su rancho (en mayúsculas y en minúsculas) al odiado inquilino de Palacio Nacional revela sus verdaderas intenciones: no miran al futuro sino al pasado, no quieren “salvar” nada sino recuperar sus privilegios.

 

Cortos de miras, han dirigido a su Herman Munster directo a la trampa presidencial: no solo porque confirman lo que hemos dicho siempre, que son lo mismo, lo cual los derrota moralmente, sino porque aceptan que la elección de 2021 sea un plebiscito sobre la cuatroté, es decir, sobre López Obrador, lo cual seguramente los derrotará electoralmente.

 

Aliándose contra el político más popular del país, los partidos recientemente repudiados lo elevan a estatura de invencible: “¡Montoneros, vénganse de diez en diez!”

 

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