Mientras el optimismo se va agotando, el pesimismo gana terreno sobre la desesperación de una sociedad que confirma que en lugar de contar con un líder que verdaderamente encabece los esfuerzos de sus gobernados, está luchando desesperadamente para conservar su silla presidencial junto con una serie de obras que en el momento de la crisis sanitaria no vienen al caso.
Y mientras insiste en éstas, las carencias que la misma crisis ha puesto al descubierto dentro del sector salud van creciendo al grado de considerar que ha asumido una actitud negligente.
Tan negligente que no actúa ni en defensa propia, con todas las imprudencias que mantiene de celebrar concentraciones -aunque más moderadas- en las poblaciones a las que acude de gira de trabajo, con la justificación “de no dejar a los conservadores que piensen que no trabaja” en tanto lo prioritario que en estos momentos es la contingencia sanitaria, la encarga al grupo de subsecretarios de salud que hay que reconocer que saben del tema pero no pueden tomar decisiones.
En síntesis así estamos, y pese a que naciones europeas como España e Italia en el día a día nos aportan dramáticas experiencias, aquí en nuestro solar mexicano desperdiciamos la oportunidad de seguir el mejor camino, y en parte se debe a la falta de un líder que no logra guardar su agenda de 18 años de campaña para seguir insistiendo en sus banderas en contra de los corruptos y aprovechados que saquearon al país.
Saqueadores que eran su tema antes de la pandemia y que hoy están en la agenda de sus pendientes porque para el lo primero es defender la silla y convencer de su honestidad para manejar éste país que desde hace 15 meses ya gobierna y al parecer no se ha dado cuenta.
Si bien con una acción de gobierno no se va a controlar la pandemia, hay que tener claro que con sensatez puede actuar para cercarla y que el costo sea menos agresivo sobre todo para al menos 50 millones de mexicanos sin empleo, sin seguridad y con hambre que son la peor amenaza.