Si tomamos en cuenta que entre el contagio de SARS-COV-2 transcurren entre catorce y veintiún días entre las primeras manifestaciones de la enfermedad, su agravamiento, hospitalización y posible fallecimiento, el pico histórico de 424 muertos alcanzados ayer es la cruda del Día del Niño y el Día de la Madre.

En efecto, México y Puebla -con sus 123 contagios de ayer- sufren la cruda de la inconsciencia ciudadana alentada por los mensajes de que ya se había domado la pandemia, expresado por López Obrador en ese mismo periodo.

Se festejó el Día del Niño y después el Día de la Madre. Hoy se sufre.

La estupidez del gobierno y la estupidez de la sociedad se retroalimentaron, demostrando que todos los análisis matemáticos y estadísticos de López-Gatell son pura basura propagandística de un hombre pequeño elevado por la circunstancia a actor político pero sin expertis ni estrategia.

Malo como científico , porque nunca pudo atinarle al pico de la pandemia, y peor como estadístico, pues prefirió abandonar el modelo Centinela.

Tan pequeño es López-Gatell, el zar de la guerra contra el coronavirus, que no pudo esperar ni un día para tomar represalias contra el gobernador Barbosa: esconder la curva epidémica de Puebla y dejarnos a millones sin datos para evaluar el regreso de la industria automotriz.

El subsecretario en su conferencia de ayer presentó los datos del Valle de México, CDMX, Oaxaca, Cancún, Tijuana, Villahermosa, Cuernavaca, Acapulco. Pero no Puebla, una de las principales ciudades atrapados en la escalada.

¿Por qué se comió los datos de Puebla?

Muy fácil: para no darle insumos informativos al gobernador poblano para continuar su inconformidad y a alentar o encabezar a rebelión que existe entre los gobernadores.

Una prueba es que todos están decidiendo cerrar los ciclos escolares aunque Esteban Moctezuma quería esperar al semáforo verde para regresar a los planteles. Pero los gobernadores dijeron no.

La represalia de Gatell es consecuencia directa de los hechos narrados ayer en este espacio: la incomodidad que provocó en los funcionarios federales la intervención del gobernador Barbosa, quien se convirtió en la voz del rechazo a los planes absurdos que privilegian la economía frente a las vidas humanas.

El choque de trenes se ha perfilado porque Barbosa se mantiene en la postura de que no hay condiciones para el regreso del sector automotriz, y que si la movilidad social se desbordó fue por el optimismo retórico presidencial y el anuncio de que se terminaba la jornada nacional de Susana Distancia.

Claro que ni a la secretaria florero ni a López-Gatell les cayó simpática la postura del gobernador poblano. El problema, para ellos, es que Barbosa tiene la realidad de su lado. Una realidad que no destruyen los modelos epidemiológico ni estadístico.

El optimismo no cambia la realidad. Y tampoco pueden deshacerse de ella, aunque tengan montada una estrategia que requiere la colaboración sumisa, de tapete, de los gobernadores.

Como ayer lo establecimos, Barbosa es un gobernador que gobierna, no un tapete ni un florero. En esa misma cumbre les advirtió que tomaría sus propias determinaciones.

Esas determinaciones llegarán hoy, a más tardar el viernes, pues el reloj hace tic-tac para el lunes 25 de mayo en que regresarán los primeros turnos a la planta.

Se avecina una sacudida.