Viernes, 19 de Abril del 2024
Jueves, 08 Julio 2021 04:39

¿Internacionalizar la Amazonía?

¿Internacionalizar la Amazonía? Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

A mediados de los 80, Surinam vivía una guerra civil de baja intensidad que enfrentaba al gobierno y a los guerrilleros descendientes de los esclavos africanos. La presencia de militares cubanos en el país apoyando al presidente Bouterse, además de la muy cercana de las guerrillas colombianas, las FARC y el ELP, justificaron burdamente la puesta en marcha por parte del vecino Brasil del proyecto Calha norte, Canal norte, mediante el cual se buscaba blindar la frontera septentrional del país ante una hipotética amenaza comunista.


 

Entonces, los brasileños comenzaban a dar sus primeros titubeantes pasinhos hacia la democracia: después de dos décadas de gobiernos militares, un civil con simpatías castrenses, José Sarney, habitaba Palácio da Alvorada. Las fuerzas armadas, sin embargo, continuaban influyendo en la vida pública del país; de ellos surgió la idea de atravesar la Amazonía para construir la infraestructura estratégica necesaria para garantizar la estabilidad de la región. Si otros países habían priorizado su desarrollo económico y social frente a los derechos medioambientales, ¿por qué no habría de hacerlo también el gigante emergente sudamericano?

 

La llegada al poder de Jair Bolsonaro, en 2019, resucitó el Calha norte, enterrado al término de la Guerra Fría. Esta vez no es la burda amenaza comunista sino la supuestamente más seria de gobiernos extranjeros y organizaciones no gubernamentales ecologistas e indigenistas la que, según el militar doblado en político, obliga a tomar por asalto la Amazonía. Específicamente, la intervención estatal tiene como fin abortar la posible implementación del proyecto Andes-Amazonía-Atlántico (Triple A), el cual propone que la selva sea considerada legalmente patrimonio global, lo que implicaría una mucho mayor supervisión internacional sobre las acciones de los gobiernos amazónicos. (“Supervisión” es un término suave, por supuesto).

 

En esas intrigas andábamos cuando el gran pulmón del planeta sufrió los incendios más devastadores de los que se tenga memoria. Los fuegos fueron deliberados; los responsables, a decir de las autoridades, fueron agentes extranjeros que buscaban desestabilizar al gobierno o, a decir de la opinión pública, empresarios agroexportadores que buscaban ganarle espacio a la selva para favorecer la crianza de ganado y a las industrias minera y maderera. Internacionalmente, se impuso la segunda versión; los medios de comunicación adjudicaron al presidente brasileño el mote de ‘Nerón’ del Amazonas --acaso con la misma falsedad con la que Suetonio cuenta que el romano tocaba la lira mientras Roma ardía--.

 

Los incendios sirvieron de pretexto para redoblar la presión internacional para conferir un estatus internacional a la Amazonía, Emmanuel Macron, quien por la membresía de Francia, vía Guyana francesa, de la OTCA (Organización del Tratado de Cooperación amazónica) tiene derecho a opinar sobre el tema, lo propone pública, frontalmente. El presidente francés no ha descubierto el agua tibia del Solimões sino redescubierto una vieja narrativa respecto a que Brasil, en beneficio del mundo, “debería aceptar tener una soberanía relativa sobre la Amazonía”.

 

El gobierno brasileño, por supuesto, rechaza enérgicamente la iniciativa francesa de convertir su selva en una Antártida tropical. El sueño húmedo de la internacionalización de la Amazonía encuentra en Bolsonaro, el más inexpugnable obstáculo. En un futuro no tan remoto, sin embargo, los dueños del mundo, esos que hoy ondean banderas verdes como antes ondeaban otras negras petróleo, podrían prescindir fácilmente de él: si antes justificaban sus intervenciones debido a crisis humanitarias reales o simuladas, luego lo harán con la excusa medioambiental. Llegado a ese punto, me pregunto: ¿nos escandalizaríamos sinceramente si aquel corriera la misma suerte que Lula y Dilma, y que muchos de sus vecinos?

 

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