Sábado, 13 de Septiembre del 2025
Jueves, 06 Enero 2022 01:26

2022: ¿Píldora azul o píldora roja? (De vuelta a la matriz)

2022: ¿Píldora azul o píldora roja? (De vuelta a la matriz) Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Enfrentados a una disyuntiva similar a la suya, habiéndose ahogado en la (pen)última ola vírica las esperanzas de regresar a la normalidad este año, me parece que los seres humanos elegiríamos no sé si gustosos o medio a regañadientes atragantarnos con la píldora que nos arrojara literal y figuradamente al fondo de la caverna.


 

Quien en horario laboral responde al nombre de Thomas A. Anderson, un aburrido programador informático al servicio de la muy respetable compañía MetaCortex, y saliendo de curar, al de Neo, un animoso hacker obsesionado con la idea de que nada es lo que parece, está en un dilema: elegir entre tomar una píldora azul o una roja. Si elige la azul, despertará en su cama creyendo que ha tenido un mal sueño; en cambio, si elige la roja, caerá por el agujero del conejo al País de las Maravillas. Esta es su última chance. Luego, no habrá marcha atrás...

 

El momento crucial del clásico de Sci-Fi que estrenará un nuevo episodio en 2022 ocurre cuando del protagonista de Matrix es colocado en el dilema más platónico: en la elección de la píldora subyace la elección entre vivir en un mundo falso como un filete chateaubriand “bueno y jugoso” pero agradable o en uno aterrador pero verdadero como los agudos tentáculos de los centinelas. No es una decisión menor: de ella depende no solo el destino del personaje sino, como se revelará más adelante, el de toda la raza humana.

 

Enfrentados a una disyuntiva similar a la suya, habiéndose ahogado en la (pen)última ola vírica las esperanzas de regresar a la normalidad este año, me parece que los seres humanos elegiríamos no sé si gustosos o medio a regañadientes atragantarnos con la píldora que nos arrojara literal y figuradamente al fondo de la caverna. A golpe de cifras escandalosas manipuladas dolosamente por los medios de comunicación, la COVID-19 nos ha mostrado cuán peligroso es el mundo real; salvo en los últimos reductos de libertad individual donde se queman los quitarrisas con el mismo desparpajo con el que antes, los brasieres, el miedo parece habernos devuelto súbitamente a una edad primigenia en la que nos resultan preferibles las sombras proyectadas en las paredes a la tenebrosidad de la noche.

 

Afortunadamente, este encierro cavernario ¿voluntario? no nos impide continuar con nuestras vidas; gracias a los avances tecnológicos de la última década, no requerimos más que un smartphone sencillito de 4 GB de RAM para ir de compras, visitar el Louvre o cenar con los abuelos sin riesgo de que el primo covidiota nos estornude -¡achú!- en la ensalada. En cierto sentido, la pandemia ha confirmado la tesis social-ficcional de Asimov respecto a que los solarianos -es decir, los humanos- somos capaces no solo de subsistir individualmente sino de prevalecer como especie relacionándonos mínimamente con nuestros congéneres... al menos, en persona.

 

Partiendo de tal razonamiento, las grandes compañías de Silicon Valley han aprovechado la crisis para acelerar el desarrollo de la tecnología de realidad [sic] virtual que eventualmente materializará la pesadilla distópica de los Wachowski, lo que implicará la mayor reestructuración social desde que nuestros antepasados domesticaron la cebada: la construcción del metaverso, el mundo virtual donde pasaremos tanto tiempo como el que ya malgastamos viendo vídeos de gatitos; un lugar seguro que en un futuro (no tan) remoto nos posibilitará desarrollar nuestras actividades cotidianas, trabajar, estudiar o entretenernos, sin quitarnos los Oculus Quest más que para ducharnos. (¿Acaso hará falta asearnos en un mundo donde los peores hedores también serán sustituidos por inodoros ceros y unos?)

 

La inminente revolución del internet, la impostergable transición de las imágenes rígidas en 2D a los espacios en 3D donde interactuaremos mediante avatares moníismos liderada por Meta, antes Facebook, halla en nuestra penosa situación actual condiciones inmejorables para la experimentación de las más avanzadas herramientas de simulación. La arriesgada apuesta futurista de la compañía ha disparado el precio de sus acciones. Maravillados por la magia de Zuck, celebremos, pues, nuestra ignorancia.

 

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