Su origen de Guerrero lo condena, es un estigma, en automático se piensa que Mario Guevara Lázaro formaba parte de algún grupo criminal y su asesinato en las inmediaciones de la Central de Abastos de Puebla se trató de un ajuste de cuentas. Recibió cuatro balazos en el pecho, su hijo que lo acompañaba de copiloto vio todo, lo observó morir y tuvo que dar detalles en la declaración.
En la Central de Abastos de Puebla Mario Guevara era un sujeto muy querido, un cliente frecuente desde hace 25 años. Un hombre trabajador que acudía todos los viernes y lunes a comprar abarrotes, frutas y verduras para llevárselas a Guerrero.
Era un tipo derecho, así lo describieron los grandes comerciantes a quienes les compraba y lo conocían bien. Cuando hacía buenas compras se llevaba hasta dos camiones tipo torton para su estado natal. Ayer quedó tirado bajo la puerta de su camioneta de redilas y adelante el torton. Varios de vendedores estaban destrozados, no lo podían creer.
El comerciante Mario Guevara murió por una ráfaga de balas, seguramente un cuerno de chivo, se dirigía a hacer sus compras a gran escala como todos los lunes. La Central de Abastos es uno de los lugares más seguros para el alcalde Eduardo Rivera, sabe que lo quieren, pero ahora sus omisiones en seguridad dejaron un muerto, un cliente importante para este lugar y para la economía de la ciudad de Puebla.
40 mil pesos diarios por el pase de lista
La situación en el penal de San Miguel parece corregirse, al menos en los primeros días de la nueva directora María del Rayo Mendoza Farfán, quien como acto de presentación ordenó decomisar los celulares, prácticamente, a todos los reos. En este espacio calculamos la semana pasada que había por lo menos mil aparatos.
Y no sólo eso. La exfiscal cambió de penal a los encargados de rentar los celulares, quienes cobraban mil 500 pesos por equipo básico y 2 mil 500 por un aparto con acceso a internet y redes sociales, significaba un negocio de 6 millones mensuales.
También se terminó el acceso fácil a la cárcel, en donde se podía entrar con un billete de 50 pesos perfectamente doblado para que quedara debajo de la credencial de elector. Ahora se debe tramitar un pase en el que se identifique al familiar o al abogado.
Lo que hasta el momento no se ha terminado es el pase de lista, el famoso tache: Día tras día un custodio grita en cada uno de los 27 dormitorios: “la lista”, de inmediato los presos deben meterse a sus celdas, ya sean cuatro, seis o hasta la docena que duermen en una sola habitación.
Detrás de las rejas los reos esperan al custodio que se para frente a ellos del otro lado de los barrotes, entre sus manos sostiene la tabla de bitácora en donde el clip sostiene el listado de los reclusos. El gendarme grita el nombre o apodo de cada uno de los internos de la celda, y ellos responden el pase de lista y entregan todos sus respectivos 10 pesos. En ocasiones se paga lo de todos los vecinos juntos. Después los encierra con llave.
El pago garantiza a los internos que no serán sometidos a los trabajos que nadie quiere hacer: sacar la basura o limpiar los baños. Prácticamente todos pagan. Son dos pases de lista al día, pero sólo se paga uno.
El último reporte oficial indica que en la cárcel de San Miguel cohabitan 3 mil 693 internos y 323 internas, 4 mil 16 personas en total. Esto significa que todos los días en esta prisión el flujo de efectivo que llega a la bolsa de los custodios es de 40 mil 160 pesos y de ahí se distribuye hacia arriba en la cadena de mando.
Ojalá la directora María del Rayo acabe con esta corrupta normalidad.
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