Viernes, 17 de Mayo del 2024
Martes, 20 Septiembre 2022 00:09

Europa, encadenada

Europa, encadenada Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Las protestas inéditas que recorren Europa indican no solo el fin de la abundancia y del sueño europeo sino una nueva realidad geopolítica


 

El último libro de Luis García y Erdmann, Gamal Abdel Nasser, el hombre de su tiempo (2020), ya tiene reservado su lugar en el librero entre unas viejas fotocopias de Where I stand and why, del propio Nasser y una biografía de Eisenhower escrita por un tal Hitchcock que hoy he hojeado por primera vez. La obra del veterano diplomático se antoja buenísima; especialmente, me interesa conocer su opinión sobre uno de los acontecimientos más significativos del s. XX: la nacionalización del Canal de Suez.

 

Imagino que García y Erdmann estará de acuerdo en que la nacionalización del Canal significó más que un triunfo personal de Nasser y la consolidación de la soberanía de Egipto, el acto final—dramático, como suelen ser los actos finales—del colonialismo europeo. La presión de Estados Unidos sobre el Reino Unido para que renunciara a recuperarlo por la fuerza en confabulación con Francia e Israel, es un caso de estudio imprescindible de las relaciones internacionales:

 

Rebasado por la derecha por sus aliados, recordemos, Estados Unidos le declaró la guerra financiera al Reino Unido congelando sus créditos pendientes en el FMI y en el Ex-Im Bank, y amenazándole con rematar sus bonos en libras esterlinas, acción que, de haberse llevado a cabo, hubiera afectado su capacidad de comerciar internacionalmente imposibilitándole cubrir sus importaciones de alimentos y de energía. Sirva la zarandeada épica de los estadounidenses a los británicos para ejemplificar aquello que teorizó Lenin respecto a que en la etapa imperialista del capitalismo la dicotomía clásica entre países colonialistas y coloniales quedaba superada y en su lugar se establecían nuevas formas de relacionarse incluso entre las potencias.

 

En ésta etapa, escribió Lenin, las potencias se articulan como los eslabones de una cadena en función más al capital (económico) que a la fuerza (político-militar) que posea cada una respecto a las otras, colocándose en posición de dominación o de dependencia según sea el caso (El imperialismo, fase final del capitalismo; 1916). Así pues, condicionado por la superioridad económica de Estados Unidos, no debería sorprendernos que el Reino Unido se dejara en las dunas egipcias su estatus de gran potencia; tampoco, pienso, que en similares circunstancias otros se lo estén dejando últimamente en los interminables trigales ucranianos:

 

La guerra energética emprendida por Rusia como respuesta a las sanciones internacionales que le ha impuesto la mal llamada comunidad internacional, coincidiría Lenin, ha desmontado el mito de la supremacía, por un lado, de la Unión Europea, a la cual se le atribuían características de superpotencia por su capacidad de influencia global y por sus envidiables nivel y calidad de vida, y por el otro, de sus principales componentes, Alemania, Francia e Italia, quienes durante décadas se sentaron a la mesa de los adultos sobre una pila de euros y hoy apilan billetes solo para tener algo que echar al fogón cuando llegue el invierno.

 

Las protestas inéditas que recorren Europa como escalofríos indican no solo el fin de la abundancia y del sueño europeo sino una nueva realidad geopolítica continental. ¿Qué quedará de la poderosísima industria alemana sin el suministro de gas barato ruso?, me pregunto; ¿qué, de la cultura francesa al apagarse la Torre Eiffel y de la cocina italiana, al cocerse en frío los espaguetis?

 

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