Domingo, 19 de Mayo del 2024
Martes, 08 Marzo 2022 01:33

Rusia vs. Occidente (Otra de conservadores y liberales)

Rusia vs. Occidente (Otra de conservadores y liberales) Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

La cruzada personal de Putin contra una ideología que considera “contraria a los valores de la mayoría de los europeos” frustró la tesis de Fukuyama; la reacción encabezada por el nuevo gendarme de Europa


 

Leyendo de corrido la historia de Europa, observamos que en lo que toca al continente, la principal consecuencia de las Guerras mundiales fue la transformación de los tres grandes Estados conservadores que a principios del siglo XIX conformaron la Santa Alianza con la finalidad de combatir las ideas liberales de la Revolución francesa doquiera que se manifestaran (Metternich). Tras las guerras, el destino de éstos no sería el mismo; sin embargo, mientras que los sucesores de Prusia y del Imperio austríaco sucumbirían finalmente a los ideales revolucionarios, el del Imperio ruso adoptaría una nueva forma de autoritarismo.

 

El Imperio ruso no transitó hacia la democracia liberal como el austro-húngaro o el alemán, ni se fragmentó ni debilitado fue absorbido por las instituciones del llamado ‘mundo libre’ como aquellos, sino que se reorganizó políticamente en la Unión Soviética, un nuevo Estado cuasimperial que si bien, formalmente se declaraba republicano y democrático, exhibía el comportamiento típico de los antiguos imperios. Hasta su desintegración, a principios de los años 90, ésta constituiría el último reducto del Ancien régime frente al libre mercado, a la práctica de elecciones libres y periódicas, a la libertad de opinión, de prensa o de reunión, y otras peligrosísimas novedades muy populares al otro lado del Muro de Berlín.

 

Con casi un siglo de retraso, el colapso de la Unión Soviética estuvo a punto de resolver, por fin, el anacronismo de que en una Europa predominantemente liberal existiera todavía un ENORME Estado conservador modelado según los Tratados de París (1815). Seguramente, Rusia, la heredera histórica de la Unión Soviética, y por extensión del Imperio ruso, hubiera avanzado por la misma senda revolucionaria por la que antes desbarrancaron sus antiguos aliados si no hubiera sido por Vladimir Putin.

 

La cruzada personal de Putin contra una ideología que considera “contraria a los valores de la mayoría de los europeos” frustró la tesis de Fukuyama; la reacción encabezada por el nuevo gendarme de Europa implicó el intento por su parte de reconstruir la zona de influencia histórica de su país a fin de blindarlo contra la penetración en forma de revolución colorida de tales ideas. (Léase el discurso de Putin en el Club Valdai, en 2013). La campaña, por ahora infructuosa, de Putin de reintegrar manu militari a Ucrania en su guacal es parte a esta estrategia de blindaje:

 

Lo que ocurre estos días en Ucrania es el (pen) último intento de Putin de defender los valores conservadores de Rusia (los de la ‘verdadera Europa’) frente a los del liberalismo que arraigan peligrosamente en sus narices (los de la ‘falsa’). A fin de comprender en toda su magnitud la guerra que últimamente nos pone los pelos de punta convendría, pues, rastrear sus causas 200 años atrás, hasta el día en que María Antonieta (¿o fue María Teresa?) sugirió a sus hambrientos súbditos atascare de brioche.

 

Inmersos en el ‘ojo del huracán’ de la nueva gran guerra de moda, es entendible que tengamos dificultades para situar nuestros días en el gran marco histórico al que corresponden, pero los historiadores del próximo milenio no tendrán tales para anotarlos en el ¿último? capítulo de nuestra era.

 

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