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Martes, 27 Septiembre 2022 00:22

Paz y tregua de Dios (¿Base por pelotazo a la cabeza del canciller?)

Paz y tregua de Dios (¿Base por pelotazo a la cabeza del canciller?) Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

El pelotazo presidencial a la cabeza del canciller le otorga a nuestro país no para para influir en la solución del conflicto ruso-ucraniano pero sí, en el rediseño del Consejo de Seguridad


 

Durante la mayor parte de la Alta Edad Media, Europa vivió asolada por las invasiones vikingas, lo que propició el desarrollo de la industria bélica continental; la finalización de las strandhogg, a finales del s. X, por lo tanto, implicó para el continente un nuevo problema: el desempleo de miles de hombres que, no sabiendo hacer otra cosa que la guerra y no teniendo contra quién guerrear, comenzaron a hostigar a los campesinos pobres. Dada la gravedad de los hechos, al obispo de Anjou se le ocurrió el concepto que posteriormente se conocería como Pax et treuga Dei:

 

Preocupado por la seguridad de su grey, así como por la integridad de las propiedades y los intereses de la Iglesia, en 975, el obispo organizó el primero de muchos concilios pacificadores, el de Puy, en el cual los pobladores hicieron el juramento solemne de vivir en paz unos con otros. Las buenísimas intenciones, como se imaginarán, no serían suficientes para erradicar las guerras así que los sucesivos concilios se centrarían en regularlas prohibiendo so pena de excomunión, por ejemplo, hacerlas entre el miércoles y el domingo y durante la Cuaresma o utilizar la ballesta, un arma que, a decir de San Sebastián, conducía al martirio de una forma extremadamente cruel.

 

A pesar de sus dudosos resultados, el Concilio de Puy podría considerarse el antecedente más remoto de los concilios pacificadores modernos, de Westfalia, Viena o Dumbarton Oaks, en los cuales, los vencedores de las grandes guerras mundiales intentaron con más o menos éxito establecer paces duraderas. En el último de estos, los casi vencedores de la Segunda Guerra mundial concibieron lo que sería el Consejo de Seguridad de la ONU, un organismo que en teoría podría forzar la paz imponiendo sanciones o bloqueos a los beligerantes, o utilizando contra ellos la fuerza bruta… pero que en la práctica ha resultado ser totalmente ineficiente:

 

El Consejo de Seguridad es obsoleto; a todas luces, es evidente su incapacidad ya no solo para solucionar los conflictos comunes, como los de Iraq o Siria, sino, incluso, aquellos que involucren directamente a las grandes potencias, como el de Ucrania. A fin de renovarlo, es preciso, opino, reformarlo regulando el poder de veto de sus miembros permanentes y ampliando el número de estos para hacerlo más plural y representativo de la realidad geopolítica actual, innovaciones que nuestro país viene proponiendo desde hace tiempo (Léase: México y Francia: reformar el Consejo de Seguridad y El baile de las sillas del Consejo de Seguridad).

 

Retomando tales inquietudes, la muy choteada propuesta de paz presentada por el gobierno de México ante el pleno de la Asamblea general de la ONU no debería tomarse a la ligera; el pelotazo presidencial a la cabeza del canciller le otorga a nuestro país pasaporte a lo mejor no para para influir en la solución del conflicto ruso-ucraniano pero sí, en el rediseño del Consejo de Seguridad y al emisario, en lo personal, la oportunidad envidiable de seguir luciendo internacionalmente.

 

(Observándole tan a gusto entre la crème de la crème diplomática es inevitable preguntarse si no estará considerando seguir un camino similar al de su difunto mentor hilando los altos cargos de jefe de gobierno y canciller con el de comisionado para la paz ¡mundial! Esa hipótesis perversa, luego).

 

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