La intensa actividad que ha registrado los últimos días ‘Don Goyo’, como le dicen los lugareños al Popocatépetl, nos está tiznando a todos los que vivimos en Puebla.

 

La verdad vivir con el vuelo de las cenizas todo el día, no es fácil.

 

Sacude el ánimo de las personas obsesionadas por la limpieza.

 

Provoca resbalones.

 

Irritación en los ojos.

 

Y acentúa los problemas broncorespiratorios.

 

Esto además de que obliga a la población a guardarse, a no exponerse a la intemperie.

 

Las recomendaciones para protegerse de los efectos nocivos de las cenizas obliga a no deshacerse del cubre bocas que ya nos habíamos acostumbrado a usarlo a lo largo de los casi tres años de la pandemia del COVID-19.

 

Hoy hay que sumar el uso de gafas para proteger la vista. Hay que tomar mucha agua.

 

Las cenizas hay que barrerlas y embolsarlas para arrojarlas a la basura. Por ningún motivo pretender correrlas al chorro de agua porque se convierten en pasta fuerte.

 

Y aguas, evitar que se vayan por el caño porque se solidifican y obstruyen las tuberías.

 

Mucho cuidado.

 

Y la pregunta obligada ¿hasta cuándo tendremos esta permanente lluvia de cenizas?

 

La respuesta nadie la tiene.

 

Lo más recomendable es encomendarse a ‘Don Goyo’, y seguir esperando que ya tendremos de qué platicar a las nuevas generaciones.

 

Por hoy a obedecer para cuidar la salud y los riesgos de accidentes.

 

Y ni modo, a formar parte de la cofradía de las brujas con escoba en mano y trapito para sacudirlas.

 

Así se vive en Puebla.

 

Como lo dijeron en 1994 los peritos en la materia que le cuidaban el pulso al volcán: “aprendamos a vivir con el volcán”.