Saturday, 18 de May de 2024


Puebla y su pobreza extrema Reflexiones de un problema que lastima a nuestro Estado




Escrito por  Dr. Guillermo Deloya Cobián
foto autor
Un conjunto de textos que han pretendido ser reflexiones orientadas sobre la situación en nuestro Estado conforman esta colección cuyo objetivo es elucidar un problema para proceder a su inmediata atención y su pronta erradicación: la pobreza. En esta tercera entrega el tema a tratar es el de la pobreza extrema en Puebla.

Para hablar del tema en nuestro estado es necesario especificar los cambios de magnitud durante los años recientes respecto del mismo; es decir, qué tanto hemos avanzado o retrocedido respecto de la pobreza extrema en la Entidad a la luz de la información disponible de los organismos nacionales como el CONEVAL y el INEGI.

 

 

            En este sentido, se debe comenzar por definir que éstas instituciones establecen que una persona padece de pobreza extrema cuando tiene tres o más carencias (de las seis enumeradas en entregas anteriores) y que se encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo. Para ser más claros, eso se traduce en que las personas en situación de pobreza extrema disponen de un ingreso tan bajo que aún cuando lo dedicasen por completo a la adquisición de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana.

 

 

            Ahora bien, se debe comenzar por establecer que Puebla tiene más de un millón de personas se encuentra en pobreza extrema (ingreso inferior a los 1,200 pesos mensuales). En el tema, nuestro estado tiene cifras de personas en pobreza extrema en una proporción mayor que la del promedio nacional, solo después de Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

 

 

            De acuerdo con el INEGI, en nuestra entidad se localiza el 9.1 por ciento de los pobres extremos, es decir, que casi uno de cada diez mexicanos en extrema pobreza vive en Puebla. Lo cual la convierte en el cuarto lugar nacional de entre los Estados con este problema, cuestión no menor y desde luego preocupante. Desde luego el crecimiento de la pobreza extrema en Puebla debiera ser materia de alta preocupación en los distintos órdenes de gobierno; sobre todo a la luz de las últimas mediciones estadísticas donde se demuestra que el aumento en el periodo comprendido entre 2010 a 2012 fue del 5.7 por ciento.      

 

            

            Por otro lado, y según datos obtenidos por el CONEVAL, Puebla tenía una tendencia a la baja en el problema en el periodo comprendido entre 2008 y 2010, pasando de 18.3 por ciento a 15 por ciento; es decir, unas 170 mil personas se habían rescatado de dicha situación; situación que contrasta con la realidad actual y que de nuevo enciende todos los focos de atención.

 

 

            Según el propio CONEVAL, en 2012 la pobreza extrema llegó a 863 mil poblanos, por lo que 14 municipios del estado fueron incluidos hace un año en el programa federal Cruzada Nacional contra el Hambre, en razón de que tienen la mitad o más de su población en condiciones de pobreza alimentaria o desnutrición. Por mencionar algunos, los municipios de Camocuautla y Eloxochitlán destacan por su pobreza extrema. En el primero, 6 de cada 10 personas están en esa condición mientras que en el segundo, 62.2 por ciento de su población en condiciones de pobreza extrema.

 

 

            Desde luego al problema de la pobreza extrema se suman algunos otros factores que impiden detener su crecimiento y abatir el problema en nuestro estado: el número de personas que no recibe salario alguno aumentó en el estado del periodo que comprende 2010 a 2012, mientras que en estos mismos años de referencia disminuyó el número de personas que reciben uno o dos salarios mínimos en la entidad.

 

 

            Lo cierto, es que aún cuando el tema debiera ser motivo de toda la atención gubernamental y social a más de uno en el gobierno del estado el tema no sólo no los ocupa, sino que tampoco les conmueve. Lo preocupante es que ante la evidencia estadística no existen reacciones, al menos, instintivas y mucho menos políticas públicas estatales que combatan el problema. Ojalá que nuestras autoridades comprendieran que con informes no se combaten los problemas y que con publicidad no se solucionan las carencias de un estado que exige, hoy más que nunca, resultados y no palabras.

 

 

 

 

 

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