Tuesday, 07 de May de 2024


El peor enemigo del proyecto presidencial de Moreno Valle vive en la SGG




Escrito por  Arturo Rueda
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Algo malo debe haber en el gobierno morenovallista para que la vida de unos campesinos quede destrozada de por vida. Ya ni siquiera hablamos de la ruptura de la convivencia democrática, de la falta de gobernabilidad, de la poca disposición al diálogo. Hablamos de algo más precioso: humanidad. La capacidad de sentir el dolor ajeno, el amor por los semejantes a los que se gobierna. El rostro de crueldad que exhibe @RafaGobernador no puede ser festejado por nadie. Tampoco puede ser un mérito para llegar a Los Pinos.

Ahora se ve que el discurso persistente de Fernando Manzanilla Prieto durante sus meses al frente de la SGG, gobierno de paz, más que una declaración de principios, era una premonición sobre aquello que podría sobrevenir al gobierno morenovallista si perdía el control de su propio poder: el Leviatán se vuelve contra los ciudadanos a los que debía proteger. Sin Manzanilla en la SGG, no hay nadie en el gobierno capaz de ponerle una bolsa de hielos en la cabeza a Moreno Valle. La naturaleza belicosa del gobernador poblano aflora con toda su potencia, ajeno a cualquier ejercicio de pesos y contrapesos. Su sucesor en el cargo, Luis Maldonado, en teoría responsable de la gobernabilidad en la entidad, tiene como prioridad satisfacer sus propios intereses, bucanero al fin y al cabo que ve cercana su estadía en Puebla al darse por satisfecho con el botín conquistado.

 

 

Durante los dos primeros años de la administración morenovallista, el tiempo que Manzanilla Prieto estuvo a cargo de la SGG como jefe de gabinete, nunca se presentaron casos de represión social como el ocurrido en San Bernardino Chalchihuapan. Con su cuñado al frente del tablero de gobernabilidad, es probable que jamás hubiera ocurrido la agresión que tiene hoy al menor de 13 años José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo en cuasi estado vegetativo, cercano a la muerte. Un niño que si vive, tendrá secuelas de por vida, así como el vecino de la junta que perdió el ojo, o al que le deben reconstruir el maxilofacial porque un proyectil se lo deshizo, como demuestran las fotografías.

 

 

No son los únicos que sufrirán las consecuencias. El gobierno anuncia, orgulloso, que tres de los cuatro pobladores detenidos en el desalojo ya recibieron auto de formal prisión sin derecho a fianza por los siete delitos que les acumularon, motín y homicidio en grado de tentativa. Al cuarto se lo aplicarán en cuanto venza la ampliación del término. Los cuatro vecinos de San Bernardino Chalchihuapan tienen destrozada la vida, al igual que el menor de 13 años. Los primeros lo único que pedían era el retorno del Registro Civil a su comunidad. El niño es un daño colateral: paga el pecado de pasar por el lugar equivocado a la hora equivocada.

 

 

Otras 10 órdenes de aprehensión están listas para ejecutarse, aunque se dicen que pueden ser muchísimas más. El presidente de la junta auxiliar ya optó por irse del estado, descuidar a los suyos, antes que caer en la cárcel. Si los encuentran culpables de los siete delitos —¿alguien lo duda?— lo mínimo que recibirán como sentencia son 50 años. ¿Cuál fue su pecado? ¿Defenderse de las balas de goma, de los proyectiles con gas, reaccionar ante la fuerza desproporcionada? ¿Solicitar Registro Civil para no perder dinero, tiempo, para tener un acta de defunción o nacimiento?

 

 

Algo malo debe haber en el gobierno morenovallista para que la vida de unos campesinos quede destrozada de por vida. Ya ni siquiera hablamos de la ruptura de la convivencia democrática, de la falta de gobernabilidad, de la poca disposición al diálogo para resolver los conflictos sociales. Hablamos de algo más precioso: humanidad. La capacidad de sentir el dolor ajeno, el amor por los semejantes a los que se gobierna. El rostro de crueldad que exhibe @RafaGobernador no puede ser festejado por nadie, porque en cualquier momento puede volverse contra ellos. Tampoco puede ser un mérito para llegar a Los Pinos.

 

 

Algo malo debe estar ocurriendo si uno de los más brillantes analistas de México como Ricardo Raphael de la Madrid escribió ayer en El Universal que “Puebla está atrapada entre la arbitrariedad y una lamentable escalada de violencia que reclama un alto definitivo”. O el periodista de Proceso, Álvaro Delgado, a quien le parece que “ni el priista Mario Marín fue tan sátrapa”. La recta final del sexenio parece estará marcada por la difuminación de los logros y el endurecimiento de la política represora para “evitar que algo se salga de control” ahora que ven cercana la presidencia en el 2018.

 

 

Pero con escándalos como este “todo se sale de control”. Y la responsabilidad del endurecimiento del régimen se encuentra en la SGG. Aunque Luis Maldonado se vende como un operador de altos vuelos, está probado que palidece frente a lo que Manzanilla sí podía hacer: contener la belicosidad de un Gobernador al que le gusta la mano dura. Dibujando escenarios, archivando acciones represivas, poniendo la bolsa de hielos necesaria en el momento correcto, dialogando, negociando.

 

 

Pero el jarocho Maldonado tiene otras prioridades. Acomodarse en el regazo de Peña Nieto. Gestionar su ingreso a la Cámara de Diputados presumiendo su neoperredismo. Administrar sus tres fundaciones privadas. Departir con los amigos y tomar una buena copa. Proteger a Jorge Cruz Bermúdez y a Diego Corona Cremean. Continuar el negocio porque ya se acerca el momento de partir. ¿Y la gobernabilidad de Puebla? Pues que se hunda.

 

 

No cabe duda: el peor enemigo del proyecto presidencial de Moreno Valle vive en la SGG. Y otro tanto con Facundo Rosas en Seguridad Pública.

 

 

 

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