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Viernes, 27 Julio 2018 02:32

Del periodismo en los tiempos de López Obrador

Del periodismo en los tiempos de López Obrador Escrito Por :   Arturo Rueda

En este sentido, su fobia a la prensa crítica, no creo que López Obrador sea diferente a cualquier otro político poderoso del siglo XXI. Lo único que cambia es la forma: de la venganza en lo ‘oscurito’ al señalamiento expreso. Siendo sinceros, yo prefiero esto: que te la canten derecha.  ¿Qué molesta entonces? ¿Que las diferencias no se diriman en los comederos de lujo sino en las conferencias de prensa?


 

No, por supuesto que no será tarea fácil hacer periodismo en los tiempos de Andrés Manuel López Obrador. De la dificultad a la imposibilidad, sin embargo, hay una enorme distancia. Y lo digo en referencia al aparente ataque histérico que sufrieron ayer Raymundo Riva Palacio en su columna, y el opinador Ricardo Alemán, quien incluso hizo al tabasqueño responsable de cualquier agresión física que pueda sufrir a manos de sus simpatizantes.

 

Por supuesto que entre periodistas y directivos de medios de comunicación hay mucha incertidumbre por lo que se avecina en la industria del periodismo en los próximos años —porque eso es, una industria— y los signos no son alentadores por varias razones.

 

La principal es la suposición que tenían algunos periodistas de que, al obtener el triunfo en la elección presidencial, López Obrador asumiría una nueva personalidad de jefe de las instituciones, tendría una línea más formal en su expresión, y sobre todo, abandonaría su beligerancia en contra de todo aquello que no se ajuste a su pensamiento, sus causas y su ‘dedito’. Pero era eso: una suposición.

 

En este sentido, López Obrador no se distingue de Peña Nieto, Calderón, Fox, Moreno Valle o cualquier otro político mexicano: los medios que critican, investigan, disienten o descubren lo escondido son declarados enemigos a los que se castiga primero con el presupuesto, y conforme vayan avanzando los agravios, también se irán agravando las consecuencias de esas críticas.

 

¿Esperaba alguien que López Obrador fuera diferente? Quizá la única diferencia es que Peña, Calderón, Fox, Moreno Valle, Marín y compañía operaban sus agravios fuera de la escena pública, y por el contrario, López Obrador lo hace de forma expresa, a ojos de todos.

 

O por lo menos así lo hizo cuando amenazó directamente al periódico Reforma —la prensa ‘fifí’— y de paso a todos los medios de comunicación que no comulguen con su verdad. “Todo esto se ha difundido mucho en los medios conservadores, no se me va a olvidar, no es que quiera actuar yo de manera vengativa. Yo no odio, pero no olvido; yo perdono, pero no olvido", dijo respecto al escándalo de Morena por el fideicomiso del 19-S.

 

Repito: en este sentido, su fobia a la prensa crítica, no creo que López Obrador sea diferente a cualquier otro político poderoso del siglo XXI. Lo único que cambia es la forma: de la venganza en lo ‘oscurito’ al señalamiento expreso. Siendo sinceros, yo prefiero esto: que te la canten derecha.

 

¿Qué molesta entonces? ¿Que las diferencias no se diriman en los comederos de lujo sino en las conferencias de prensa?

 

Donde sí hay diferencia es entre los seguidores de López Obrador y los de cualquier otro político: son máquinas de odio que se expresan libremente gracias a las redes sociales. En su mayoría son repelentes a cualquier razonamiento, evidencia o análisis, y su arma de ataque es el insulto, la amenaza vil, directa, sin escalas, casi siempre propagada por cuentas troll, es decir, sin personajes identificables.

 

Los medios de comunicación críticos a Luis Miguel Barbosa, por ejemplo, hemos sufrido la belicosidad del ex candidato a la gubernatura, de sus ‘paleros’ en redes sociales y hasta de un sector de medios, directivos y reporteros activistas del senador con licencia. Insultos, amenazas, mentadas de madre, amenazas de golpizas, de muerte.

 

La beligerancia la inició Barbosa contra tres o cuatro medios, luego se extendió a los reporteros de esos medios, e incluso reporteros activistas quisieron sumarse a los linchamientos olvidando que son compañeros de profesión.

 

Hasta ahora es casi tabú decirlo, ¿pero cuántos reporteros no formaron parte del ejército invasor de los ‘barbosistas’ en el Hotel MM? Todos ellos, con transmisiones live de Facebook y en sus cuentas de Twitter, dieron por hecho que ahí había una ‘mapachera’. Así lo aseguraron, así lo dijeron, así lo afirmaron.

 

Esos reporteros convertidos en activistas o se equivocaron al reportar una ‘mapachera’ inexistente —algo de lo que deberían retractarse— o atendieron a los intereses de Barbosa, Biestro, José Juan y compañía. En ese sentido, no son neutrales —ni queremos que lo sean— sino parte de la narrativa del fraude electoral.

 

Como sea, sólo la realidad aplacará la beligerancia de López Obrador, no así la de sus ejércitos en redes sociales ni la de sus medios afines para quienes llegó el momento de cobrar las burlas, análisis, cercos informativos y demás desgracias que atribuyen a los ‘medios fifí’ entre 2006 y 2018.

 

Llegó la hora en la que las reses se conviertan en carniceros. Y así como esos medios se las arreglaron para sobrevivir en esos 12 años, algo similar tendrán que pasar con Riva Palacio, Alemán y demás periodistas nacionales que querrán hacer un ejercicio crítico de la Presidencia de AMLO.

 

 Lo único que ha cambiado es la ecuación, el papel que cada uno juega y desea jugar, no las lógicas de entendimiento-ruptura entre el poder y los medios de comunicación.

 

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