Y las masas abandonaron al Rey Sol en el crepúsculo

 

-Crónica-


Arturo Rueda

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Fue la imagen exacta de la pérdida de poder. Una más de sus paradojas. Un Rey Sol en pleno ocaso. Un monarca sin camino para entrar en la historia de Puebla de forma triunfal y que ha decidido encerrarse a piedra y lodo en su interioridad.


Los hombres somos actores con entradas y salidas del proscenio, escribió Shakespeare, y el actor Marín se convirtió en un Rey Lear que asiste inerte a la vacuidad del poder.


Quizá fue la tristeza por el duelo. Quizá que en sus burócratas ya no hay espíritu de regeneración. O que los capitanes del barco no tienen espíritu ni ideas para tomar una nueva dirección y simplemente ven transcurrir el tiempo mientras sus bolsillos siguen engordando.


La metáfora de un régimen agonizando. Sin proyectos, sin metas, sin espíritu. Los días de vino y rosas que se han desdibujado.


Un informe de Gobierno que no llegó ni al gris, y mucho menos a las luces y sombras. Un torero que mueve el capote por inercia pero que ha perdido la adrenalina del riesgo.


Atrás quedaron las grandes masas que gritaban ¡Es un clamor, Marín gobernador!


Las interminables filas de salutación de grandes y pequeños don nadie que buscaban afanosos un guiño, una palmada, un saludo de la estrella refulgente. Un huesito para roer.


En su III Informe de Gobierno, Marín sólo estuvo arropado por sus incondicionales en el Congreso de estado.


Detrás suyo, empleados. En las galerías, más empleados. De frente, entre los diputados, todavía más empleados. En gayola, periodistas identificados como lacayos entre los lacayos.


Marín, dueño de todo, y más solo que nunca.


Sin Zavala. Con Montero abatido. Valentín esperando en el Centro de Convenciones. Rata Ramírez en el punto más lejano de su confianza y Pericles Olivares en el ostracismo del desempleo.


¿Dónde carajo quedaron los fieles del gobernador? ¿A qué lugar se fueron a vivir los marinistas?

***

El marinismo sufre una tendencia reductiva desde su ascenso en el poder.


En su designación como candidato priista a la gubernatura, 40 mil invitados en el estadio Cuauhtémoc, En su toma de protesta, en el estadio Hermanos Serdán, 20 mil. La toma de protesta como gobernador, 5 mil invitados en el Centro de Convenciones más los cientos que se quedaron fuera. Primer informe de gobierno, 4 mil quinientos en el Siglo XXI. Tres mil el año pasado. Ayer, mil ochocientos a duras penas. En su sexto Informe de Gobierno sólo quedará con él, su escolta.


Es la ley del poder. La soledad que produce.


Blindado por sus empleados y aislado de los poblanos al impedir la transmisión de la ceremonia por radio y televisión, Marín se conformó con el mecánico guión de un gobernador que supuestamente escucha a su supuesta oposición y supuestamente agradece los supuestos halagos que le profieren.


Hasta los colores identificatorios del marinismo quedaron atrás. Alguien preguntó:
—¿Y la moda de las corbatas verdes de la campaña?—.
Pues nada, ahora toca un guinda oscuro.


El mini informe, al final, fue un mensaje de 50 minutos en los que se dio cuenta de la producción de totoles, la aplicación de dosis de semen de toro y la producción de truchas y tilapias.


Nadie tenía ganas de aplaudir en el Congreso del estado. Probablemente porque ni razones había.


El gabinete en pleno estaba en la luna. Montero ensimismado en su pena. Pérez Salazar preocupado por no dar el botonazo y matar a un diputado con su evidente exceso de peso. García Ramírez, olvidado en el último de los lugares asignados a los secretarios, cavilando cómo su corrupción y negligencia en el manejo de obra pública le ha hecho perder la confianza de Marín.


Terminado el discurso de Pablo Fernández del Campo, Rocío García Olmedo declaró un receso de cinco minutos que aprovechó para adueñarse de la situación, codeándose con Javier Lozano, Pacheco Pulido y compañía, dueña toda del escenario, mientras el ficticio presidente de la Gran Comisión, Pepe Bailleres, se quedaba sentadito en su curul.


La nueva burbuja del Congreso —Calzonzin Aguilar Viveros, Jorge Ruiz y Luis Alberto Arriaga— departían alegremente.


En punto de las 10:37 de la mañana, justo después de que todas las fracciones a excepción del PAN se hubieran puesto de tapetes, Marín comenzó su insulsa perorata.


A los lados, en las galerías, subsecretarios y titulares de organismo bostezaban sin sonrojo. Arriba, en gayola, los periodistas oficialistas reprimían sus ganas de aplaudir ante la apatía del resto de los invitados.


Apenas una cifra medio despertó al respetable.


—El gobierno estatal en el 2007 ejerció 44 mil millones de pesos— ¿Ah, chingá, pues no se habían aprobado 35 mil en el presupuesto?, preguntó un ingenuo.
—Claro. El resto se lo chingaron, respondió un realista.
—Jajajajaja, rieron los dos.

***

La salutación del III Informe, ya en el Centro de Convenciones, no llegó ni a la hora de duración, cuando en el primero, la fila se extendió por cuatro horas.


A los don nadie y agradecidos de siempre se sumó un nuevo personaje.
Javier López Zavala, dueño del aparato de poder durante tres años, en esta ocasión debió hacer cola para poder saludar al gobernador y ofrecerle sus parabienes. Impensable en otros tiempos. Increíble para los que lo atestiguaron.


Al llegar a Marín, trató de ponerse platicador.


—Ahuecando en el ala— le dijo alguien, que todavía faltan muchos por saludar al gobernador.
Y Zavala se fue añorando sus días de poder infinito.

 

 


 
 
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