Minimalismo y ópera pop para el rector


-Crónica-


Edmundo Velázquez

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El inmueble aún olía a pintura nueva cuando ya entre sus paredes resonaban los pasos del gobernador Mario Marín y del rector Enrique Agüera y detrás de ellos la atropellada muchedumbre que quería ver las bondades y maravillas del Complejo Cultural Universitario.


Rechinando de nuevo fue presentado ya lleno de vida, con saltimbanquis por todos lados, mujeres y hombres presumiendo el body painting y mimos haciendo sus mimadas.


El rector hacía lo suyo: sonreía y saludaba. Con la mano de izquierda a derecha. Ah, también cacareaba que lo suyo, lo suyo, lo suyo, son las megaobras:


“Amigos universitarios. Hace apenas unos minutos en Ciudad Universitaria pusimos la primera piedra de otra megaobra universitaria, otra gran obra de esta institución que será la gran biblioteca central universitaria, un viejo sueño de los universitarios. Una vieja aspiración de tener un recinto extraordinario, central, en donde se pudieran concentrar todos los espacios de un sistema de bibliotecas y bibliotecarios de esta gran institución…”


Al corte de listón y develación de la placa conmemorativa del CCU llegaron desde el empresario consentido del sexenio, Ricardo Henaine, hasta el aspirante a la candidatura panista por la gubernatura, perdón, el aún senador, Rafael Moreno Valle.


También llegaron, para salir en la foto, cómo no, diputados federales como Toño Sánchez, Violeta Lagunes y los legisladores locales como Bárbara Ganime, Malinalli García, Javier Aquino y el petista José Manuel Hernández, que hasta correteaban para mantenerse ilesos entre los empujones con los fotógrafos durante el recorrido por la megaobra universitaria.

 

Un largo paseo


El paseíllo de las bondades del edificio lo valía todo. Inició con el edificio sur del Complejo Cultural Universitario. Ahí el gobernador Marín, el rector Agüera, la presidenta municipal de Puebla, Blanca Alcalá, encabezaban la comitiva en la sucursal del restaurante La Casa de los Muñecos, que tuvo a bien dar de cortesía camarones confitados con un aderezo de mole.


Siguieron por la peña universitaria que en las paredes mostraba escenas de cómic y sillas minimalistas. Después, porque el nuevo complejo tiene de todo, vino la cafetería para que los alumnos de la universidad también puedan comprarse sus Sabritas. A continuación siguieron los talleres para danza y teatro. Ahí en cápsulas de cristal los grupos de la Escuela de Artes ensayaban para el gusto de los invitados, de un lado las de danza hawaiana, del otro los del chachachá. Había hasta belly dance con las alumnas vestidas todas como odaliscas.


Unos pasos más adelante la comitiva llegó al aula donde ensayará la Sinfónica Universitaria, quienes a la llegada del gobernador comenzaron a tocar el Concierto II para Violín de Tchaikovsky.


Poco a poco la comitiva iba disminuyendo, el paseo no parecía terminar entre tantas aulas y espacios. Todo, nuevecito de paquete. Incluso el detalle romántico no faltó y cuando empezaba a anochecer a la comitiva se le invitó a caminar sobre “el paseo del río”, una zona al borde de la calle Cúmulo de Virgo que presume largas piletas de agua que se asemejan a un río bordeadas por una línea de cipreses. La presidenta no podía estar más encantada, el gobernador estaba igual deslumbrado por la megaobra. El rector iba de la mano de un empleado más de la UAP que con micrófono en mano recitaba paso a paso los sitios que pisaban.


Así siguieron por otra hora. Pasaron por los talleres de iniciación artística, donde también en cápsulas ya había uno o dos músicos ensayando como si fueran animales en extinción o piezas de museo. Espacios para producción radiofónica, para el canal de televisión que tendrá la UAP, una biblioteca, un auditorio para 3 mil 500, personas, otro más pequeño, dos salas de cine —que arrancarán con un ciclo de la Nueva Ola del Cine Francés— una librería, espacios para especialización de los profesores —con todo y aulas nombradas como los grandes pedagogos— incluso una galería de arte donde el rector no sabía si una escultura era del artista contemporáneo mexicano Javier Marín o del ya extinto surrealista español, Salvador Dalí.

 

Ópera pop para el rector


El recorrido, aunque no lo pareciera, sí terminó, pero fue alrededor de las siete y media de la noche, cuando en un espacio que servirá como un pequeño Centro de Convenciones inició el concierto del contratenor argentino Fernando Lima.


En su show de cinco rolas de ópera pop, el contratenor aseguró que hizo un huequito en su agenda y hasta le pidió permiso a Sarah Brigthman, para dejar por unas horas la gira donde se presentaron hace dos días en el DF. “Casi no llego”, dijo el artista para la preocupación de su público que solamente le conoce por cantar el tema de una novela de Carla Estrada: Pasión. Que, por cierto, hasta el gobernador lo reconoció:


—Es la de la novela, ¿verdad? —le preguntó el góber a Agüera.


—Sí, claro —dijo el rector con su sonrisa Colgate que no apagó en toda la noche.


Y de hecho, dijo esto Agüera, escuchó la primera canción de Lima, y salió disparado para ir al auditorio donde enunciaría los logros de su último año de funciones, que duró otra hora y media.


Ya a las nueve, con invitados cansados, con universitarios extasiados, con una banda de música, se selló el evento. “Universitarios: esto es para ustedes”, dijo la voz desde el escenario para 10 mil personas donde se presentaría como cierre el cantautor cubano Pablo Milanés.


Pero el que seguía sonriendo, era Agüera.


Puso dos atriles frente a la fachada del auditorio.


Uno para él y uno para el góber.


Cada uno con un botón rojo que al activarlos encendían los centenares de fuegos pirotécnicos que bordearon toda la marquesina del inmueble y los edificios contiguos. Minutos más adelante compartió unos momentos su escenario con la presidenta Alcalá para que también desde su espacio viera los fuegos pirotécnicos.


El mensaje era claro.


Agüera quemó todos sus cartuchos en esa noche de fuegos artificiales.

 

 

 

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