En el ensayo, los niños debían ponerle nombre a seis objetos que desconocían. Y se les sugería que, para llevar a cabo la tarea, pidieran ayuda a un adulto.
Al enseñarles las fotos de dos sujetos a los que no conocían y pedirles que indicaran cuál de ellos creían que sabría la respuesta (y por lo tanto a quién le preguntarían), los chicos escogían mayoritariamente al sujeto con el rostro más bello como informador "fiable".
"Los niños confían más en las personas con rasgos faciales atractivos, pese a que no hay ningún motivo para pensar que eso les haga tener más conocimiento o más información", concluye Igor Bascandziev, coautor del trabajo que publica la revista British Journal of Developmental Psychology. Su objetivo ahora es determinar si esa predisposición se mantiene a medida que crecen.