En el texto, que se había anunciado en julio pasado, el Papa denuncia que en muchas partes del mundo se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa, origen de muchos males de la sociedad, en primer lugar del egoísmo que niega el espíritu de la fraternidad y genera múltiples formas de corrupción, como en la formación de las organizaciones criminales que, minando profundamente la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona.
“Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero, así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres”, escribe el Papa.
En su mensaje también subraya los horrores que traen consigo la prostitución, que cosecha víctimas entre los más jóvenes, la abominable trata de seres humanos, el abuso contra los menores, la esclavitud presente en muchas partes del mundo y el fenómeno de la emigración que, escribe, especula indignamente en la ilegalidad.
Para combatir estos males, Francisco dice que se necesita un realismo de la política y de la economía que, subraya, no pueden reducirse a un tecnicismo privado de ideales que ignora la dimensión trascendente del hombre. “Sólo si aceptan moverse en un espacio más amplio”, explica el Pontífice, “la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y convertirse en un instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz”.
Más adelante subraya que “en un mundo cada vez más interdependiente no puede faltar la fraternidad que venza la difusión de esa globalización de la indiferencia; la globalización de la indiferencia debe ser sustituida por una globalización de la fraternidad”.
En su mensaje recuerda que “la fraternidad toca todos los aspectos de la vida, incluida la economía, las finanzas, la sociedad civil, la política, la investigación, el desarrollo, las instituciones públicas y culturales”, y propone “el camino de la fraternidad, para dar un rostro más humano al mundo”.
Abordando el tema central de esta Jornada Mundial de la Paz, el Pontífice dirige “una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas: redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que hay que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza”.
Durante la presentación del mensaje pontificio, Vittorio Alberti, un laico experto en cuestiones religiosas, remarcó que en su texto “Francisco condena la corrupción del crimen, pero también definió con fuerza un sentido de colectividad, siguiendo dos fundamentales directrices: la libertad y la solidaridad.
