Thursday, 25 de April de 2024


Las masas y el futbol




Escrito por  José Zenteno
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Es increíble el poder del futbol sobre las masas. No importa si el aficionado es culto, letrado y lleva a cuestas grandes responsabilidades, su pasión irracional es igual que la de un hombre sencillo, inculto y carente de exigencias. Es cierto, “el futbol nos une”, democratiza el acceso a la felicidad, a la ilusión e incluso a la evasión de la realidad, al menos por algunos instantes.

Mi esposa, que se escapa del efecto trastornador del futbol, me cuestiona por qué cae uno víctima de un juego tan simple, “ver como un grupo de gente persigue y golpea una pelota no tiene mucho sentido, es hasta primitivo”. Le expliqué que jugarlo es mucho más complejo de lo que parece, se requiere de una gran preparación físico-atlética, de muchos años de práctica para adquirir la técnica de control y golpeo del balón, y que jugarlo en equipo con una estrategia y en orden es cosa bastante difícil. No quedó muy convencida pero al menos ya respeta un poco más la naturaleza del juego.

 

 

Lo que no le expliqué y quizá sea lo que más despierta pasión, es el enorme desgaste físico y emocional que conlleva un partido de futbol. Probablemente por esa razón la mayoría de las expulsiones ocurren en el segundo tiempo de los partidos, cuando la mente y el cuerpo están agotados, y las emociones toman el control de las decisiones de los jugadores. Nadie que no lo haya jugado puede entender a qué me refiero, porque esos continuos arranques con o sin balón, choques con rivales, recortes, movimientos de cadera, y golpeteo de balón, constituyen una actividad de gran desgaste pero al mismo tiempo produce un gusto tan particular por jugar.

 

 

El juego es lo más básico del ser humano. Cuando niños aprendemos a relacionarnos con el mundo jugando, y el futbol nos permite jugar con muchos recursos de que disponemos, ya que se involucran habilidades físicas y cualidades personales de muchos tipos. Lo mismo la velocidad al correr que la habilidad al burlar un contrario o la precisión al dar un pase, hacer un tiro a gol o hacer una atajada de portero. Coordinación, velocidad, habilidad, técnica, estrategia, juego en equipo, se combinan con la inteligencia, personalidad, carácter, valentía y fortaleza mental de los jugadores.

 

 

Eso es el futbol y por eso soy uno más de los millones de enajenados con la Copa del Mundo y también de los millones de mexicanos decepcionados de cada 4 años.

 

 

Lamentablemente este deporte es un negocio que genera miles de millones de dólares y como tal tiene intereses poderosos que lo gobiernan. Cada mundial somos testigos de la lucha entre el interés económico y el deportivo. Casi siempre y de algún modo termina por imponerse la necesidad económica, de ahí que los equipos nacionales estén condicionados a los caprichos de los patrocinadores y a los intereses de la federación internacional. Los dueños del futbol no son los jugadores, ni los entrenadores o los árbitros, sino un grupo de personas que encuentran en el juego una manera de producir ganancias. La justa deportiva es un espectáculo para el control (y la extorsión) de las masas.

 

 

Apenas habían pasado unos minutos de terminado el partido donde México pierde ante Holanda cuando ya circulaban los mensajes de justificación ante la derrota. Las empresas patrocinadoras de la selección mexicana, televisoras, políticos de todos los niveles desde el presidente de la República, legisladores, gobernadores y presidentes municipales, hasta los federativos que son dueños -o empleados de los dueños- de los equipos profesionales, salieron a “agradecer el esfuerzo de nuestro equipo” como si con eso se hubiese ganado algo. El interés de todos esos “voceros de la mediocridad” es minimizar el efecto negativo de la derrota en el ánimo de un pueblo carente de oportunidades y de esperanza, particularmente azotado por una profunda crisis social y económica.

 

 

Todos esos que hoy salieron a alabar al “Piojo” Herrera y sus muchachos luego de la derrota, son los mismos que se benefician por la ilusión que despierta el juego en millones de mexicanos, pero ante la frustración de que nuestro equipo sea eliminado por sexta vez consecutiva en la misma instancia, a ellos les puede ocasionar grandes pérdidas.

 

 

A los patrocinadores no les conviene que sus marcas se asocien con un equipo perdedor. A las televisoras que inflan y crean héroes de la nada, no les conviene perder credibilidad y audiencia porque ello significa menos ventas de spots. Al quitar el distractor de la selección nacional, los políticos vuelven a ser objeto del escrutinio público, particularmente en estos momentos en los que se discuten reformas profundamente impopulares.

 

 

La borrachera que nos pusimos con la ilusión de que ahora sí los nuestros llegaran al quinto partido, es hoy una resaca colectiva de frustración y es emblema de nuestra incapacidad de salir adelante como país. Así el poder del futbol en las masas.

 

 

Escribí en mi cuenta de Twitter antes del partido contra Holanda “Sea cual sea el resultado del partido de hoy, México seguirá siendo el mismo país con todas sus contradicciones”. El 24 de junio antes del partido ante Croacia publiqué “Es solo un partido de futbol, si nuestro equipo gana todo es optimismo, si pierde entramos en depresión”.

 

 

Ganar o perder en un mundial de futbol no cambia nada realmente, pero ¿a quién le importa la realidad cuando la percepción es lo único que trasciende? A mí por lo pronto, me tiene muy triste la derrota.

 

 

 

 

 

 

 

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