Thursday, 18 de April de 2024


El Archipiélago Gulag de Moreno Valle




Escrito por  Arturo Rueda
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Desde el punto de vista politológico, un régimen autoritario se caracteriza por eliminar cualquier rasgo de pluralismo o disidencia política, por la vía legal o ilegal. En su defensa de la única verdad permisible, la oficial, el político autoritario es capaz de recurrir a cualquier mecanismo que impida la libre circulación de ideas para destruir la competitividad electoral. En casos extremos, como el nazismo de Hitler o el comunismo de Stalin o Mao, los disidentes son enviados a campos de concentración

Curiosos ladrones habitan Puebla. Eligen como víctimas a políticos, activistas, ex funcionarios o personajes relacionados con la actividad periodística para atracar sus casas u oficinas. No son ladrones normales: con aparatos electrónicos, joyas o dinero en efectivo a la vista, prefieren robarse computadoras y documentos personales. Desprecian bienes muebles por los que podrían obtener más dinero. Las víctimas de este modus operandi tienen otra característica en común: son críticos de la política autoritaria de Rafael Moreno Valle. Han denunciado excesos, participado en marchas, escrito de ellos con pluma afilada. Inevitablemente, ser disidente en Puebla conlleva el peligro de encontrarse a estos ladrones más interesados en la información que en el atraco en sí mismo y los beneficios económicos que puedan reportarles.

 

 

Con el asalto a su casa de gestión, el caso del diputado federal Enrique Doger es el séptimo personaje crítico al morenovallismo que sufre el mismo modus operandi, lo cual no lleva a preguntar cuándo se detendrá esta oleada de intimidaciones, sino quién será el siguiente en perder su computadora y datos personales a manos de esta curiosa banda de asaltantes, que, por cierto, no le quita el sueño al procurador Víctor Carrancá.

 

 

Antes que a Doger, le tocó a Rodolfo Ruiz y Blanca Patricia Galindo del portal e-consulta, al líder del sindicato de telefonistas Marco Mazatle, a la panista Ana Teresa Aranda, al director del portal Poblanerías, Luis Enrique Fernández, a nuestro querido monero Elmer Sosa y al ex juez Enrique Romero Razo. Primero la solidaridad con todos ellos, después la indignación: en Puebla, la disidencia comienza a convertirse en un riesgo para la seguridad patrimonial y la integridad personal.

 

 

Como escribiría el clásico, no podía ser de otra manera. Desde el punto de vista politológico, un régimen autoritario se caracteriza por eliminar cualquier rasgo de pluralismo o disidencia política, por la vía legal o ilegal. En su defensa de la única verdad permisible, la oficial, el político autoritario es capaz de recurrir a cualquier mecanismo que impida la libre circulación de ideas para destruir la competitividad electoral. En casos extremos, como el nazismo de Hitler o el comunismo de Stalin o Mao, los disidentes son enviados a campos de concentración para “reeducarlos” o simplemente eliminarlos.

 

 

Puebla es un Archipiélago Gulag gobernado por Moreno Valle.La violencia política va in crescendo. La guerra sucia está desatada, y ante la imposibilidad de enviar a sus críticos a un campo de concentración, el régimen quiere hacer acopio de información para descalificar a sus críticos en los medios de comunicación a modo y desvirtuar su acción política. La guerra sucia ya es una realidad. Basta, por ejemplo, leer la columna de Arturo Luna y sus revelaciones sobre el papá del regidor Iván Galindo, a quien creían controlable y una vez demostrado que no lo es, le dirigen ataques personales a su familia.

 

 

Tampoco podría esperarse otra cosa de un político como Moreno Valle que ama la democracia como fachada, pero en interiores es abierto prácticamente de los actos más rudimentarios del autoritarismo. Simplemente, es imposible disentir de él. Sus colaboradores no pueden hacerlo y menos todavía aquellos que se sienten legítimamente decepcionados. En un sistema democrático, la crítica legitima y es condición sine qua non para que los ciudadanos puedan formar sus preferencias electorales.

 

 

Por supuesto, tras los hechos de Chalchihuapan y la muerte del niño José Luis Tehuatlie, en muchos aspectos Moreno Valle se encuentra con las manos atadas. Al circo solamente le falta un periodista preso, un activista accidentado, un político detenido. Por eso sus mecanismos de intimidación son de baja intensidad todavía: un robo, una amenaza, un ataque cibernético a un portal. Pero nadie descarta una escalada. Como lo estableció el politólogo J.J. Linz, las acciones del régimen autoritario buscan incrementar el miedo social a la participación política.

 

 

Por ello el régimen tomó como un triunfo que los 10 mil manifestantes de #PueblaDeLuto se convirtieran en unos cuantos cientos la tarde del sábado en la #CadenaHumana. Creen que entre su estrategia para confundir sobre los hechos ocurridos en Chalchihuapan, la promoción telenovelera, los baños de pueblo para lucir en fotografías y ahora el pan y circo con Miguel Bosé para el festejo patrio, la cuestión ha quedado zanjada.

 

 

Moreno Valle calcula mal: la legitimidad del régimen se partió y ya no admite reparación. El consenso acerca de su administración se rompió, tal como lo demuestran las encuestas de su evaluación ciudadana que pronto se harán públicas. Del 61 que andaba antes de Chalchihuapan ahora se estacionó en niveles de 56. Es decir, el Góber Bala está reprobado en las encuestas.

 

 

El Archipiélago Gulag de los regímenes autoritarios siempre termina fracasando. Al encarcelar, robar, madrear a sus críticos, solamente les da relevancia y la posibilidad de convertirse en un Madero, en un Mandela, en un Solzhenitsyn. Les da visibilidad y los señala como un peligro. Una vez iniciada la dinámica social de repudio a un gobierno, ya no puede detenerse. Los hechos, simplemente, son subversivos, como escribe el historiador Timothy Arton Gash. Y que siete activistas, políticos o periodistas hayan sufrido el mismo atraco, el mismo modus operandi, no es una casualidad.

 

 

 

 

 

 

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