Tuesday, 07 de May de 2024


Tres lógicas ocultas para el PRI en la minigubernatura de 2016




Escrito por  Arturo Rueda
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Tercera lógica: si el proyecto presidencial luce consolidado para 2016, es previsible que el PRI mande a toda la caballería para frenarlo desde Puebla. Lo sabe el gobernador que ya pone todo su empeño en asegurar un sucesor leal. De lo contrario, 18 meses de escándalos en la prensa nacional por malos manejos del erario poblano

Mientras el morenovallismo tiene una hora de ruta para 2016 con Cabalán Macari Álvaro, riesgosa pero clara, en el PRI no tienen la menor idea de cómo proceder a la construcción de una candidatura que sea competitiva para disputar con éxito Casa Puebla. Los tricolores están por la calle de la amargura. Sus mejores cartas por el índice de conocimiento, los ex alcaldes Blanca Alcalá y Enrique Doger tienen un altísimo nivel de negativos de acuerdo con la última encuesta de Mas Data presentada hace dos semanas. Sus cartas más competitivas no lo son tanto. Otro aspirante posible, como Juan Carlos Lastiri, apenas tienen 28 por ciento de conocimiento en la capital, por lo que salvo en Zacatlán, no existe en el resto del estado. Si esos son los números de los tres principales gallos, ¿qué pueden esperar otros bateadores emergentes como Jorge Estefan Chidiac, Pepe Chedraui o Guillermo Deloya?

 

 

Recordemos que la estrategia morenovallista para el delfinazgo en 2016 parte de una premisa: ningún priista de nivel querrá jugarse una fortuna para gobernar solamente 18 meses. En parte es cierta, pero existen otras lógicas subyacentes ocultas.

 

 

La primera: más vale pájaro en mano, que ciento volando. La candidatura a Casa Puebla en 2016 haría feliz a cualquier de los gallos tricolores, porque a lo mejor en 2018 no les cae nada. De una hipotética victoria de seis años, a un gobierno real de 18 meses, todos van a ir a lo seguro. Es la naturaleza de los políticos: no le hacen el feo a nada. Carecen totalmente de escrúpulos. Y si Peña Nieto los elige para dar la batalla, gustosos irán al frente.

 

 

La segunda: una eventual derrota en 2016 puede convertirse en una victoria en 2018.En efecto, el posicionamiento logrado en los meses de campaña por la minigubernatura los convertiría en el rival a vencer por la candidatura de 2018, además que en ese mismo año se jugará el Senado, la primera cámara en la que habrá reelección. Con un porcentaje de conocimiento superior al 75 por ciento en todo el estado, habrá asegurado una de esas tres posiciones. Nada despreciable por el “sacrificio” de ir a buscar la gubernatura.

 

 

Tercera lógica: si el proyecto presidencial luce consolidado para 2016, es previsible que el PRI mande a toda la caballería para frenarlo desde Puebla. Lo sabe el gobernador que ya pone todo su empeño en asegurar un sucesor leal. De lo contrario, 18 meses de escándalos en la prensa nacional por malos manejos del erario poblano, harían inviable que el PAN o el PRD lo presentarán como su candidato a Los Pinos.

 

 

Para nadie es un secreto que la aspirante mejor posicionada, hasta antes de noviembre, era Blanca Alcalá. Pero la senadora después de su voto a favor de las reformas hacendaria y energética, carga una losa pesada que es difícil de remontar. Sus negativos se dispararon al 36 por ciento, y su coeficiente de intención de voto es de -21. Imposible ganar con esos números la elección a la gubernatura: ni de la de 2016, ni la de 2018, ni la de nunca.

 

 

La senadora, sin embargo, afirma en entrevista con CAMBIO que todavía es temprano para juzgar sus crecientes negativos tras las reformas. Estudiosa del fenómeno electoral, sabe que borrar negativos es tarea difícil, pero no imposible. Lo hizo López Obrador en 2016 luego de seis años de inclemente castigo mediático. ¿Puede hacerlo ella? Depende si en verdad la reforma energética trae crecimiento, empleos, combustibles más baratos y mejores salarios. Sin eso, poco podrá argumentar de su voto a favor de la privatización del sector energético.

 

 

El mismo caso, y la misma apuesta, hace Enrique Doger.El único priista con victorias electorales en la capital en la última década resiente también su voto a favor de las reformas impopulares. Su factor de intención de voto es de -16, apenas un poco mejor que el de la senadora. Su apuesta de recuperación es que las promesas de Peña Nieto con la reforma energética se vuelvan una realidad.

 

 

Pese a su acelerado activismo desde el gobierno federal, Juan Carlos Lastiri todavía carece de un posicionamiento competitivo. Pero está empeñado en construirlo: con cualquier pretexto se hace presente en Puebla, envía boletines de sus actividades todos los días, hace alianzas con diferentes grupos y ya siente en su poder la dirigencia estatal del tricolor. ¿Lo mejor? Que su conocimiento es tan bajo que sus negativos también lo son. Puede construir.

 

 

Dos cartas aparecen en el horizonte: los diputados locales Víctor Giorgana y Pepe Chedraui. El primero disfrutará a lo largo de 2014 de la exposición mediática que da la Junta de Coordinación en el Congreso y luego, en 2015, previsiblemente buscará una diputación federal. Si su conocimiento estatal llega al 50 por ciento puede convertirse en posibilidad. En el caso de Chedraui, una cuidadosa estrategia avalada desde el gobierno federal también puede hacerlo crecer.

 

 

 

 

 

 

 

 

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