Tuesday, 07 de May de 2024


El sermón de la montaña de Juárez Cisneros: no a los cañonazos




Escrito por  Arturo Rueda
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No suena ilógico el proyecto de reestructuración que emprenderá René Juárez Cisneros: mirar hacia el propio ejército antes que al rival. Calibrar las propias fuerzas, medir las lealtades, meter en cintura. En resumen, acabar con la anarquía de los priistas poblanos. O mejor dicho, cortar de tajo la sumisión a Casa Puebla y recordarle a quién auténticamente deben su lealtad

Lo que más se agradece a René Juárez en su presentación como delegado regional del PRI en Puebla fue la franqueza con la que habló a los tricolores poblanos, sin los circunloquios o eufemismos dinosáuricos con los que usualmente se conducen. Tampoco hubo bravatas ni amenazas veladas al estilo del capo del cártel de Colima. El ex gobernador de Guerrero sabe que el problema no está en Moreno Valle, sino en sus propios correligionarios. No se trata de únicamente de la canibalización de las elites, sino de su espalda flexible para comer de la mano del Señor de Casa Puebla. La primera tarea, pues, es barrer y arreglar la casa. Asegurar la lealtad de los propios. Nombrar a un dirigente estatal que sea aceptado por los todos los grupos, y que todos éstos tengan lugar en el Comité Directivo. Luego de eso, vendrá la disputa por las candidaturas del 2015 y 2016.

 

 

No suena ilógico el proyecto de reestructuración que emprenderá René Juárez Cisneros: mirar hacia el propio ejército antes que al rival. Calibrar las propias fuerzas, medir las lealtades, meter en cintura. En resumen, acabar con la anarquía de los priistas poblanos. O mejor dicho, cortar de tajo la sumisión a Casa Puebla y recordarle a quién auténticamente deben su lealtad.

 

 

“El Negro”, como apodan en Guerrero a Juárez Cisneros, sabe de derrotas. Su estilo de gobierno rudo, cuasi tecnocrático por haber hecho la mayor parte de su carrera política como titular de las secretarías de Finanzas y Planeación, dejó como consecuencia que el PRI perdiera la gubernatura. Nunca supo cómo parar al popular empresario Zeferino Torreblanca: primero le entregó la alcaldía de Acapulco y luego Casa Guerrero. Tras seis años en la banca, compitió al Senado en 2012, y aunque perdió la fórmula del PRI, llegó al escaño como primera minoría. Así que en los últimos años, la carrera política del “Negro” tiene más sombras que luces. Sabe qué ocurre cuando el PRI pierde el poder y las dificultades para reorganizarse. Lo ha vivido en carne propia.

 

 

El planteamiento discursivo del guerrerense indica que también en el CEN tricolor han modificado su estrategia. César Camacho e Ivonne Ortega entendieron que menospreciar a Moreno Valle fue un error, pero también a la militancia poblana a la que creyeron poder avasallar. Con un estilo autoritario, impusieron a Pablo Fernández del Campo, con pésimos resultados porque nunca hubo una auscultación entre los grupos. Se fueron con la única versión de Juan Carlos Lastiri. Los resultados están a la vista: tan caricaturizado está el dirigente estatal del PRI que en el Congreso solamente le dieron la presidencia de la Comisión de Ciencia y Tecnología.

 

 

Los sabelotodo del CEN tricolor aplicaron la misma receta autoritaria a la hora de elegir candidato a la alcaldía de Puebla cuando escogieron a Enrique Agüera Ibáñez: no consultaron a los liderazgos, no negociaron con los grupos y nuevamente recurrieron a la imposición en el edificio de Insurgentes Norte. El dedazo no funcionó porque no se puede aplicar a un entorno complejo como el que vive el partidazo en Puebla.

 

 

Según comunicó Ivonne Ortega al acompañar a Juárez Cisneros, ahora sí el CEN se va a tomar las cosas con calma para evitar el catastrófico error de la imposición. Al tiempo de desmentir la designación de Alberto Jiménez Merino, anunció un proceso de auscultación en el que dialogarán con todos los aspirantes, incluido el propio delegado de Sagarpa, José Luis Márquez y Rocío García Olmedo. Incluirán a todos los grupos. Pero antes de eso designarán al delegado para Puebla, alguien que haga pareja con el guerrerense, y la terna todavía se encuentra el colmilludísimo Fidel Herrera Beltrán. La consigna es disciplina interna, cerrar filas ante el enemigo.

 

 

El diagnóstico del CEN, por una vez, dio en el clavo: el ejército tricolor es propenso a la infiltración por hambre, por satisfacerse con platos de lentejas como el “cochinito legislativo”. En la inanición, los priistas están propensos a la cooptación. De eso también sabe René Juárez Cisneros, que como gobernador de Guerrero repartió los beneficios de presupuesto a conveniencia. No sorprende entonces que su primer llamado sea a rechazar los cañonazos morenovallistas de dinero, los ofrecimientos, las prebendas, los sobres que salen desde Casa Puebla. El amor al erario es la causa de la división primera, de la falta de lealtad.

 

 

Hace bien en predicar la austeridad, el llamado a la disciplina. Otra cosa es que le hagan caso: a él, a Ivonne Ortega y a quien designen delegado en Puebla. Que los Lastiri, Alcalá, Doger, Zavala y Marín en verdad dejen de privilegiar sus intereses individuales para ahora sí, priorizar el espíritu de cuerpo. Porque la sermoneada de ayer causó buena impresión, pero de ahí a materializarse hay una gran distancia.

 

 

En la política, sin embargo, hay simbolismos. Pablito empezó con el pie izquierdo cuando fue nombrado líder con una foto en redes sociales, el clásico cupulazo. El capo del cártel de Colima se equivocó cuando llegó lleno de bravatas, no de razones. Enrique Agüera empezó estrellado cuando en su primer discurso no asumió el papel opositor que la campaña le requería. “El Negro” Juárez Cisneros, por lo menos, dio una buena primera impresión.

 

 

 

 

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