Friday, 26 de April de 2024


El morenovallismo calla ante el regalito a Oceanografía: nadie sabe nada




Escrito por  Arturo Rueda
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Ni siquiera el capítulo económico de la concesión de la autopista Audi queda claro. El 29 de abril de 2011, Moreno Valle señaló que la carretera costaría alrededor de 2 mil 600 millones de pesos, más los 100 que el gobierno ya había erogado para liberar el derecho de vía. Luego, el entonces secretario de Infraestructura, Antonio Gali Fayad, dijo que la Cuapiaxtla-Cuacnopalan tendría un costo de mil 662 millones de pesos. ¿Entonces?

Han pasado más de 72 horas desde que la PGR intervino a Oceanografía, una semana desde que fue inhabilitada para tener contratos por 21 meses con cualquier nivel de gobierno, y nadie en la administración morenovallista atina a explicar qué va a ocurrir con la Autopista Audi que la empresa emblema de la corrupción panista recibió en adjudicación directa a finales de 2011, con una duración de 30 años. Nadie sabe nada y nadie quiere explicar nada con el objetivo de escapar del escándalo que sacude los mercados financieros de México y Estados Unidos. Ni el secretario general de Gobierno, ni el titular de Obra Pública, ni mucho menos la contralora encargada de despacho. A la Cuapiaxtla-Cuacnopalan debían renombrarla como la Autopista Incómoda.

 

 

Para quitarle el tufo a corrupción, el gobierno morenovallista debería explicar cómo y por qué decidió entregarle la concesión a la empresa de Amado Yáñez pese a su nula experiencia en la construcción y administración de carreteras, en detrimento de otras corporaciones que participaron en el concurso 001/CCP/2011 y que fue declarado desierto.

 

 

¿Por qué el gobierno morenovallista descartó a empresas como las españolas OHL y Acciona Infraestructura o mexicanas como IDEAL, Omega Corp, ICA, Pycsa, Coconal, entre otras, de las 22 constructoras que participaron en la licitación por la concesión?

 

 

De hecho, Luis Maldonado Venegas podría empezar explicando por qué se declaró desierta la primera licitación y ya no se convocó a una segunda. En sus bases, el gobierno había exigido a las empresas participantes probar una experiencia mínima de tres años de operar una autopista o puente de cuota. ¿Tiene esa experiencia Oceanografía?

 

 

Así se asiente en el numeral 2.11.9.3, que señala que las empresas participantes debían de ofrecer “una carta original expedida por el representante legal o copia siempre de los contratos con los que se acredite que cuenta con una experiencia mínima de haber tenido a su cargo la operación de por lo menos una autopista o puente de cuota durante un mínimo de tres años, en los últimos 15 años, especificando para cada proyecto su longitud, resultados de operación y resultados económicos (…)”.

 

 

No hay mucha lógica: primero Oceanografía es eliminada en la primera licitación junto a otras empresas que sí tenían antecedentes en la construcción y gestión de carreteras. Pero unas semanas después, el gobierno cambia de opinión: además de descartar a empresas con más experiencia en el ramo como OHL, IDEAL o ICA, prefiere entregarla a Oceanografía, cuya experiencia tiene que ver con la infraestructura marítima petrolera. ¿Cuál fue el argumento?

 

 

Ni siquiera el capítulo económico de la concesión de la Autopista Audi queda claro. El 29 de abril de 2011, Moreno Valle señaló que la carretera costaría alrededor de 2 mil 600 millones de pesos, más los 100 que el gobierno ya había erogado para liberar el derecho de vía. Meses después, el 4 de enero de 2012, cuando puso la primera piedra, no señaló el costo del proyecto.

 

 

Y luego, el entonces secretario de Infraestructura, Antonio Gali Fayad, dijo que la Cuapiaxtla-Cuacnopalan tendría un costo de mil 662 millones de pesos.

 

 

Entonces, ¿cuánto pagó Oceanografía por la Autopista Audi? ¿2 mil 700 millones de pesos o mil 662 como refirió Gali? ¿Por qué fueron rechazadas las ofertas de la primera licitación?

 

 

Como bien dice Zeus Munive, “cuando las cosas no suenan lógicas, suenan metálicas”. Las contradicciones en el proceso para que a Oceanografía le fuera adjudicado de forma directa un excelente negocio por los siguientes 30 años son muchas. Por el contrario, todo indica que Oceanografía no tenía oportunidad de ganar la licitación, que por eso fue declarada desierta, para que semanas más tarde se le asignara a la firma de Amado Yáñez de forma directa. Una firma “inestable y tóxica”, escribió ayer The New York Times.

 

 

Ahora, en el aspecto estratégico, ¿a quién quiere golpear el gobierno federal dando a conocer el escándalo Ocenografía justo cuando arranca el proceso interno del albiazul? ¿A Gustavo Madero —uno de los cabilderos de la empresa— o a Ernesto Cordero? ¿Por qué ayer el informadísimo Ricardo Alemán afirmó que el escándalo también podría arrastrar a Moreno Valle?

 

La historia de Oceanografía, pues, apenas comienza.

 

 

 

 

 

 

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