Thursday, 25 de April de 2024


El canibalismo panista, una enfermedad contagiosa




Escrito por  Arturo Rueda
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El senador panista pelea en dos vías: continúa su arremetida mediática contra Gustavo Madero, pero por la vía jurídica pretende tumbar la amonestación que le impuso el Comité Directivo poblano. Lozano Alarcón ya es sabedor de lo que le espera si Gustavo Madero gana la reelección: una expulsión ipso facto de la que no lo va a salvar Moreno Valle

Aunque el del PAN es un pleito de familia que a millones de mexicanos les parece irrelevante, no por ello deja de verse con alto grado de morbo cómo la familia azul se devora a sí misma. El caso del senador Javier Lozano Alarcón ilustra a la perfección como la actitud canibalesca, propia del PRD y sus tribus, es una enfermedad de alto contagio. Utilizando sus habilidades de polemista, es el principal artillero de Ernesto Cordero en contra de Gustavo Madero. Tanto, que ya hay quienes cruzan apuestas: en caso de que el chihuahuense consiga la reelección, Lozano Alarcón se va a tener que buscar un partido nuevo porque del PAN lo van a expulsar.

 

 

Dividido entre sus viejas y nuevas lealtades, Javier Lozano Alarcón escogió a las primeras, las del ex presidente Felipe Calderón, y desdeñó las más recientes, como la del gobernador Moreno Valle, a quien le debe la senaduría que ganó como primera minoría. En efecto, hasta en Casa Puebla el senador ha dejado de ser bien visto con motivo de la contienda interna. Pero lo que pudo ser una calentura “normal”, de las que cada cierto tiempo se ven en Los Cerros, conforme avanzan los agravios se avizora como un deslinde terrible. Tanto que hasta Pedro Gutiérrez, el único lozanista de Puebla, dejó de serlo y prefirió alinearse con Madero.

 

 

La confirmación empírica de ese distanciamiento se ve en la sanción que el Comité Directivo Estatal le impuso a Javier Lozano con motivo de sus críticas a Rafael Micalco. Por supuesto que el dirigente estatal, antes de imponer la amonestación privada, consultó donde debía consultar, y le dieron el afirmativo. También lo hizo seguramente con quien todavía no abandonaba la silla de dirigente nacional, quien cansado de tantos epítetos y calificativos que le lanza el senador, empezó la idea de maquinar la expulsión. Y ningún argumento mejor que imponerle previamente una sanción.

 

 

Notificado de su amonestación, Javier Lozano Alarcón montó en cólera porque descubrió que ya no era intocable. Entonces, dicen algunos, le pidió el favor a su amigo Pedro Ferriz de Con para que en su programa de Imagen Radio le diera a Micalco el conocido trato de la casa. El conductor se dio vuelo atacando a Micalco, quien se decidió a pedirle el derecho de réplica que le fue negado.

 

 

Entonces las cosas se salieron de control: Pedro Ferriz de Con ya no sólo se lanzó a la yugular de Rafael Micalco, sino del gobernador Moreno Valle, lo que en Casa Puebla fue decodificado como la primera gran traición de Javier Lozano Alarcón a su benefactor, y desde entonces, carga la etiqueta de “no confiable” para el grupo.

 

 

Las cosas no pintan mejor para Lozano Alarcón en la ruta del despeñadero corderista, pues aunque trata de vender que “no se va a meter a operar”, los morenovallistas se ríen en caso de que intentara hacerlo. Pese a que el senador se ve a sí mismo como el rival de Antonio Gali Fayad y Eduardo Rivera en 2018, los operadores de Casa Puebla afirman que no podría ni reunir mil votos. “Si le dedicara a la realidad el 10 por ciento del tiempo que a su Twitter”… ríen en voz alta.

 

 

Ahora, el senador panista pelea en dos vías: continúa su arremetida mediática contra Gustavo Madero, pero por la vía jurídica pretende tumbar la amonestación que le impuso el Comité Directivo poblano. Lozano Alarcón ya es sabedor de lo que le espera si Gustavo Madero gana la reelección: una expulsión ipso facto de la que no lo va a salvar Moreno Valle, convencido de que ya no sirve a la causa.

 

 

El escenario es terrible tomando en cuenta que a la contienda panista le restan larguísimas ocho semanas en las que todo será a navajazos. El nivel de los insultos y epítetos cada vez será mayor, una vez que metidos en las dinámicas de las agresiones es difícil salir de ahí. Si Lozano Alarcón le dice priistas, corruptos y antidemocráticos a los maderistas, ¿no se lo dice también a Moreno Valle? Se puede decir que “ah, se los digo a todos, pero a ti no gobernador”. ¿Quién le va a creer eso?

 

 

Mientras tanto, Rafael Micalco camina orondo pues desde la dirigencia estatal ya probó su lealtad tanto a Madero como al gobernador poblano con la amonestación al senador, por lo que el camino a su propia reelección se encuentra pavimentado con concreto hidráulico. Las presiones se han reducido, y en los posibles caminos del 2018, es importante deshacerse de un personaje incómodo, que habla mucho pero opera poco.

 

 

Agobiado entre sus nuevas y sus viejas lealtades, a Lozano Alarcón solamente le queda un camino para sobrevivir: que Ernesto Cordero gane la dirigencia nacional para ser la única vía de interlocución de Moreno Valle. El pragmatismo natural del gobernador haría que olvide todos los agravios, y a cambio, él cobraría con la candidatura a Casa Puebla en 2018. El escenario parece descabellado a casi todos, excepto para el propio Lozano.

 

 

Mañana, más casos de canibalismo en la contienda interna panista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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