Friday, 26 de April de 2024


Lydiagate y Chalchihuapan no son comparables: aquello fue una conspiración y esto es un tropiezo




Escrito por  Arturo Rueda
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Flota en el ambiente la sensación de que el morenovallismo era un gigante con pies de barro. Que al primer tropiezo se hicieron bolas y se derrumbaron. Que desestimaron las señales de alerta de una tragedia tipo Atenco o Aguas Blancas. Que cuando privilegiaron la violencia sobre el diálogo abrieron la puerta a los demonios. Que el acorazado ya tiene un boquete con el que deberán navegar de aquí al 2018

El escándalo Chalchihuapan es un hoyo negro que arrastra al morenovallismo, pasmado ante la decisión de cortar un órgano que se gangrena o salvar al cuerpo entero de la infección. La reconstrucción de los hechos ofrecida ayer por CAMBIO debilita y hace insostenible la presencia en el gabinete de Facundo Rosas Rosas, cuya cabeza deberá ser ofrecida antes de que se materialice el diagnóstico fatal del niño José Alberto Tehuatlie Tamayo. La opción mediática para la próxima semana, si muere, será elegir entre dos titulares periodísticos: “El niño que murió por la #LeyBala de Moreno Valle” o “El niño que murió por el operativo negligente de Facundo Rosas”.

 

 

Entre más tiempo pasa, más costosa es la decisión de entregar una cabeza para salvar el proyecto político. No debe ser el único elemento de una estrategia de reacción para ganar credibilidad entre los poblanos y los medios nacionales de comunicación. Reorientar la estrategia será a un costo alto luego de las intervenciones fallidas en los días posteriores al desalojo de la autopista a Atlixco. Primero el gobernador, desinformado por sus colaboradores, afirmó que seguirían aplicando las mismas maniobras de desalojo. Tras un silencio sepulcral del gobierno, el martes por la mañana se difundió el comunicado de las “piedras de gran calibre” que alimentó más el fuego en la pradera.

 

 

El morenovallismo perdió el control de la crisis política, sus aliados mediáticos fueron incapaces de contener a los medios críticos y nacionales, pero sobre todo, el gabinete evidenció su debilidad de diseño: con apenas dos poblanos y el resto de secretarios fuereños, no pueden sumar apoyos porque no conocen, ni tienen diálogo, y mucho menos roce con los poblanos de a pie. Y el que sí lo es, Gali Fayad, prefirió irse a Zacatlán junto con Gerardo Islas para su primer destape como candidato a la minigubernatura. Todo indica que el delfín Cabalán se hundió y es el primer damnificado de la crisis Chalchihuapan.

 

 

Lo peor para el gobernador poblano es que su lista de alianzas en realidad son puro salivazo: el senador Javier Lozano Alarcón prefirió postear en redes el dolor por la muerte de su perrito y dedicó su día a la reforma energética, pero no dio declaración de apoyo. Mismo caso de Blanca Jiménez, flamante integrante del CEN albiazul, pero a la que le tiemblan las piernas para enfrentar a Roxana Luna en San Lázaro. Mucho menos hay apoyo de Gustavo Madero, Luis Alberto Villareal o el famoso Chabelo.

 

 

Con el Sol Azteca las cosas no salieron mejor. Pese a su alianza con Los Chuchos, tras la visita al Senado de la mamá de Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, el presidente de la junta auxiliar de Chalchihuapan y varios pobladores, la nota nacional fue: PRD, PT y MC piden la renuncia de Moreno Valle. De nada sirvieron los provechosos tratos con Alberto Anaya —dueño del PT— ni los acuerdos con Dante Delgado —MC— a través de José Juan Espinosa o la alianza con “Los Chuchos” para quitarle a Barbosa el control del partido en Puebla. Nadie alzó la mano, tomó un teléfono u ofreció salidas para la madriza inclemente de los medios nacionales. A la hora de la verdad se quedaron solos.

 

 

Así, el morenovallismo en realidad para ser una estructura hueca conformada por un grupo de lacayos que no se atreven a desafiar al gobernador. Por tanto, carecen de un capital político propio. El grupo es lo que tiene Moreno Valle y nadie puede ofrecer más, pues de todos modos, siempre deberá consultarse al gobernador poblano para la última decisión, quien no tiene aliados porque sólo tiene empleados sin autonomía de gestión.

 

 

El drama está lejos de terminar porque todas sus derivaciones son gravísimas para el futuro del proyecto. Incluso la ocurrencia de pedir a la PGR la atracción de la investigación los dejó mal parados. Jesús Murillo Karam, el hombre que metió a Elba Esther Gordillo a la cárcel, no tenía ningún compromiso para ejercer de instancia de exoneración. Si el error fue de los poblanos, si ellos mataron a Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, si ellos aprobaron la #LeyBala, por qué el gobierno federal tenía que salir al rescate. La verdad, pedir a la PGR que interviniera fue un acto de ingenuidad, muy lejos de la sagacidad habitual.

 

 

Flota en el ambiente la sensación de que el morenovallismo era un gigante con pies de barro. Que al primer tropiezo se hicieron bolas y se derrumbaron. Que desestimaron las señales de alerta de una tragedia tipo Atenco o Aguas Blancas. Que cuando privilegiaron la violencia sobre el diálogo abrieron la puerta a los demonios. Que el acorazado ya tiene un boquete con el que deberán navegar de aquí al 2018, pero que ese boquete se ensancha si Moreno Valle no para la gangrena. Sobre todo, que nadie les puso el pie, sino que ellos mismos se tropezaron. Y esa es la gran diferencia entre el escándalo Cacho y Chalchihuapan: mientras ese fue una conspiración, este es un tropiezo propio. ¿Qué duele más?

 

 

 

 

 

 

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