Putin sacó ventaja de ese apoyo y propuso a Obama –a través de su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov-, coordinarse contra el Estado Islámico (Isis, por sus siglas en inglés), el enemigo común. La comunicación se dio entre el Lavrov y John Kerry, secretario de Estado de los Estados Unidos, el 16 de septiembre pasado. A regañadientes, a Washington no le quedó de otra que dar un giro a su postura respecto al conflicto sirio. Derrocar al presidente Asad como querían, con el respaldo de Moscú, se volvió casi imposible.
Este cambio sin duda fue humillante, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿podría haber sido un factor decisivo a la hora de asestar un golpe –que podría ser mortal-, a la empresa alemana Volkswagen (VW)? Así parece. En asuntos de poder no hay casualidades. La armadora automotriz es un emblema nacional de Alemania, y de ningún modo es imaginable que un ataque de estas dimensiones pudiera pasar sin el visto bueno de la Casa Blanca. De antemano las autoridades sabían que tendría repercusiones mundiales.
Algunos analistas incluso consideran que la existencia misma de la compañía, en el peor de los escenarios, podría estar amenazada. La oleada de multas, cargos criminales e indemnizaciones a las que tendrá que hacer frente es enorme y sus ventas, podrían caer.
En cualquier caso, el efecto dominó que comenzó en Estados Unidos, fue un mensaje durísimo para Berlín: acercarse a Rusia es intolerable.
De hecho, el escándalo VW que estalló el 18 de septiembre pasado, marcó una clara división entre dos actos simbólicos alemanes, uno de desafío a Washington –con el apoyo a Rusia que el medio alemán Deutsche Wirtschafts Nachrichten dio a conocer el día 12-, y otro de completa sumisión. Este último ocurrió el martes 22 de septiembre cuando nada menos que la televisión pública de Alemania difundió que Estados Unidos desplegaría 20 nuevas bombas nucleares en el país, cada una, con un poder destructivo cuatro veces mayor al usado en Hiroshima.
Por supuesto, la noticia cayó como bomba en el Kremlin, que amenazó con responder en consecuencia si eso ocurre. El gobierno Obama, evidentemente, busca la manera de echar abajo cualquier acuerdo como el que se supone se negocia para combatir de modo conjunto en Siria contras Isis.
Quizá el ex alto funcionario del Tesoro estadounidense, Paul Craig Roberts, tenga razón al afirmar que a pesar de que Rusia quiere paz, Estados Unidos busca provocarlo a cada instante, quiere guerra. La razón es que “la única manera en la que Rusia puede ser aceptable para Occidente es si acepta el estado de vasallo”. Lo que Washington quiere es que Moscú se someta, igual que Alemania y el resto de Europa, a sus órdenes. Roberts ve en la reticencia rusa y china un grave peligro de que sus países sean atacados incluso con armas nucleares, por lo que los insta a no bajar la guardia ni confiarse de cualquier “acuerdo” con la Unión Americana.
Por lo pronto, ayer se anunció que a petición de Putin, habrá un encuentro con Obama en Nueva York la próxima semana durante la Asamblea General de Naciones Unidas. Veremos qué resulta del mismo.
Como ve, detrás del escándalo de Volkswagen hay mucho más que una mera violación a las leyes de emisiones de gasescontaminantes. En el fondo, las patadas por debajo de la mesa continúan entre dos súper potencias militares.
Debido a ello, Alemania haría bien en dejar su sumisión a Estados Unidos y actuar en el interés propio, a pesar de represalias como la “masacre” a Volkswagen. Las sanciones contra Rusia infligen un innecesario daño mutuo entre ese país y Europa –en especial Alemania- sólo por obedecer los dictados de la Casa Blanca. Con esos “amigos”, no hacen falta más enemigos.