Wednesday, 15 de May de 2024

Miércoles, 21 Octubre 2015 02:32

La cruda de la barbarie: el olor a carne chichinada

La mañana después a la orgía de violencia, fuego y muerte en Ajalpan, es una cruda en la que todos los pobladores niegan su presencia activa o su pasividad espectadora en la muerte de los hermanos Copado Molina. Los pocos que acceden a hablar, apenas murmuran “fueron los pandilleros de siempre” o “yo no estuve”. Juan Pueblo mató a los encuestadores que pagaron con su vida el pecado de hacer muchas preguntas. 

  • Ariadna Díaz / Ajalpan / Elvia Cruz/ @cruz_elvia

El día después a la orgía de violencia, fuego y muerte en Ajalpan es una cruda en la que todos los pobladores de Ajalpan, niegan su presencia activa o su pasividad espectadora en la muerte de los hermanos Abraham y Rey David Copado Molina.

 

Los pocos que acceden a hablar con los reporteros apenas murmuran “Fueron los pandilleros de siempre”, “estaban encapuchados”, “yo no estuvo, nomás oí las campanadas”.

 

Juan Pueblo mató a los encuestadores que pagaron el pecado de hacer muchas preguntas con su vida.

 

Nadie en Juan Pueblo se hace responsable del olor a carne chamuscada que todavía permea en el aire. Ese aroma inconfundible de la carne humana “chichinada” que no se olvida ni en las pesadillas.

 

Hay quien cree que el linchamiento de los jóvenes encuestadores originarios de Tulancingo se parece a todos los linchamientos previos.

 

Se equivocan.

 

Esta masacre, a diferencia de la Canoa en 1968, quedó grabada en fotografías y videos de cientos de teléfonos móviles que se activaron para guardar testimonio de la quema de dos seres humanos, padres de familia, estudiantes, trabajadores.

 

Esos testimonios retratan la turba incontenible, la agresividad sin fundamento, el odio expresado en golpes, el impulso del fuego, el festejo de la golpiza, la demanda de colocar en la pira al segundo sujeto, la indefensión de los policías municipales, los destrozos en la alcaldía, el manchón de ceniza en la plaza del pueblo.

 

A la mañana siguientes, es la hora de rezar, de expiar los pecados de la violencia incontenible.

 

A primera hora de la mañana, en el manchón negruzco donde se agotó la vida de los hermanos encuestadores, ya hay un par de veladores para orar por su eterno descanso.

 

***

 

Primero fueron acusados de robachicos. Luego de secuestradores.

 

Y aunque la menor afectada no reconoció a los encuestadores de la empresa Marketing Research& Servicios SA de CV, con sede en el Distrito Federal, nadie les perdonó la vida.

 

Los jóvenes habían llegado por la mañana para hacer su trabajo: hacer preguntas y más preguntas.

 

Para la tarde, habían sido encerrados ante las denuncias a los policías municipales.

 

Por la noche, muertos, golpeados, quemados vivos, o medio muertos tras la golpiza.

 

Ni siquiera pudieron reaccionar, proferir quejidos, ayes de dolor o siquiera intentar moverse.

 

Los videos son brutales porque muestran un festín irracional de muerte.

 

Nada de clemencia o duda en los jóvenes con rostros tapados con pañuelos o cascos de motocicleta.

 

“Yo no estuve”

 

Los oriundos de Juan Pueblo miran con recelo a cada extraño que se les acerca para cuestionar su opinión u obtener su versión de la barbarie.

 

“Yo no estuve”, fueron las respuestas constantes con la intención de evadir.

 

Nadie dio muestras de querer entablar una conversación, pero entre ellos discutían escenas como: “ya estaban inconscientes por eso ya no se movían cuando los prendieron”.

 

Otros señores se platicaban en el parque que se ubica frente la Presidencia que cuando una de las víctimas movía un brazo, “los vándalos lo patearon y lo picaron con un cuchillo”.

 

Recreaban con palabras parte de lo que se observa en los videos que han sido difundidos, en donde se ve a un grupo de jóvenes encapuchados a incitar el linchamiento. Uno de ellos de sudadera roja fue quien prendió el fuego.

 

Una menor cuestionada por esta reportera, dio cuenta que una mujer de la tercera edad que intentó “salvar” a los jóvenes encuestadores, “también intentaron quemarla”, por ello, ningún otro lugareño se atrevió a oponerse al doble homicidio.

 

Dos veladoras y un rezo

 

En medio de la tensión se respira un olor fétido, similar a lo que deriva un cuerpo  putrefacto. Justo en medio de la plazuela principal, frente a la Presidencia, permanecían cenizas, un manchón negro que se logra observar a lo lejos.

 

A un costado, alguien había colocado dos veladoras blancas. Se trata del mismo lugar en donde los jóvenes encuestadores perdieron la vida consumidos entre el fuego.

 

Ya es medio día y los peritos comienzan a ubicar posibles pistas que abonen a las investigaciones. Al voltear a la Presidencia, lo primero que se observa son las paredes ahumadas por el incendio provocado la noche anterior.

 

Permanece sin puertas, pues todas fueron incendiadas y por ser de madera no resistieron. Vidrios y documentos oficiales aún se encontraban tirados en el corredor. De la puerta de la Comandancia al sitio del manchón negro, quedó un “camino” de sangre, pruebas de que los hermanos habían sido torturados antes de ser incinerados.

 

Fuentes extraoficiales dieron cuenta que Abraham y Rey David fueron obligados a declararse culpables de ser “robachicos”. “Les metieron una varilla por la boca”, dijo a esta reportera un oficial que resguardaba la plaza.

 

Mientras los peritos ya hacían su labor, reporteros buscaban entender la magnitud de lo sucedido; fue entonces cuando arribó al municipio, en la tarde, el alcalde Gustavo Lara, quien en entrevista dijo que la masacre se pudo haber evitado si la Policía estatal hubiera atendido su llamado de auxilio.

 

Después, llamó a algunos de los empleados del Ayuntamiento para pedirles solidarizarse y limpiar el lugar. En eso, una mujer alzó la voz entre el grupo y pidió autorización para rezar unas plegarias. “Aunque sea un Padre Nuestro y un Ave María, para que sus almas descansen en paz”, dijo entre lágrimas.

 

Sólo unos diez habitantes se le sumaron y rezaron juntos los restos que quedaron ahí, mientras que en los alrededores, los grupos de campesinos seguían cuchicheando.

 

Al caminar a un costado de la Presidencia, se ubican otras dos líneas de manchas de sangre esparcida en el asfalto, se podía imaginar que alguien fuertemente lesionado fue arrastrado por ahí.

 

Los hermanos José Abraham de 25 años y Rey David Copado Molina de 35 años de edad, fueron confundidos por secuestradores, y un grupo de jóvenes cubiertos con pañuelos incitaron a que fueran quemados vivos. Pero antes, los golpearon con palos y machetes.


 


 


 


 


 


 

Last modified on Miércoles, 21 Octubre 2015 03:34