En México nadie se mete con el Ejército, junto con el presidente y la Virgen de Guadalupe. Es una de las primeras lecciones que recibía cualquier aspirante a reportero en cualquier empresa periodística de los años sesenta del siglo pasado.
Medio siglo después, uno se puede meter todo lo que quiera con el presidente, algo con la Virgen de Guadalupe, pero nada con el Ejército, que se mantiene como una zona opaca a la prensa, al juicio de la opinión pública. Es una institución cerrada, donde sus procesos son casi secretos.
Meterse con ellos se paga caro, como conté ayer con mi enfrentamiento con el ex titular de la Defensa Nacional.
Pero todo va a cambiar tras el encarcelamiento y juicio a Salvador Cienfuegos en la Corte de NY. Las máscaras se van a caer.
El de Andrés Manuel López Obrador es el régimen más militarizado de la historia de México.
Además de las armas, ahora manejan miles de millones de pesos de las obras que les ha encargado del presidente, controlan los puertos y oficialmente se hacen cargo de las tareas de Seguridad Pública a través de la Guardia Nacional.
Este modelo de la militarización de AMLO dejaba más dudas que certezas y sólo se sostenía a partir de la certeza de que el Ejército era una institución impermeable al crimen organizado.
Con policías de todos los niveles infiltrados, la única salvación posible son los militares, concluyó AMLO al enviar la iniciativa de la Guardia Nacional.
En las campañas electorales 2012 y 2018, López Obrador fue un furibundo anti militarista. Pero ya como presidente, no sólo cambió de opinión para entregarles legalmente la función de la Seguridad, sino que les dio un papel de actor económico que antes no tenían.
¿Qué hizo a AMLO cambiar de anti militarista a pro militarista?
¿Por qué se decidió a gobernar sobre bayonetas?
Como sea, ese modelo colapsó la noche del jueves cuando se hizo oficial la detención del narcogeneral Salvador Cienfuegos. No sólo se trata del primer secretario de la Defensa Nacional detenido, procesado en EU y exhibido internacionalmente como un militar al servicio de los narcos.
Es la confirmación de que TODA la estructura de seguridad pública de México trabaja para los criminales. O que los jefes de seguridad pública en realidad son criminales.
En el sexenio de Zedillo cayó el zar antidrogas Gutiérrez Rebollo y los GAFES se salieron del Ejército para constituir el Cártel del Golfo, brazo armado de Los Zetas.
En el sexenio de Fox no hubo detenciones de ese nivel, pero mataron al titular de SSP Ramón Martín Huerta en un helicopterazo y comenzó a despuntar Genaro García Luna, que después se apoderó de la función con Calderón, fue el estratega en jefe de la guerra vs el narco y ahora es procesado en una Corte de NY por colusión con los criminales.
En el sexenio de Peña Nieto, ahora sabemos, había un narcogeneral al mando. Una etapa en la que creció exponencialmente el huachicol, y apenas uno se entera, se alió con el remanente de los Beltrán Leyva.
Se acabó el mito de que el Ejército es una institución impermeable al crimen organizado, pero ahora es peor, porque con AMLO los militares son más poderosos de lo que eran con Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto.
Y un problema adicional es que toda la cúpula militar trabajó de una u otra forma con Cienfuegos, pues la estructura es de escalafón, sin saltos de una a otra posición.
¿Qué va a pasar cuando Cienfuegos o la DEA comiencen a señalar a más militares de la cúpula?
¿En qué va a parar todo esto?
¿Cómo va a salir AMLO de la trampa en la que se metió?
Y cómo vamos a salir los mexicanos, pues la acumulación de poder de los militares será imposible de retirar en 2024, pues ningún candidato se va a ir contra ellos.
¿Y si salen los actuales mandos de Sedena o la Guardia Nacional en el desfile del horror que se avecina?
Es lo MALO de AMLO: gobernar sobre bayonetas no conduce a nada.