México ya entró al túnel sombrío que no se sabe cuánto tiempo durará ni cómo acabará, y del que seguramente saldremos con muchas bajas.

 

No sabemos cuántos saldremos vivos ni cuántas familias quedarán rotas por el coronavirus.

 

Tampoco sabemos cómo será el mundo pos crisis viral. Un nuevo mundo dominado por el paradigma de la bioseguridad.

  

En la hora de ser fatalista, sin embargo, tenemos razones para ser optimistas basados en que todo tiempo pasado fue peor.

 

Hace un siglo, en 1918-20, con la pandemia de la influenza española murieron en el mundo entre 400-500 millones de personas. En esa época no se conocían ni las bacterias, mucho menos los virus, ni había desarrollo de medicamentos especializados.

 

El conocimiento científico no era ni de lejos lo que es hoy, ni por la colaboración red entre los miembros de la comunidad, ni por los avances tecnológicos como los microscopios y las computadores con modernos procesadores para secuenciar genomas y cadenas de proteínas.

 

Gracias a la ciencia —diría Steven Pinker—, la pandemia del coronavirus no va a dejar 500 millones de muertos, por muy trágica que se vea la situación. El peor pronóstico es que si todo el mundo enfermara, morirían 140 millones de personas.

  

Pero como eso no va a pasar, pues la ciencia encontrará una vacuna a más tardar en dos años, el pronóstico realista es que por mucho morirán 50 millones de personas, que es el .8 por ciento de la población mundial.

 

Y aunque cada muerto se lamenta, es un porcentaje bajo en comparación con lo que ocurrió hace un siglo.

 

A la hora de escribir este texto van 37 mil 820 muertos por coronavirus. Esto apenas empieza.

  

En México no hay cifras precisas de cuántos muertos hubo en la pandemia de la influenza española, pero leí algunos análisis que señalan alrededor de 300 mil muertos, de los cuales habrían ocurrido 5 mil en Puebla.

 

Pese a la negligencia criminal del gobierno de López Obrador, veo muy difícil alcanzar una cifra semejante. Quizá la mitad. No sé si tenemos mala suerte pero sí mal gobierno, además que nos va a explotar en la cara todo lo malo que hicimos como sociedad en los últimos cuarenta años.

 

Por supuesto, ser optimista no implica negar que el mundo vive una guerra, como la definió Macron, y que como en toda guerra seguro habrá bajas y tragedias. Es inevitable.

 

El mundo sabe de guerra, sufrimientos, y tragedias. Pero también sabe de lo opuesto: de paz, de amor, de valentía y de sacrificio en tiempos oscuros. Nacen héroes y un mundo nuevo surge después de esos tiempos oscuros.

 

Como ciudadano del mundo, en esta guerra nuestra tarea no es ir al frente, tomar las armas, llevar un fusil, viajar a un país extranjero y morir ahí.

 

A los ciudadanos del mundo se nos ha alistado en el frente con un papel modesto pero decisivo: ganar tiempos en beneficio de uno mismo, de su familia y de su tribu. Ganar tiempo quedándonos en nuestra casa, en cuarentena, y haciendo lo mínimo posible.

 

Somos como los ingleses en tiempos de la Segunda Guerra Mundial: sonaban las alarmas de las baterías antiaéreas y todo mundo a casa para resguardarse de los bombardeos de las Luftwang alemana. Y ni así era garantía de sobrevivir.

 

Quédate en tu casa para ganar tiempo. Para que no enfermes, para que no enferme tu familia, para que no satures los hospitales. Ganar tiempo para que los equipos colaborativos de científicos que trabajan en todo el mundo, hallen una vacuna, se pruebe en humanos, se produzca y se distribuya masivamente.

 

¿Cuánto tiempo necesitamos ganar?

 

Yo calculo que 18 meses mínimo.

 

Nos parece una eternidad, pero la Segunda Guerra Mundial duró seis años, con millones de muertos.

 

La pandemia de la influenza española duró por lo menos tres años.

 

¿Y qué se nos pide a nosotros?

 

Quédate en tu casa.

 

El gobierno no te va a salvar.

 

Gana tiempo. Para ti, para tu familia, para tu tribu.

 

Esa es tu batalla. 

 

Los que puedan luchar, luchen.

 

Esta apenas es la entrada del túnel.