Viernes, 26 de Abril del 2024
Lunes, 06 Abril 2020 01:53

El Presidente que se negó a cambiar

El Presidente que se negó a cambiar Escrito Por :   Arturo Rueda

Pero López Obrador no es Jack Sparrow, sino Ahab. Embista la tormenta sin dar un golpe de timón. Ni siquiera hace un relevo de sus marineros para poner al segundo en experiencia, Marcelo Ebrard, como se rumoró todo el fin de semana. Su única respuesta es la intransigencia de siempre. O la persistencia. La que lo llevó al poder con 30 millones de votos,


 

Platón fue el primer analista político en utilizar la metáfora del capitán de un barco para compararlo con el gobernante. La usó para reforzar su modelo elitista. “¿En caso de una tormenta, qué tipo de capitán quiere la tripulación? ¿Uno que tenga todo los conocimientos y experiencia o un marinero cualquiera que no sepa de vientos y mareas?

 

Así, México está de frente a la tormenta, y el capitán que tenemos es López Obrador.

 

Es el capitán que eligieron 30 millones de mexicanos. Un capitán que está más cerca del capitán Ahab que del capitán Sparrow, si se permite la comparación.

 

Y es que durante toda su carrera política, López Obrador -como en la novela de Moby Dick- siempre ha perseguido de manera necia y obsesiva a su misma ballena blanca sin importarle las consecuencias: la corrupción del sistema PRIAN y a los empresarios que se enriquecieron en los últimos 30 años.

 

¿La crisis del coronavirus creen que lo iba a hacer cambiar de opinión? ¿Modificar su forma de ver la política, y por ende de reaccionar a la contingencia?

 

Ingenuos.

 

Si algo caracteriza a López Obrador, es su intransigencia. Igual que al capitán Ahab en su persecución de la ballena blanca. Sabe que pone todo en riesgo, el barco, la tripulación, incluso su vida misma. Pero tiene una misión y nada lo va a desviar de llevarla a cabo.

 

Esa intransigencia otros lo llaman persistencia.

 

Todo lo opuesto de Ahab es el Capitán Sparrow de la saga Piratas del Caribe. Se trata de alguien acomodaticio, sin objetivos más que su propio egoísmo, incapaz de mantenerse en un solo bando y proclive siempre a la traición. Su objetivo es la supervivencia egoísta. Un pragmático que así como piensa una cosa, luego piensa otra.

 

Toda su carrera política, López Obrador ha sido Ahab: cuando fue presidente nacional del PRD, cuando candidato a la gubernatura de Tabasco, en el desafuero de 2004, en el fraude electoral de 2006, en el segundo lugar de 2012 y en la victoria arrolladora por tsunami de 2018.

 

El mismo intransigente de siempre. Él no cambió. En 2018 cambió la realidad que se puso de su lado.

 

Ahora, parece que la realidad se pone en su contra en 2020. Se pone en riesgo el proyecto de la 4T, sus proyectos estratégicos como el nuevo aeropuerto, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, los apoyos sociales a los más pobres entregados de forma directa.

 

Muchos piden que López Obrador se convierta en Jack Sparrow. Que en un alarde de pragmatismo modifique la conducción del barco que está frente a la tormenta. Que pacte con la IP, que se endeude como en 1997 con el Fobaproa, que suspenda la entrega de recursos a la población marginada para subsidiar empresas y proteger el empleo, que cancele sus megaobras.

 

Que haga lo necesario para sobrevivir, como lo hace Jack Sparrow en cada una de sus películas, dando las maromas que haya que dar.

 

Pero López Obrador no es Jack Sparrow, sino Ahab. Embiste la tormenta sin dar un golpe de timón. Ni siquiera hace un relevo de sus marineros para poner al segundo en experiencia, Marcelo Ebrard, como se rumoró todo el fin de semana.

 

Su única respuesta es la intransigencia de siempre. O la persistencia. La que lo llevó al poder con 30 millones de votos, el mismo diagnóstico de la realidad, apenas quizá un par de concesiones. Pero nada más. Primero los de abajo, nada para los ricos.

 

La obsesión de Ahab es autodestructiva, pues sabe que si consigue su objetivo, su barco Pequod, su tripulación, su vida está en riesgo, pero insiste y persiste, incapaz de cambiar de rumbo.

 

Y sin embargo, Ahab es admirado por su determinación de llevar a cabo su objetivo pese a tener todo en contra. La misma admiración que provocaba Churchill en su decisión de enfrentar a Hitler y el nazismo sólo porque era lo correcto.

 

No, López Obrador no va a ser Jack Sparrow. Ni de broma. Ingenuos los que esperaban algo diferente en su plan de reactivación económica.

 

 

Pero si alguien leyó Moby Dick, sabe cuál es el destino de Ahab. En qué acaba todo  cuando se persiguen objetivos más allá de la razón.

 

Perderlo todo, o ganarlo todo, es el costo de la intransigencia. Algo a lo que está acostumbrado AMLO.

 

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