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Jueves, 15 Julio 2021 01:11

Breve historia de Haití, nuestra hermana mayor

Breve historia de Haití, nuestra hermana mayor Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Reclamada por Cristóbal Colón en 1492, La Española era rica pero no tanto; a los ambiciosos gachupines, las riquezas de la isla caribeña no les resultaban tan apetitosas como la de la tierra firme. El desinterés español por la isla facilitó la instalación en su tercio occidental de bucaneros franceses dedicados primero, al comercio de carne de vaca y de cerdo salvaje, y después, a la piratería. Después de algún tiempo de campar los galos a sus anchas, a finales del s. XVII, España cedió formalmente a Francia aquella esquina desdeñada, la cual pasó a llamarse Saint-Domingue, Santo Domingo.


 

Bajo dominio francés, Santo Domingo floreció; la colonia se convirtió en la más próspera de la época: a lo largo del s. XVIII, en un momento u otro, encabezó la producción mundial (MUNDIAL) de algodón, añil, azúcar, cacao, café y tabaco. La clave del éxito de la nueva administración fue la mano de obra barata: la colonia fue el destino final de una tercera parte de los 20 millones de esclavos llevados encadenados de África a América entre los siglos XVII y XIX. La alta demanda de esclavos se debía a la alta tasa de mortalidad de estos; la mayoría solo lograban sobrevivir al maltrato de sus amos unos pocos meses. Como era de esperarse, los latigazos, los enartesamientos y los barriles tachonados con púas que se hacían rodar colina abajo con algún infeliz adentro generaron una ira que tendría que detonar más temprano que tarde:

 

El estallido ocurrió a finales del s. XVIII, cuando las noticias llegadas a Santo Domingo desde Francia dieron cuenta del inicio de la revolución. Los esclavos empezaron a preguntarse, entonces, cómo aplicaba a su caso la muy alardeada Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano. Entre las plantaciones surgieron, pues, los émulos de los próceres franceses: Boukman, Rigaud o L’Ouverture, el Napoleón noir; además del infame Dessalines, quien lideró la fase más violenta de la revolución haitiana. De su mano, en 1804, Haití se convirtió en el primer territorio de Latinoamérica y del Caribe en obtener su independencia, así como en el primer país en el mundo en ser gobernado por negros y el primero en abolir la esclavitud.

 

Los primeros pasos del nuevo Estado fueron titubeantes, sin embargo: la Somalia caribeña nació fallida, con sus ciudades y sus campos arrasados y su población dramáticamente diezmada por la guerra; bajo amenaza de invasión de su antiguo amo, quien solo aceptaría su independencia tras el pago de una indemnización como una losa; y aislada del resto del mundo, no fuera a ser que el virus independentista que había incubado se contagiara a las colonias europeas vecinas.

 

Haití, no obstante, se las ingenió para influir determinantemente en la región, en el mundo entero: su exitosa revolución trastocó los cimientos del sistema colonial inspirando a otras naciones a replicar su hazaña. El país, además, se convirtió en refugio de patriotas; por él pasaron buscando pertrechos, hogar o consuelo muchos de los grandes líderes de la independencia de Latinoamérica --el entonces aspirante a suicida Bolívar, por ejemplo, recibió del generoso Petión, una imprenta, armas y trescientos soldados “comparables en virtudes a los compañeros de Leónidas”; y lo más importante, aliento para retomar la guerra por la independencia de la Nueva Granada--.

 

Condenado a muerte desde su nacimiento por las potencias globales, quienes nunca perdonaron que un puñado de negros le diera una paliza al poderoso Ejército de Napoleón, el país, sin embargo, fue inmediatamente atrapado en una espiral decadente que estos días ha dado una nueva, vertiginosa vuelta. Hoy, nuestra hermana mayor recorre el continente como alma en pena, importándonos muy poco su suerte a pesar de que su contribución fue decisiva para escribir la historia latinoamericana.

 

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