Viernes, 19 de Abril del 2024
Martes, 29 Marzo 2022 02:05

¿Quién garantizaría la neutralidad de Ucrania? ¿China, acaso?

¿Quién garantizaría la neutralidad de Ucrania? ¿China, acaso? Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

En el caso ucraniano, el error de diseño fatal del belga—es decir, la vulnerabilidad de que el respeto a su neutralidad dependiera de la improbable buena fe de terceros—sería resuelto con la participación de los muy ecuánimes chinos.


 

Hay quien asegura que Bélgica no existe, que el único belga que hay en el mundo es un señor puesto ahí por herencia para unir artificialmente a tres comunidades lingüística, cultural e históricamente incompatibles. Bélgica existe a pesar de tales dichos, sin embargo; legalmente, al menos. El minúsculo país ocupa un lugar en el concierto de las naciones desde 1830, cuando la añeja rivalidad entre católicos y protestantes precipitó la ruptura de los Países Bajos de los Orange-Nassau (antes, de los Habsburgo; antes, de los Borgoña), dando origen a dos nuevos reinos.

 

Las grandes potencias reconocieron al de Bélgica tras la firma del Tratado de Londres (1839), instrumento mediante el cual garantizaron su independencia, su integridad territorial y, especialmente, su neutralidad. Esta última, a sugerencia del espléndidamente aislado Reino Unido, quien deseaba establecer al norte de las Ardenas un Estado imparcial a fin de disuadir a Francia y a Prusia de ocupar un territorio estratégico al otro lado del Canal de la Mancha y de poner tierra de por medio entre ambos para evitar un desbarajuste en el equilibrio de poder en Europa, y también, para impulsar la integración comercial continental con la construcción de una novedosa red ferroviaria.

 

La fórmula de la Bélgica neutral forever and ever se plantea últimamente para solucionar el conflicto ruso-ucraniano; de aplicarse, implicaría para Ucrania una abrupta pérdida de soberanía—si es que aún le queda algo de eso—que, no obstante, seguramente se compensaría con creces en términos de seguridad nacional, estabilidad y desarrollo. Un arreglo de estas características ayudaría a desactivar la escalada promovida por Estados Unidos y sus socios de la OTAN y satisfaría al menos, formalmente las preocupaciones de seguridad de Rusia a la vez que le facilitaría una salida ¿digna? del laberinto trigueño a donde fue a extraviarse; además, brindaría a China la rara oportunidad de posicionarse como un factor indispensable de estabilidad:

 

En el caso ucraniano, el error de diseño fatal del belga—es decir, la vulnerabilidad de que el respeto a su neutralidad dependiera de la improbable buena fe de terceros—sería resuelto con la participación de los muy ecuánimes chinos. Muy significativo, en este tenor, es el extrañamente poco comentado tratado sino-ucraniano de Amistad y Cooperación en virtud del cual, desde 2013, los chinos fungen como garantes “de la seguridad de Ucrania en el caso de que alguna potencia (guiño, guiño) utilice o amenace con utilizar armas nucleares en su contra”. Esta curiosa cláusula les da la autoridad para ser parte de la solución del problema... si quisieran.

 

La sola posibilidad de que China se involucre de veras en la resolución de un conflicto que, en principio, no le atañe, inquieta a Estados Unidos, quien desde su comodidad al otro lado del charco presiona amenazantemente para que se sume a las sanciones de la mal llamada comunidad internacional contra Rusia. El burdo chantaje de los estadounidenses, observable a leguas, desde la igualmente cómoda cafetería donde escribo, tiene como finalidad forzar a los chinos a abandonar su equidistancia estratégica, lo cual los deslegitimaría como mediadores. El miedo gringo no anda en burro:

 

La incursión europea china si no desplazaría, sí, marginaría en la mesa de negociaciones a los estadounidenses; esto significaría una derrota política inconmensurable para quienes desde hace décadas se jactan de ser los meros, meros de la paz mundial.

 

Google News - Diario Cambio