Sunday, 19 de May de 2024


México se postra a Cuba y Fidel ríe




Escrito por  Pedro Gutiérrez
foto autor
En un severo caso de rubor internacional se ha convertido el acercamiento de Enrique Peña Nieto y el gobierno mexicano con la dictadura de Fidel Castro. Síntoma de que el PRI no ha cambiado y sigue fiel a sus principios y orígenes autoritarios, el presidente mexicano ha hecho hasta lo inimaginable para proyectar al mundo que simpatiza con el castrismo y todo lo que representa: un gobierno envilecido, aislado del mundo global.

El PRI siempre coqueteó con Cuba desde los orígenes de la dictadura. De hecho, gran parte del éxito de Fidel Castro cuando aquella "revolución cubana" se debió al apoyo que recibió del gobierno mexicano, que protegió la presencia del líder isleño en nuestro país y le permitió prepararse para embarcarse en el famoso navío Granma y asaltar Cuba contra el régimen de Fulgencio Batista. Basta con ir a la zona céntrica de la Ciudad de México para encontrarse con no pocos lugares que "presumen" de haber ocultado u hospedado a Fidel: el legendario café La Habana que se encuentra sobre la avenida Bucareli es uno de ellos. Como sea, México y su clase política de entonces, Gutiérrez Barrios por delante, auspiciaron el movimiento que terminó en la instalación de una de las dictaduras más inefables del siglo XX y que persiste aún en el XXI.

 



La coincidencia autoritaria entre México y Cuba tiene, por ende, la explicación que acabamos de establecer. Por ello el gen anti democrático subsiste y ahora que el PRI ha vuelto al poder aprovechó la primera oportunidad para acercarse a Fidel Castro y el régimen que no termina de morir. Claro que el acercamiento no fue gratuito: nos costó a los mexicanos la friolera de poco más de 300 millones de dólares, mismos que el gobierno condonó a la isla inexplicablemente. Ese fue el costo de la foto que hoy circula por doquier, 300 millones de dólares que al país le hacen mucha falta en medio de una economía depauperada y que Peña Nieto prefirió invertir en acercarse a Castro y tomarse una foto ignominiosa.

 



La crítica a la isla no es gratuita, querido lector. Nadie en su sano juicio puede defender con argumentos sostenibles al régimen castrista. La permanente situación de violación a los derechos humanos, la ausencia de desarrollo y libertades fundamentales y el control absoluto de los ciudadanos por el régimen son inaceptables, sobre todo ahora que vivimos en un mundo global donde nada se puede ocultar. Cuba es un país que, cual foto, se quedó atrapado en el pasado, con un pueblo que no conoce la libertad y el mundo exterior.

 


Ya sabemos que vendrán los defensores del régimen cubano balbuceando que ya quisiéramos los avances en salud y educación de la isla. Parece que Peña Nieto piensa igual, pues sobre eso mismo estriba el artículo que escribió para la "prensa libre cubana", Granma. La pregunta aquí es: en serio valen los avances en salud (por cierto cuestionables) a costa de tener un pueblo en la miseria absoluta y oprimido? No lo creo, y por ello a los promotores sin causa de Castro les les he conminado siempre a que vayan allá, a vivir en la isla, seguro de que más pronto que tarde valorarán nuestro sistema de libertades y derechos civiles y políticos.

 



Estoy seguro que Peña Nieto fue mal asesorado en esto de acercarse peligrosamente a Cuba. Esa actitud no concilia con nuestra alianza fundamental hacia Estado Unidos o la UE ni con la promoción de las reformas estructurales que se vienen impulsando recientemente. Bien dice Juan Ignacio Zavala en su columna semanal: el presidente no había siquiera nacido cuando ya Castro hacía de las suyas en Cuba, instalado como dictador ad perpetuam.

 


A final, pueden decirse muchas cosas a favor y en contra, pero pregunto: ¿qué obtuvimos los mexicanos de la foto entre Peña y Castro? ¿Ganamos algo? ¿Tuvimos efectos positivos al condonarles la deuda? Estoy seguro que nada sacamos a favor y sí mucho en contra en el contexto e imagen internacionales. Ni Estados Unidos o la Unión Europea habrán visto con buenos ojos este error diplomático. Con el PAN habíamos avanzado, pero ahora somos otrz vez esclavos del fanatismo cubano y mientras, Fidel Castro, ríe satisfecho hasta el final de sus días.

 



PD: esta columna la escribo acompañado de un exquisito puro cubano, de esos que los propios isleños no pueden disfrutar atrapados es su triste realidad.

 

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