El descontento supone la insatisfacción por los rendimientos negativos del régimen o de sus dirigentes ante su incapacidad para resolver problemas básicos. El descontento no suele afectar a la legitimidad democrática y es, sobre todo, coyuntural. Depende de los vaivenes de una opinión pública vinculada a la popularidad de los gobiernos y sus políticas. En cambio, la desafección política subsiste pese a los anuncios espectaculares de los gobiernos. Está ligada a las imágenes de la política como engaño y aprovechamiento; y de los políticos como incompetentes, inútiles y, por supuesto, corruptos.
Corrupción y crisis económica
La combinación de corrupción y crisis económica aumentan de manera significativa la desconfianza hacia la clase política. Molestos por la deteriorada economía que viven, los electores reaccionan en contra de los políticos que se enriquecen a costa del esfuerzo de los ciudadanos. La lógica de un elección ya no es honestidad vs corrupción, sino corruptos vs menos corruptos, lo que ha aumentado el rechazo a la clase política y disminuido la identidad partidista.
La indignación que los casos de corrupción provocan en la ciudadanía podría representarse como una escena en tres actos:
· El primero lo protagoniza la indignación más inmediata, aquella que aparece a medida que se descubren los detalles de cada caso;
· El segundo surge al poco tiempo como reacción a las decepcionantes respuestas que dan los partidos políticos que están involucrados;
· El tercero y último es un acto inacabado: son los pozos de desconfianza general que unas y otras actuaciones van dejando en la sociedad.
Desafección política y nuevos electores
La desafección política invade, sobre todo, a los nuevos electores: jóvenes, informados, críticos, conectados (millenials), no acarreados a actos partidistas. Son el 55% de los electores que componen el voto switcher y definen una elección. Son los que adoptan una postura antisistema y presentan dos posturas: a) no acuden a votar, porque no creen en el sistema de partidos, o b) votan para ver perder al partido en el gobierno.
La ausencia de pertenencia, disgusto, falta de representación, desconfianza y rechazo a los partidos políticos es lo que ha aumentado la desafección política en México. Este desapego al régimen y su sistema de representación alcanza un polo negativo definido por una hostilidad completa hacia el sistema político. Entre los síntomas más importantes que reflejan el ánimo de los electores se encuentran: ineficacia, disconformidad, cinismo, desconfianza, separación, alejamiento, impotencia, frustración, rechazo, hostilidad y alienación. Ello deriva en un proceso compuesto por las 5D: Decepción – Desconfianza- Desafección – Desconexión – Desinterés.
La desafección política es un problema grave. Lo será más si deja de estar vinculada a los acontecimientos coyunturales (los casos de corrupción o las consecuencias de la crisis económica) y se convierte en un aspecto estructural del sistema político. Es un problema que no parece pasajero; es más, es muy posible que aumente en el futuro.