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Miércoles, 01 Marzo 2017 02:04

La desigualdad, principal problema de México: Ivonne Ortega

La desigualdad, principal problema de México: Ivonne Ortega Escrito Por :   Gabriel Sánchez Andraca

Ayer estuvo en Puebla la primera mujer priista que aspira a ser candidata de su partido a la Presidencia de la República, Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán.


En conferencia de prensa, dijo que su propósito es cambiar la realidad de este país, donde se enfrenta un grave problema de desigualdad social.

 

Para explicar esta terrible desigualdad afirmó que muchos funcionarios de primer nivel, de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, ganan en un mes, lo que le costaría a una persona del común, una casa de interés social. De ese tamaño es la desigualdad.

 

“No sólo será difícil para el PRI ganar la próxima elección presidencial; las dificultades serán para todos los partidos, pues es un hecho que la gente no cree ni en los partidos, ni en los políticos que los conforman”

 

Dijo algo de lo que hemos comentado con frecuencia en este espacio: la clase política se ha alejado de la sociedad, los políticos se han vuelto insensibles ante los problemas sociales que existen en nuestro país. Los sucesivos gobiernos municipales, estatales y de la república, pertenecientes a los diversos partidos existentes, han decepcionado a todos.

 

Han perdido la sensibilidad social y política que debe existir en ellos, para resolver la problemática nacional, que cada vez se agrava más. Si continuamos así, la gente se va a alejar de las urnas y eso es lo peor que le puede pasar a un político. Tal parece que a los políticos sólo les interesa el poder y el dinero, por eso se han alejado de la sociedad, de los ciudadanos, no los atienden, no resuelven sus problemas, no les interesan sus quejas.

 

“Por eso me he propuesto cambiar la realidad de la política mexicana. Conozco los problemas porque en viajado por la mayor parte de los estados; a la gente le interesan poco los partidos y los políticos, lo que les interesa es tener un trabajo remunerado que les permita el sostenimiento digno de sus familias”.

 

 Invitó a todos los ciudadanos a trabajar por cambiar las cosas en México. Dijo que es muy pronto para saber quién será el candidato o la candidata del PRI, su propósito es divulgar su pensamiento, esperar la convocatoria del PRI para la elección de candidato y participar en eso de acuerdo a lo que en dicha convocatoria se establezca. “Las encuestas no son muy confiables afirmó. Ya ven lo que pasó en los Estados Unidos en sus últimas elecciones. Las encuestas daban por triunfadora a Hillary Clinton y unas horas después, ganó Donald Trump”.

 

En el PRI las expulsiones de sus miembros que se van a otros partidos o apoyan a otros partidos, ya son cosa parecida a las excomuniones de la Iglesia católica: nadie les hace caso.

 

Nos cuentan que hace más de cincuenta años, a mediados de los años cincuenta, un abogado renombrado, fue excomulgado aquí en Puebla. En respuesta ese abogado contestó con un desplegado que se publicó en el diario El Sol de Puebla que apenas se iniciaba, diciendo: “Ayer me enteré que fui expulsado de una iglesia, a la que por voluntad propia he dejado de pertenecer hace ya mucho tiempo”.

 

Los priistas expulsados de su partido, que cada día son más, podrían contestar en la misma forma.

 

Ni a los expulsados les espantan las amenazas de sus líderes, ni a la gente, al ciudadano común, le importa un cacahuate que se adhieran a un partido u otro, que los corran o que los vuelvan a aceptar.

 

Lo que los ciudadanos quieren, exigen, es vivir en un ambiente de seguridad; tener un trabajo digno para sostener a su familia, contar con eficientes servicios de educación para sus hijos y de atención médica para toda su familia. Y lo que más le enoja, lo que más irrita a la sociedad, es la corrupción por un lado y la impunidad por otro.

 

Han muerto más de 200 mil personas, jóvenes en su mayoría, en una guerra absurda contra la delincuencia organizada y han desaparecido más de cincuenta mil, sin que se sepa nada de ellos. Y lo peor, los asesinos y secuestradores, en su gran mayoría, siguen gozando de su libertad por la impunidad que existe en el país.

 

La semana pasada, concretamente el 24 de febrero, se celebró el Día de la Bandera Nacional, fecha que empezó a celebrarse en esta capital en el año de 1936.

 

 Era presidente de la república el general Lázaro Cárdenas y gobernador del Estado, Maximino Ávila Camacho.

 

 Dicha celebración fue organizada por un comité pro Bandera, conformado por representantes de la corriente política derechista de aquél entonces.

 

 El motivo era hacer sentir al gobierno nacional, el rechazo por la “socialización del país”, pues se habían conformado las centrales obreras más importantes y para hacer valer sus derechos, los trabajadores a ellas afiliados, declaraban con frecuencia huelgas y hacían ondear la bandera rojinegra, que decían las gentes de derecha, estaba desplazando a la Enseña Tricolor que representaba a la Patria.

 

Fue una celebración con intención política, pero que prendió entre toda la población.

 

La columna portando extendido un enorme lienzo tricolor al que le arrojaban flores de los balcones de la avenida Reforma, salió el Paseo Bravo rumbo al zócalo.

 

La algarabía fue enorme. Varias veces la columna tuvo que suspender su marcha, para retirar las flores que hacían muy pesado el lienzo que era portado extendido por varias decenas de ciudadanos. Su llegada al zócalo fue de antología según cantaban testigos presenciales. Repiques de campanas de la catedral y de varios templos, se unieron al regocijo. La lluvia de flores y de papelitos de colores, no dejaron de caer durante todo el recorrido. Fue un día histórico.

 

 Al año siguiente ese día fue celebrado tanto en Puebla como en varias ciudades del bajío y un tiempo después, la Unión Nacional Sinarquista, organización política de extrema derecha, empezó a organizar concentraciones para homenajear al Lábaro Patrio.

 

 Fue el gobierno de Manuel Ávila Camacho, el que oficializó la celebración que continúa hasta la fecha.

 

 

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