Alfredo del Mazo González, padre del actual gobernador del Estado de México, es el equivocado más célebre en la historia de las sucesiones presidenciales, pero no el único.
El 4 de octubre de 1987, el día del ‘destape’ del candidato tricolor para suceder a De la Madrid, el entonces Secretario de Energía quiso adelantarse a quedar bien con los apellidos ‘SG’ que le habían dado en Los Pinos, y salió públicamente a felicitar a Sergio García Ramírez como el señalado por el Dedo Divino.
El error de interpretación de las iniciales ‘SG’ llevó incluso a La Jornada a imprimir una edición especial vespertina que pasó al basurero de la historia cuando el dirigente nacional del partidazo, Jorge de la Vega dio a conocer que los sectores del tricolor se habían pronunciado unánimemente por Salinas de Gortari.
Equivocarse en la sucesión presidencial es arriesgadísimo y muy costoso. Alfredo del Mazo se deprimió tanto por su error que prefirió renunciar a la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal, y retirarse un buen tiempo a la vida privada, hasta que lo recuperaron en 1997 para perder la primera contienda por la Jefatura de Gobierno en el DF.
El Juego del Tapado, precisamente, es un teatro de sombras porque busca distraer a todos sobre el verdadero señalado por el Dedo Divino. No más de tres ni menos de tres. Si es uno desde el principio, los demás corredores lo devoran. Si son dos, la batalla se polariza y ambos acaban destrozándose. Tres es el número justo para repartirse los golpes.
El Juego del Tapado tiene un objetivo: engañar. Y aunque todo mundo cree leer el pensamiento con el lugar común de que se engaña con la verdad, históricamente el Presidente engaña ‘engañando’. Es decir, envía las señales por un lado para que la bufalada corra en la dirección equivocada.
En la historia del priismo sobran casos de sorpresas y sorprendidos, pero ninguna tan brutal como la de Mario Moya Palencia, que contaba prácticamente con el aval de gobernadores, líderes de sectores, medios de comunicación. Sólo le faltó un voto: el del Presidente Luis Echeverría quien prefirió encumbrar a su amigo de las adolescencia José López Portillo, pese a ser un recién llegado al mundo de la política y con una carrera cuando menos discreta.
Valgan estas reflexiones para enmarcar la presencia de José Antonio Meade mañana en Puebla. Parece el candidato, pero todavía no es. Puede no serlo. El riesgo de equivocarse es mucho. Y en el juego del Tapado, el que parece será, funge el papel de tapar al que sí va a ser.
Sólo una muestra: Jorge Estefan Chidiac le había organizado a Meade una comida con precandidatos, líderes de sectores y aspirantes a algo. Pero en Los Pinos y el CEN no lo autorizaron, por lo que tuvieron que armar una comida con ‘empresarios’ en la que el titular de Hacienda hará tiempo antes de firmar como testigo en el enlace matrimonial de Charbelito en el hotel Rosewood.
Las posibilidades de estrellarse son muchas. Que cada quien valore su riesgo, porque cada quien pierde en medida de lo que ambiciona.
*** Dimensión Desconocida en la SEP estatal. La detención de una estafadora que vendía plazas magisteriales sólo es la punta del iceberg que puede arrastrar a Patricia Vázquez del Mercado a territorios desconocidos, pues es imposible que una sola persona defraudara a tantas, y tuviera tanta valentía como falsificar y vender el nombramiento de titular de la SEP.
Aunque la reforma educativa pretendió eliminar el cáncer de la venta de plazas, ésta sigue existiendo. Un caso notable es el de Sandra Osorio Torres, quien se autonombra Secretaria Particular del Director General de Educación Media Superior, que a su vez le asignó plaza administrativa en el Centro Escolar de José Chiapa…¡A su esposo Víctor Durán!
Por supuesto, además de beneficiar al esposo, la susodicha Sandra Osorio Torres, entregó plazas a otros amigos y parientes que pronto detallaremos. ¿Podemos creer entonces en la reforma educativa?
¿Hasta dónde llega la mafia de vendedores de plazas, al grado de que la estafadora fue liberada y no pisó la cárcel, como revela este día Arturo Luna Silva? ¿Quién la sacó del fuego?