Doger extrañó a su némesis marinista


—Crónica—


Tres años de tormentas, borrascas y ventiscas no fueron suficientes para reducirlo al estado del servilismo natural de los priistas. En la ausencia de su rival político, el alcalde todavía tuvo la entereza de alzar su espada y cargar contra el molino de viento marinista


Arturo Rueda

 

Enrique Doger llegó a la culminación de su trienio como Ulises arribó a Ítaca: el final de la aventura fue bueno, pero pudo ser mejor.


Tres años de tormentas, borrascas y ventiscas no fueron suficientes para reducirlo al estado del servilismo natural de los priistas. En la ausencia de su rival político, el alcalde todavía tuvo la entereza de alzar su espada y cargar contra el molino de viento marinista: reclamó el ambiente tenso de todo su gobierno a causa de defender la autonomía del municipio.


“No elegí el camino cómodo de la sumisión y la inoperancia”.


El mensaje no sólo tenía como destinatario a Mario Marín, ausente por segunda y última vez con el pretexto de su viaje misterioso a San Antonio, Texas, del que nunca se informó a la ciudadanía.


Las filosas palabras “autonomía”, “sumisión” y “comodidad” rebotaban con intensidad en Blanca Alcalá, alcaldesa electa que comienza el viaje a su Ítaca interior. Sentada en primera fila, con el rostro contrahecho, mirando a Doger, pensaba en la fábula de los leones por corderos. Y que quizá es tiempo de sacar las garras.


Doger no tuvo una despedida apoteósica, pero tampoco vivió un drama in gentem al estilo de Pessoa.


La intención de humillar al enviar a López Malo como representante del gobernador no surtió efecto. Después de lo ocurrido el año pasado, cuando todas las estructuras se retiraron en masa y el gobernador lanzó la bofetada, todo fue más de lo mismo. Una raya más al tigre.


Si en su segundo informe Doger fue cobijado por el panismo, en esta ocasión tocó a Porfirio Muñoz Ledo, dirigente del Frente Amplio Progresista, hacer de pararrayos. Para nadie es sorpresa que en sus constantes roces con el poder podrían provocar una ruptura. Y que el PRD quiere pescarlo.


Los panistas, movidos por una mano chiapaneca, ordenaron que ninguno de ellos se presentara en el Salón de Cabildos. El lugar reservado para Rafael Moreno Valle quedó vacío. Paco Fraile fue el gran desobediente y con su corbata Burberrys, así como para decir que es amigo del presupuesto, avaló la despedida del dogerismo.


Dicen que no hay nada más difícil que tener poder y perderlo. Pero hace tiempo que la fecha estaba marcada en el calendario y nada podía modificarla. A diferencia de Ulises, Doger sabía el día de su desembarcó en Ítaca.


El abandono no fue absoluto: ahí estaban los directores de los medios más importantes, varios secretarios de estado, un representante de Beatriz Paredes, al igual que Valentín Meneses y la Comandanta Paloma.


Fuera del escenario, como siempre, Alberto Ventosa. A su lado, como siempre, Nacho Mier y Lauro Castillo. En la travesía se perdieron varios marinos: Omar Álvarez, Luis Banck, Alfredo Rivera, Víctor Gabriel Chedraui, Ludivino Mora y tantos más. Fieles, sin embargo, continuaron el Kío, Jorge Ruiz y Pablo Fernández del Campo.


La llegada a Ítaca anuncia la partida a una nueva aventura. Ahora a buscar el vellocino de oro o la salida del laberinto del Minotauro. Faltan marineros, sí, pero lo que se quedan están probados.


Pero si como afirman la cultura china, todo se define a partir de su contrario, al dogerismo le hizo falta su Némesis marinista: el gobernador, Zavala y Montero.


“Sólo en la otredad me reconozco”, escribió Octavio Paz.


La rivalidad no acaba, sino que se prologará a otros espacios y a otras luchas.


O como dijo el maestro Pacheco: “ningún político se jubila ni se retira hasta morirse.” La puerta siempre está ahí, y abrirla requiere una combinación mágica como la de la alineación planetaria.
Pero hasta eso sucede.

 

 

 


 
 
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