Del día “D” al día “B”


Crónica


El reto es diferente. Es otra forma de ser. Ni Lady Macbeth ni Cleopatra. Más cerca, quizá, de Hillary Clinton que de Margaret Thatcher. El reto de las mujeres por encontrar su propia forma de desplegar el poder


Arturo Rueda

 

Atrás quedaron las formas blancas y blandas. En su rostro se perfilaba una mirada diferente por penetrante. El ademán sostenido. La voz, potente.

 

El discurso, normativo. Se acabó la época de las concesiones: el machismo poblano enfrentará desde hoy a una mujer empoderada.


La Vitamina Poder nos parió a la nueva Blanca Alcalá. Orgullo y prejuicio, diría Jane Austen, cuando las mujeres asumen la posición que por milenios los hombres les han negado.


El reto es diferente. Es otra forma de ser. Ni Lady Macbeth ni Cleopatra. Más cerca, quizá, de Hillary Clinton que de Margaret Thatcher. El reto de las mujeres por encontrar su propia forma de desplegar el poder.


Las inercias son las inercias: Blanca Alcalá quiso romper la ortodoxia del marinismo y sustituir la salutación de filas y filas por un apretón ciudadanos de manos. La cargada de los búfalos se lo impidió.


Tan pronto como Marín terminó su discurso, las masas se arremolinaron alrededor del presidium para saludar a la nueva dueña del aparato municipal.


La escena, para los que la vieron en las macro pantallas del Centro de Convenciones, se parecía mucho a cierto mitin de Lomas Taurinas. Solamente faltaba como música de fondo “La Culebra”.


El caos.


Durante minutos angustiosos, Alcalá fue presa del enardecimiento tricolor que buscaba saludarla. Su inexperto equipo de seguridad luchaba por encontrar una salida mientras la masa apretaba los cuerpos, de la misma forma en que una pitón se enrosca alrededor de su víctima.


No faltaban los gritos: “¡Van a lastimarla!”


Por fin, la seguridad decidió sacarla por detrás y el apretón ciudadanos de manos fue cancelado.


La ortodoxia regresó y Blanca tuvo que cumplir con el mismo ritual de los viejos tiempos: una improvisada salutación que en la confusión de, quedó corta a las grandes filas que se organizan en los actos marinistas.


Se trata de una metáfora, y quizá de una profecía: las mismas resistencias, los mismos vicios y la misma ortodoxia que deberá derrotar la primera mujer que llega a la presidencia municipal.

 

***

 

El discurso de toma de protesta deberá guardarse en los anales de la política: una visión modernizadora de la ciudad, conceptuoso y lleno de referencias al trabajo que se hace en las metrópolis vanguardistas del mundo.


Blanca sueña con hacer de Puebla una Barcelona de Latinoamérica. De la intención a la realidad habrá un largo trecho.


Los buscachambas tuvieron problemas para encontrar al equipo de primer nivel del Ayuntamiento. Desperdigados a lo largo del Centro de Convenciones, los nuevos secretarios se acomodaron en grupitos. A la izquierda y casi oculto, Víctor Giorgana repasaba los retos que enfrentará el nuevo gobierno municipal y los inevitables choques que enfrentará con el marinismo.


Juntos, Gabriela García, Fernanda Díaz y Mauro Uscanga, meditaban en su entrega recepción y los reacomodos para su gente.


Los súper asesores, José Luis Flores y Rubén Cuevas Plancarte, también pasaron desapercibidos. Y más aún los cuasi desconocidos Héctor Hernández Sosa y Alberto Aguilar Vigueras, el controvertido secretario de Seguridad Pública.

 

***

 

Muchos esperaban que Enrique Doger se ausentara. Pero estaba ahí, en primera fila al lado de Valentín Meneses.


El caos que rodeó la tarima principal impidió que el hoy ex alcalde cruzara permanentemente su mirada con Mario Marín. Pero la tensión se sentía, y los asistentes al Centro de Convenciones esperaban el mensaje del gobernador para encontrar una respuesta al fuego cruzado que mantuvieron con Doger a lo largo de la semana, desde que se ausentó de su último informe de gobierno para hacer un viaje misterioso a San Antonio, Texas.


Raro en él, Marín guardó prudencia y apenas una tímida respuesta se asomó cuando le dijo a Blanca Alcalá que respetaría la autonomía municipal.


Doger se dio por bien servido, y a su salida del Centro de Convenciones, rodeado por priistas y no priistas.


Pero sabía que el día “D” se había acabado para dar paso al día “B”.


Y así será los próximos tres años, hasta que el reloj político marque el ocaso del día “M”.

 

 


 
 
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